Mauricio Zapata
Cada año, los funcionarios desfilan ante el Congreso para la Glosa del informe de gobierno.
Se supone que es un ejercicio de rendición de cuentas, pero en la práctica, ¿sirve de algo?
Vemos a secretarios de Estado bien peinados, con discursos ensayados y cifras maquilladas.
Llegan con el libreto bien aprendido y, cuando les hacen preguntas incómodas, esquivan, divagan o recurren a tecnicismos. Al final, no responden.
¿Para qué van entonces?
Los legisladores de oposición intentan ponerlos contra la pared, pero rara vez lo logran.
Y los del partido en el poder se dedican a aplaudir y agradecer, convirtiendo el evento en un monólogo de autocomplacencia.
¿No se supone que deberían fiscalizar con rigor?
Es cierto –insisto- debe ser un ejercicio de rendición de cuentas y no de ovación al amigo o de abucheo al adversario.
Y el espectáculo se vuelve más cómico cuando el funcionario compite con su par para ver quién lleva más porra al recinto y quién aplaude más al jefe.
Parece –en muchas ocasiones- una alfombra roja como en los Gramis, que un evento de informe y rendición de cuentas.
La Glosa debería ser un espacio para exigir explicaciones claras. Pero si cada año es lo mismo, ¿no se ha vuelto solo una simulación?
Los problemas del país o de un estado siguen ahí: inseguridad, corrupción, falta de medicamentos.
¿Dónde están las respuestas?
Si los funcionarios van solo a leer lo que ya dijeron en el informe y los diputados a seguir el guión político de su bancada, mejor ahorrarnos el espectáculo.
Porque rendir cuentas no es decir cifras, es explicar qué se ha hecho, qué falló y cómo se va a corregir.
Mientras la Glosa siga siendo un trámite vacío, el país seguirá igual: con discursos largos y soluciones escasas.
Ojalá cambie –aunque lo dudo-
Peor la idea es ver un informe no una jornada de auto halagos.
EN CINCO PALABRAS.- Ya deberían cambiar el formato.
PUNTO FINAL.- “Los aplausos comprados no definen su trabajo”: Cirilo Stofenmacher.
X: @Mauri_Zapata
