noviembre 21, 2024
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Melitón Guevara Castillo

¡Admirados!

julio 29, 2024 | 142 vistas

Melitón Guevara Castillo

 

En más de una ocasión, en momentos de sinceridad, le decimos a un amigo, a un familiar o a un compañero de trabajo: ¡Te admiro! Es un sentimiento, o emoción, de reconocimiento por alguna razón especial; lo hacemos, por decir, cuando alguien logra una meta, hace algo súper especial, o tan simple, porque su forma de vida, sus éxitos, nos muestran un camino que no todos seguimos. Y en este caso, en estos días, creo que es justo reconocer que los deportistas tienen que ser admirados… no cualquiera, vaya pues, es o puede ser un deportista.

Confieso que me gusta ver deportes. El futbol como el beisbol, porque son deportes populares; el tenis, el ciclismo y el atletismo en general. No porque yo sea un deportista. Mis compañeros de escuela bien que lo saben: nunca pude encestar el balón de basquetbol, ni pegarle a la de volibol, menos brincar los obstáculos en las prácticas de atletismo. Por eso, cuando me enteré de que soy diabético y que el doctor me dijo, haga deporte: nade o corra en bicicleta, pregunté: ¿vale caminar? Y es lo que hago: camino y yoga de silla.

 

TRIUNFADORES

En las redes sociales circula un texto, no recuerdo bien su título, si ganadores perdedores, pero es la respuesta que un amigo da a una pregunta de otro: termina una carrera de atletismo, y a una persona que participó, que porta la playera con su número, un amigo le pregunta: ¿participaste? ¿Ganaste? ¿Qué lugar sacaste? Y la respuesta fue: todos ganamos, los que perdieron son los que no se inscribieron. Efectivamente, estoy de acuerdo. Quizá los mexicanos que están en París no saquen medallas; pero el lugar, para estar allá, se lo ganaron a pulso… ese, quiérase o no, es un éxito.

Creo que en la vida prácticamente todos somos triunfadores. Triunfadores porque nos proponemos metas u objetivos, y los logramos. Y los triunfadores, según la experiencia, se convierten en un ejemplo para otros. Por ejemplo, hay hijos que quieren ser como sus papás, emularlos; otros, está comprobado, toman de referencia a determinados personajes como símbolos para darle un rumbo, un sentido a su vida. Así, unos y otros, en la práctica admiramos a alguien.

 

ADMIRACIÓN Y RESPETO

Por ejemplo, yo admiro la capacidad política de Andrés Manuel López Obrador: resistió, 18 años luchó por una posición de poder, y ahora está a punto de convertirse en un referente en cómo destruir la democracia e instaurar un sistema político mejor de lo que fue el PRI. Morena va a gobernar varios sexenios, en tanto no haya oposición. En contraparte, puede uno recriminar que haya políticos que piensan, vaya pues, en sus intereses como Alejandro Cárdenas, mejor conocido como Alito: hay que admirarle su capacidad para destruir al PRI.

Y podemos admirar a otras personalidades, sean escritores, académicos, investigadores, científicos. En lo personal, por ejemplo, un día me entrevistaron alumnos universitarios y me preguntaron: ¿usted admira a alguien? Y sí, mencioné como académico a José Luis Pariente: se le admira su capacidad organizativa, su capacidad para producir en el ámbito que se desenvuelve: de profesión arquitecto, académico e investigador de por vida, fotógrafo por afición. Su paso profesional, en el gobierno, en la universidad, en la comunidad, es de trabajo, trabajo y los reconocimientos son múltiples.

Al paso de los años y ahora como jubilado las actividades varias y la pertenencia o vinculación con personas se dan en otra condición. Preparé mi jubilación y me compré una cámara fotográfica: eso me llevó a otro contexto y a conocer a otras personas que, sin lugar a dudas, se ganan el respeto, la admiración de uno: conocí a varios maestros de fotografía, a distintos fotógrafos, pero además de José Luis Pariente, no puedo dejar de mencionar a dos más, que se han convertido en referentes: Luis Vicente Ballinas Cruz, por su extraordinaria capacidad y calidad de su trabajo profesional, al documentar la vivencia cotidiana y la naturaleza; y a Jesús Eduardo López, cuya experiencia y vivencia fotográfica es inigualable.

En lo personal, estoy convencido, la admiración y respeto inicia en el contexto familiar: a mamá le admiro su fortaleza y capacidad de trabajo para apoyar y formar a nueve hijos; a mi suegro José García Balleza (+) que forjó una vida de ejemplo y capacidad de trabajo: como hombre del campo, como profesor rural y como padre, a menos que me desmientan mi esposa y mis cuñados.

 

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