Rogelio Rodríguez Mendoza
Los derechos humanos se han convertido en una bandera recurrente de diversos sectores sociedad. Para todo se apela a la defensa de las libertades individuales.
Aplaudible que así sea. Está muy bien que nos defendamos.
Sin embargo, como ocurre con todo en la vida, también en ese tema hay límites. Vale la precisión porque se han generado excesos y abusos originados en un mal entendimiento del alcance de los derechos humanos.
Por ejemplo, el reciente fin de semana, un grupo de integrantes de la comunidad LGTIBQ se plantó en las afueras de una plaza comercial en Ciudad Victoria, en solidaridad de un compañero transgénero al que, según dijeron, se le violaron sus derechos humanos porque no se le permitió el uso de baños para mujeres.
El denunciante argumenta que, por ser una “mujer trans” tiene derecho a usar el baño para damas y no el de caballeros.
“Si no me lo permiten (el uso del baño femenino) me están violando mis derechos humanos. Me están discriminando”, pretextó el denunciante.
Han sido recurrentes también los bloqueos carreteros por parte de agricultores del norte del estado, envueltos en la misma bandera, de la defensa de los derechos humanos, que según ellos no se les respetan desde el momento en que el gobierno les regatea los subsidios para su actividad.
En su concepción, los agricultores se sienten con la autoridad para cerrar carreteras y tomar oficinas públicas a manera de presión hacia las autoridades. Es su forma de exigir lo que, según ellos, se les niega.
Y así podríamos enumerar muchas historias más de grupos sociales que se envuelven en esa bandera de los derechos humanos.
Sin embargo, así no es la cosa. Están haciendo una interpretación errónea de las libertades individuales, por una simple y sencilla razón: los derechos humanos no son absolutos
¿Qué significa eso? Que todo derecho es susceptible de limitaciones.
El contorno mismo de su aplicación requiere ser delimitado.
Piénsese, por ejemplo, en el lugar común de que mi libertad tiene como límite la libertad de los demás.
En el caso de la persona que se dice “mujer trans” y defiende su derecho a usar el baño de mujeres, ¿qué pasa con el derecho de las usuarias de ese mismo baño, que se sienten violentadas en sus derechos por la presencia de un hombre transformado en mujer?
Además: ¿Que es más importante: el derecho de una persona o el del segmento de la sociedad que se siente agraviado?
Igual con los agricultores: ¿dónde quedan los derechos humanos de quienes se ven limitados en su libertad de tránsito? O de aquellos que al quedar atrapados en un bloqueo no pueden llegar a un hospital para atenderse de una situación de vida o muerte.
Me parece que, de todo ello podemos concluir que está faltando un mejor trabajo de los gobiernos para orientar, educar o informar, con abundancia a la sociedad sobre este tema.
Es urgente hacer algo al respecto, para evitar que cada día sean más los grupos que se envuelven en esa falsa bandera, con una errónea concepción de los alcances y límites de los derechos humanos.
El RESTO
MENSAJE CIFRADO.- En la Mañanera Legislativa de este martes, se enviaron algunos mensajes cifrados para varios alcaldes que, abierta o discretamente, se han rebelado contra las jerarquías del poder público estatal desobedeciendo la línea salida desde Palacio de Gobierno.
A través de las cuentas públicas se meterá al orden a los indisciplinados, para lo cual solo será necesario activar la maquinaria del sistema de justicia penal, porque ellos mismos se han encargado, a través de sus excesos con el presupuesto, de aportar los elementos necesarios para ser procesados.
Apúntele entre ellos a Miguel Ángel Almaraz, de Río Bravo y Erasmo González Robledo, de Madero.
Al tiempo, tiempo.
ASI ANDAN LAS COSAS.