De qué sirve tener una autoridad, si ésta no es del agrado de los jefes.
De qué sirve tener una autoridad si va estar acotada, sin apoyo y sin la capacidad de gestionar obras y recursos para su localidad.
De qué sirve tener una autoridad si no la invitan ni siquiera a tomar un café.
De qué sirve tener una autoridad si no puede con la chamba y se nota en lo más básico que requiere una ciudad.
De qué sirve tener una autoridad avalada por un funcionario federal, si aquí no vale nada.
De qué sirve tener una autoridad si ésta no puede sola con el paquete de gobernar.
De qué sirve tener una autoridad si está “apestada” y no la toman en cuenta ni para el más mínimo evento oficial.
De qué sirve tener una autoridad si no tiene la menor capacidad para consensar y trabajar, aunque sea en asuntos sin importancia.
De qué sirve tener una autoridad si lo único que hace es “supervisar” obritas sin importancia en la localidad que gobierna.
De qué sirve tener una autoridad si no las pueden ver ni en pintura, y además, no es tomada en cuenta.
De qué sirve tener una autoridad si no tiene ni voz ni voto en ninguna decisión.
Así, ¿para qué le sirve a la ciudadanía?
¿No sería más fácil dar un paso al costado y dar paso a una gobernabilidad que pueda sustentar las bases de “ayudar al pueblo”?
Si en realidad es cierto el discurso aquel de que están para servir y para ayudar al pueblo bueno y sabio, ¿entonces para qué aferrarse a un puesto que no es tomado en cuenta para nada?
Cuando parecía que la crisis política en una de las ciudades más importantes de la entidad podría llegar a su fin, nos topamos que lejos de eso, se ha agudizado.
Cuando parecía que aprovecharían la coyuntura de la situación para hacerse presente, vemos que se está en una zona de confort en donde nomás se trabaja un día a la semana.
No ha sido capaz de poner fin al conflicto… y entonces, así, ¿pa’ qué?
EN CINCO PALABRAS.- La ciudad no merece eso.
PUNTO FINAL.- “Aunque se pongan lentes, ven borroso”: Cirilo Stofenmacher.
X: @Mauri_Zapata
