Rogelio Rodríguez Mendoza.-
El pasado 10 de julio, todo el país se estremeció al enterarse del
fallecimiento de Aitana, una pequeña de apenas seis años de edad, que
murió aplastada en un elevador cuando era trasladada en una camilla al
segundo piso del Hospital General de Zona número 18 del IMSS, en Playa
del Carmen, Quintana Roo.
Luego de la tragedia, se supo que el elevador donde murió la niña
presentaba fallas desde el año 2019.
Es decir, durante cuatro años previos se suscitaron incidentes en el
elevador pero ninguna autoridad fue capaz de prevenir una tragedia. No
hicieron absolutamente nada.
Por supuesto que, cuando vino la tragedia nadie quiso asumir
responsabilidades. Todos (directivos del hospital y funcionarios del IMSS)
buscaron un pretexto para evadir culpas. Y lo lograron, porque a la fecha no
hay una sola persona procesada por esa criminal negligencia que cegó la
vida de una niñita inocente, destrozando emocionalmente a sus padres.
Pues bien, uno esperaría que luego de esas historias fatales, tanto en
edificios públicos como privados, se tomaran medidas de prevención para
evitar que la tragedia se repita. Por sentido común así debería ser.
Sin embargo, en los hechos la realidad es otra. El ejemplo más claro
lo tenemos en la Torre Bicentenario, el edificio gubernamental en el que
diariamente laboran cientos de burócratas del gobierno del estado.
Esta semana reciente se suscitó un grave incidente en uno de los
elevadores del inmueble. Con un nutrido número de pasajeros a bordo, el
aparato tuvo una falla en el piso 21. Con las puertas abiertas comenzó a
descender y a medio camino logró cerrarse hasta llegar a la planta baja.
Ya estacionado, las puertas permanecieron cerradas herméticamente.
Durante alrededor de 10 minutos los burócratas atrapados estuvieron
accionando la alarma y gritando en demanda de auxilio. Nadie escuchó los
gritos desesperados de “ayuda, ayudaaa”.
Gracias a que el mecanismo se destrabó automáticamente y abrió
parcialmente una de las puertas, los trabajadores lograron ponerse a salvo.
“Afortunadamente nadie sufrió una crisis nerviosa porque quien sabe
cómo nos hubiera ido. Ojalá que pongan remedio al problema porque no es
la primera vez que fallan los elevadores” cuenta uno de los trabajadores
involucrados en el incidente.
Efectivamente, no es el primer incidente grave que ocurre en la
emblemática Torre Bicentenario. Desde este espacio hemos denunciado,
con insistencia, la fragilidad de los protocolos de seguridad en el edificio,
sobre todo con respecto a los elevadores.
No obstante, y como lo demuestra el enésimo incidente del elevador,
ocurrido esta semana, no parece haber mucha voluntad o interés para
implementar las medidas preventivas que impidan una tragedia como la
ocurrida en el hospital del IMSS.
Lo peor de todo es que la falta de mantenimiento a los elevadores de
la Torre no parece estar motivada por falta de recursos presupuestales, sino
por negligencia o “valemadrismo” de quienes están a cargo de esa
responsabilidad.
EL RESTO
TAMPICO, EL EJEMPLO.- Tampico es un ejemplo de ciudad modelo.
Sus calles sin baches, sin basura amontonada en las calles, y con una zona
centro pulcra, son reflejo de un gobierno municipal exitoso.
Ahora sí que, el puerto hace honor a aquello de, “Tampico
hermoso…”.
El alcalde, Jesús Nader, debería compartir la receta con sus pares.
Los tamaulipecos que habitan otras ciudades se lo agradecerían.
ASI ANDAN LAS COSAS.