octubre 10, 2024
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Desiderio García

Bolaño

febrero 10, 2024 | 247 vistas

«Déjenlo todo, nuevamente láncense a los caminos».

Roberto Bolaño, primer manifiesto infrarrealista. México, 1976

 

En esta última semana, bajo el hechizo noctambulo del duermevela cuidando a mi pequeña hija de un leve resfriado, me reencontré con un viejo conocido. El libro de “Cuentos completos” de Roberto Bolaño, ese escritor y poeta chileno al que la muerte le malogro un montón de historias que se quedaron en el tintero. A pesar del titánico esfuerzo de sus deudos y su editor de publicar de manera póstuma hasta su lista del mandado.

 

La edición rustica de Alfaguara, contiene los libros: Llamadas telefónicas, Putas asesinas, El gaucho insufrible y El secreto del mal (cuentos póstumos) y engloba todos sus cuentos conocidos como su nombre lo indica, además de un excelente prólogo de la escritora Lina Meruane.

 

Pocos conocen a Bolaño como poeta, muchos como novelista, en donde tienen una gran cantidad de reconocimientos y lectores. De hecho, mi primer contacto con su escritura fue con Los detectives salvajes, que sigue siendo una de mis novelas favoritas. Pero en mi opinión, en donde en verdad brilla la escritura de Roberto Bolaño es en sus cuentos.

 

Heredero de la narrativa de Julio Cortázar y Jorge Luis Borges, el universo de sus cuentos condensa la literatura, la sexualidad, lo cotidiano y lo extraordinario, la rebeldía de los que viven en el límite de la marginalidad, el viaje como huida y como forma de vida, la juventud, la violencia, las tramas policiales y el arte como obsesión. Bolaño nunca negó la influencia de estos dos escritores en su prosa «Decir que estoy en deuda permanente con la obra de Borges y Cortázar es una obviedad» mencionó alguna vez.

 

En el cuento El Ojo Silva, Bolaño une dos de sus obsesiones: chilenos exiliados y viajes. En ese caso, con la historia de Mauricio Silva, apodado el Ojo, quien durante un viaje a la India realiza una particular y perturbadora revelación. En este cuento, Bolaño retrata el misticismo y la crueldad de la religión en la India con maestría, donde existe violencia en lo que narra, pero siempre rodeándola de un aura de misterio.

 

Roberto nació en Santiago de Chile en 1953, pero nunca vivió ahí, como argonauta fue un errante, una estrella distante. Su infancia la paso en varias provincias de Chile, para viajar después con su familia a la Ciudad de México en 1968, y aterrizar en pleno movimiento estudiantil. Es en la capital mexicana donde se comenzó a gestar la carrera literaria de Bolaño. La Ciudad de México es el escenario de su libro más afamado: Los detectives salvajes.

 

Estando en México, Bolaño junto a Mario Santiago Papasquiaro y otros dieciocho jóvenes poetas, en su mayoría mexicanos, fundan el movimiento poético del infrarrealismo. El movimiento buscaba romper con lo oficial y establecerse como vanguardia, boicoteando actos literarios de distintos artistas, entre ellos Octavio Paz, poeta consentido de la cúpula del poder.

 

En 1973 regresó a Chile con el propósito de apoyar el proceso de reformas socialistas de Salvador Allende a través de la Unidad Popular. No obstante, su estadía no duró demasiado: el Golpe Militar perpetrado por Augusto Pinochet, la muerte de Allende y los ocho días que él mismo estuvo preso por la policía chilena hicieron que el joven autor decidiera retornar a la capital mexicana.

 

Sobre esta experiencia se basa su cuento Detectives, publicado en Llamadas telefónicas y donde aparece bajo su alter ego literario Arturo Belano. ​ Luego de esta experiencia y sumado a las presiones de su madre, ​ Bolaño decidió no regresar a su país natal hasta veinticinco años más tarde.

 

Volvió a México por breve tiempo para después emigrar a España en 1977. El destino, lo llevó a Cataluña, Barcelona y Blanes: tres ciudades españolas que lo enamoraron, inspiraron y desafiaron para escribir gran parte de su obra. En ese país desempeñó diversos oficios al más puro estilo austeriano; tales como lavaplatos, botones, camarero, recolector de basura, velador de campamento, estibador de barcos y vendedor en un almacén de barrio. En sus ratos libres se dedicaba a escribir y a participar en los concursos de cuentos que organizaban los institutos culturales municipales.

 

Evocando ese período de caza concursos, escribió el cuento Sensini, para muchos lectores de Bolaño, este es el mejor cuento que hizo. Se trata de un joven escritor que, necesitado de dinero, envía un cuento a un concurso municipal de literatura para buscar obtener el premio del primer lugar. Para eso recibe la generosa ayuda de un escritor argentino, Sensini (inspirado en Antonio Di Benedetto), quien lleva años viviendo de premios literarios municipales y le revela las claves del asunto.

 

En España es donde se genera su big bang literario. Empieza a publicar algunos libros de poesía y sus primeras novelas con mediano éxito. El reconocimiento de la crítica y la fama del escritor se consolidan abruptamente en 1998, año en que se convierte en el primer escritor chileno en obtener el Premio Herralde de Novela gracias a su obra Los detectives salvajes.

 

En esta novela Bolaño se retrata a sí mismo a través de su alter ego Arturo Belano, compartiendo con su mejor amigo de la vida real, el poeta Mario Santiago Papasquiaro, para el cual utiliza el apodo de Ulises Lima. Después del éxito de los Detectives salvajes, Bolaño se convierte en un referente en la literatura en español. Como dato curioso Papasquiaro falleció el 10 de enero de 1998, poco después de que Bolaño acabara de corregir la novela, y por lo tanto no alcanzó a leerla.

 

Bolaño también escribió el cuento La muerte de Ulises, un spin-off de Los detectives salvajes. Este relato nos reencuentra con Arturo Belano, quien años después de los hechos narrados en la novela, vuelve a México para enterarse que su gran amigo Ulises Lima ha fallecido. Quizás es una forma de cerrar el círculo y la búsqueda de Cesárea Tinajero que ambos emprendieron en el desierto de Sonora.

 

En Barcelona, luego de diez años de luchar contra una enfermedad hepática degenerativa, y a la espera de un trasplante de hígado, Roberto Bolaño murió a los cincuenta años, el 15 de julio de 2003. Estaba casado con Carolina López, con quien tuvo dos hijos: Lautaro y Alejandra. Carolina, su viuda, es su heredera y albacea literaria, y continúo trabajando en la edición de sus obras con Jorge Herralde, el último editor de Bolaño.

 

Es gracias a esto que muchos escritos, cuentos y novelas que tenía Bolaño guardados salen a la luz, entre ellos la novela 2066, que consta de cinco partes que el autor, por razones económicas, planeó publicar como cinco libros independientes para asegurar así, en caso de fallecimiento, el futuro de sus hijos. ​ No obstante, tras su muerte, los herederos ponderaron el valor literario y decidieron editarla como una única novela. Esta novela ganó el Premio Municipal de Santiago de Chile; el National Books Critics Circle Award, y el Premio de la revista Times a la Mejor Novela del Año, entre otras distinciones.

 

En esta semana de duermevela Bolaño fue un gran compañero, a pesar de la violencia, la crueldad y el sentimiento de pérdida de muchos de sus cuentos, al final siempre sobresale lo mejor del ser humano en sus personajes. No es mi intención aburrirlos con una biografía de Bolaño, pero es importante conocer un poco de su historia y sus obsesiones para calibrar el universo de su obra. Así que lo invito querido lector a sumergirse a ese abismo que es la escritura de Roberto Bolaño y disfrutar el trayecto. Mi recomendación, leer Los detectives salvajes y Todos sus cuentos.

 

Poco antes de morir, cuando le preguntaron qué consejo les daría a los jóvenes escritores, recomendó: «Que vivan, que vivan y sean felices».

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