Hace años, cuando al crimen organizado, o a un tercero interesado, le resultaba incomodo algún jefe policial, o incluso un Procurador de Justicia, la receta para hacer que lo destituyeran, o por lo menos lo cambiaran de adscripción, era “calentarle la plaza”.
“Calentar la plaza”, consistía en detonar una oleada de delitos, que iban desde una imparable ola de robos hasta incrementar las conocidas “narco-ejecuciones”, los secuestros y “levantones”.
La consecuencia inmediata por la incidencia criminal eran las protestas de la sociedad y, sobre todo, de las organizaciones empresariales, cuya principal exigencia era mejorar la tarea de las policías.
Más temprano que tarde la receta daba resultados, porque la presión social surtía efectos cuando desde el gobierno estatal se ordenaba el cambio de mandos en las policías o el cese del procurador en turno.
Pues bien, frente al extraño incremento de la inseguridad pública que registra Tamaulipas desde los primeros meses en que inició la nueva administración estatal, encabezada por Américo Villarreal Anaya, cualquiera diría que la delincuencia organizada está queriendo “calentar la plaza”.
La diferencia es que, en aquellos años el crimen organizado buscaba sacudirse a un jefe policial o un procurador incomodo, por lo general porque no aceptaban acuerdos, mientras que ahora el propósito es desacreditar socialmente al gobierno en turno.
Hacer ver inepto o incapaz a un gobierno frente al problema de la inseguridad pública, puede ser algo mucho muy rentable en el desarrollo de una campaña política como la que está por iniciar.
Y es que, resulta muy sospechoso que, luego de al menos cuatro años de haber sido Tamaulipas una de las entidades más seguras del país, de pronto, coincidentemente con el inicio del gobierno de Villarreal Anaya, hayan comenzado a darse episodios de narco-violencia en las principales ciudades fronterizas, y en otras como San Fernando y Ciudad Victoria.
Así ha sido al menos durante el último año y medio y es evidente que la situación escala cada vez más. El mejor referente es Reynosa.
La sospecha de una violencia inducida se fortalece porque, a diferencia con lo que ocurrió en el 2010, cuando el “divorcio” entre las dos células que conformaban el cartel dominante detonó una terrible “narco-guerra” que cobró miles de vidas, ahora no hay razón visible para una confrontación entre la delincuencia organizada.
Si usted se pregunta para qué querría el crimen organizado “calentar la plaza”, le diría que, podría estarlo haciendo por encargo. Le aseguro que hay actores políticos que son capaces de todo, incluso de recurrir a la delincuencia organizada para desacreditar gobiernos frente a los ojos ciudadanos.
Para decirlo abiertamente, con tal de ganar votos en las urnas, hay políticos que son capaces hasta de pactar acuerdos con los narco-grupos. Créalo. Así es.
EL RESTO
¿Y SI DESAPARECIERA EL ITAIT?.- Una cosa es desaparecer el INAI y otra hacerlo con el Itait. Aunque ambos tienen la misma tarea: ser garantes del derecho a la transparencia, el acceso a la información pública y la protección de datos personales, no hay punto de comparación.
El Inai ha construido un prestigio sólido entre la sociedad por los resultados en sus responsabilidades, mientras que el organismo local no ha sabido ganarse la confianza ciudadana porque está convertido en una simple escuelita, dedicada a dar clases de lo que es el derecho a la información en vez de obligar a los sujetos obligados a cumplir la ley.
Por eso, nosotros somos de la idea de que, si desapareciera el Itait, como lo propone una iniciativa presidencial que busca desaparecer todos los órganos autónomos, nada cambiaría. Nadie lo extrañaría.
Con que exista el Inai sería suficiente.
ASI ANDAN LAS COSAS.