diciembre 4, 2024
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Libertad García Cabriales

Cantemos bajo la lluvia

junio 24, 2024 | 269 vistas

La lluvia es gracia. Es el cielo que desciende a la tierra: John Updicke

Muchos poetas han cantado a la lluvia. Y no es para menos. El agua del cielo ha sido siempre un fenómeno asombroso. Desde tiempos inmemoriales, los primeros pobladores de la tierra se aterraban y sorprendían ante los vaivenes del clima. Los truenos, centellas, los eclipses y por supuesto las lluvias torrenciales que desde entonces han sido las más grandes bendiciones para la vida de los humanos. Porque sin lluvia no hay ciclos vitales fundamentales para la sobrevivencia. El agua hace germinar la semilla que ha sostenido a todos los seres vivos por milenios. Ya lo decía el naturalista Henry Beston: el de la lluvia es uno de los tres grandes sonidos elementales de la naturaleza.

El sonido, el aroma, el reverdecer infinito, las bendecidas cosechas. No acabaríamos de nombrar las bondades y la inspiración provocada por la lluvia. Incluida la melancolía, esa nostalgia de las gotas como lágrimas en el canto y la poesía. “Esta tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú”, hemos repetido muchos con Manzanero. Y luego la palabra del gran Prévert: “Y se fue bajo la lluvia, sin una palabra, sin mirarme. Y yo tomé mi rostro entre las manos y lloré”. Lluvia y llanto. Metáfora repetida entre poetas y enamorados. Así el buen Quirarte que bautizó con agua un libro memorable: El peatón es asunto de la lluvia. Todos somos asunto de la lluvia.

Y no podía Borges dejar a la lluvia sin poesía: “Bruscamente la tarde se ha aclarado. Porque ya cae la lluvia minuciosa. Cae o cayó. La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado”. No terminaría de citar a los inspirados hombres y también mujeres motivados por la lluvia. La poeta Nobel por ejemplo que pide el cese del agua ante los ríos crecidos y desbordados: ¡Al Arca! nos invita Wislawa con su poema. Pienso en todos ellos, poetas y poemas, mientras la lluvia canta en mis oídos. Y no todo es pura dicha, por supuesto; hubo que ponerles cubetas a las goteras y en algunas casas y poblaciones padecieron mucho más, pues también las aguas desbordan lo previsto. Porque también surgen enfermedades, baches, socavones y calles intransitables, comunidades inundadas. Gente a la que le llueve sobre mojado. Tenemos sentimientos encontrados ante ciertos sucesos, pero sin pérdidas humanas, a Dios gracias.

Y después de años de sequías, nos llegó la lluvia; llenó nuestros ríos, abasteció las presas, reverdeció jardines, inundó las cascadas y nuestra madre sierra está más bonita. Por fortuna, además, apagó los incendios en diversos puntos del territorio. Bastante falta hacía e inauguró el verano con felices augurios. Ahora viene lo bueno. Esperar las cosechas, pero también cuidar y hacer conciencia. La terrible escasez del líquido vital, los calores extremos son una lección que no se acaba. El daño ya está hecho. Revertirlo es difícil, pero no imposible. De nosotros depende. Para tener años con lluvias, debemos aprovechar y hacer la siembra. Árboles y conciencia. El ciclo de la lluvia es prodigioso, pero los humanos necesitamos cuidar el potencial, respetar, ser humildes, reconocer que nada somos sin la naturaleza.

Y la lluvia también lava, limpia. Y no sólo a la tierra. También a nosotros. Está comprobado. El agua del cielo mejora los ecosistemas y nos brinda bienestar físico y emocional. Contribuye en la calidad del aire y del agua y también alivia el estrés, la tensión y la ansiedad acumulada, sobre todo en temporadas de excesivo calor. Algunos sicólogos incluso hablan de cómo la lluvia es capaz de purificar los pensamientos y sentimientos de las personas. Limpiar nuestro ser. El sólo aroma que provocan las gotas al caer (llamado petricor) es un estimulante asociado con la disminución del estrés y el aumento de la alegría.

Cantemos ahora bajo la lluvia. Demos gracias al cielo, celebremos que la fiesta de San Juan llegó con agua y podremos sembrar y plantar la semilla y los árboles, esperanza verde para todos. ¡Llueve, llueve!, diría Cri-Cri y eso alegra las almas. Tal vez algunos piensen que estos no son tiempos para fiesta. Pero bien decía Steve Allen “la vida no se trata de esperar a que pase la tormenta, sino de aprender a cantar bajo la lluvia”.

 

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