He de confesar que cuando era niña la carta de buena conducta me parecía un mero trámite. Siempre fui alumna de buenas calificaciones y mi conducta fue bastante aceptable, con reportes y llamadas de atención pero nada extraordinario; siempre supe defenderme y siempre tuve buenos argumentos, así que (a pesar de todo) mis cartas siempre fueron de buena conducta.
La realidad es que a veces sentí que este documento era usado como chantaje por algunos profes y eso era molesto; y es que, aunque el condicionamiento en psicología es un proceso muy acertado mediante el cual se efectúa un cambio en la conducta a través de experiencias o la asociación de diferentes estímulos, (en este caso la carta es el estímulo). No siempre una conducta condicionada es lo mejor para un estudiante, hay muchos factores que considerar tanto psicológica, como social y educativamente.
En la actualidad, con la importancia tan grande que se ha venido dando a la educación socio emocional el término “problema de conducta” va en desuso; y es que antes las dificultades de autoestima, rebeldía, ansiedad y algunos trastornos entraban en este rubro. Hoy sabemos que no es así.
Como docentes sabemos que en nuestras escuelas siempre habrá niños que sobresalen de la norma por su comportamiento. Estos niños, niñas y adolescentes son todo un desafío para nosotros que tenemos que comprender y aproximarnos a las posibles causas de dicha conducta, para poder así establecer un método de trabajo que permita a estos alumnos un desarrollo integral al interior del aula.
Como especialista he confirmado que cuánto más pequeño es el niño, más difícil se hace el diagnóstico cuando hay alguna condición, ya que una característica de la primera infancia es que nuestros alumnos son inquietos, impulsivos y hablan todo el tiempo sin saber si realmente ellos escuchan lo que les decimos o las consignas o límites que queremos que acaten.
Existen también algunos problemas de salud mental con cargas emocionales, que provocan dificultades en la adaptación social, y esto lo hemos visto en todos los niveles en aumento después de la pandemia.
Muchas veces, como docentes somos los primeros en identificar “red flags” en nuestros alumnos, algunos elementos que resultan preocupantes, de acuerdo a la experiencia (o “a ojo de buen cubero”) identificamos rasgos que tienen un impacto en el desarrollo esperable de nuestro alumno.
Si un alumno necesita de diagnósticos precisos y tratamientos médicos, psicológico y/o psicopedagógico, los maestros muchas veces nos enfrentamos a la barrera del apoyo que pueden o no brindarnos los padres de familia, por razones económicas, culturales o por desconocimiento. Cuando enviamos a un alumno con un especialista lo único que estamos intentando es mejorar la situación de él y de las personas de su entorno que podrían estar afectadas por el comportamiento del niño o adolescente.
Por ello, ahora considero a la “carta de conducta” como un papel, bien intencionado, sí; pero sin muchas mayores implicaciones a largo plazo. Obtener buena, mala o regular conducta va a depender más del entorno del alumno que de él mismo; impactan aspectos familiares, maltrato infantil o juvenil, abuso, pobreza, alteraciones genéticas, consumo de drogas o alcohol, entre otros, no hay una sola causa que desencadene una problemática sino que puede ser la interrelación de varias de ellas y de experiencias del contexto socio- cultural donde está inserto el alumno que presenta dificultades.
Problemas de conducta no solo son la intimidación, las peleas, las idas de pinta, agresividad y problemas para hacerse de amigos. Cuando los problemas se vuelven más serios podemos encontrar conductas agresivas y hasta perversas para con animales y personas, destrucción de objetos tales como juguetes o útiles escolares, robo, vandalismo, incendios, mentiras, engaños, impulsividad seguida de irritabilidad, en varias oportunidades intervienen en peleas físicas. En este caso ya no solo es trabajo del maestro (y por lo tanto no se va a arreglar con una carta de conducta), sino que requieren intervenciones oficiales y de profesionales de la salud mental.
A medida que nuestros alumnos crecen y no reciben el tratamiento apropiado es posible que tampoco su desarrollo sea el óptimo. Por lo que cuánto más temprano se realice el diagnóstico y tratamiento cuando existe un problemas de conducta, mayores son las probabilidades que tendrá nuestro alumno de aprender mejores técnicas de adaptación y de prevenir algunas de las posibles complicaciones personales y sociales.
De nada nos va a servir que la educación media superior no acepte a un alumno porque no trae su carta, solo es otro motivo para no seguir estudiando. Y de nada nos va a servir no aceptar a un alumno en secundaria porque de primaria no lleva su “buena conducta” cuando la personalidad y autoestima esta en construcción.
¿La carta de buena conducta es como la de no antecedentes penales para aplicar para un empleo?