diciembre 4, 2024
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María José Zorrilla

Cavilaciones de un viaje a la sierra

mayo 26, 2024 | 209 vistas

María José Zorrilla

 

Ayer regresé de un viaje corto a San Sebastián del Oeste a menos de 70 kilómetros de Puerto Vallarta a donde fuimos a celebrar los 15 años de matrimonio de unos entrañables amigos.

Es usual que cada 5 años nos volvamos a reunir con Karlita y Douglas para celebrar su aniversario de bodas realizado precisamente en este pueblo serrano donde el clima, arquitectura y diseño difieren absolutamente de todo con Puerto Vallarta. San Sebastián fue fundado en 1605 y ya no es el boyante pueblo minero de hace 100 años que llegó a tener cerca de 20 mil habitantes. Hoy día no rebasa los siete mil. Puerto Vallarta fue fundado en 1851 y a 173 años de su nacimiento está muy lejos de aquella ranchería de mediados del siglo XIX con apenas un puñado de casas. Según el censo del Inegi en 2014 contaba con una población de 202 mil, 120 y muy probablemente hoy día seamos más 350 mil. Recorrer ese camino a la montaña es ya un gozo al ir cambiando la panorámica del típico bosque sub tropical caducifolio a una panorámica de mesetas, pinos, encinos y árboles frutales que se van mezclando con sembradíos de raicilla, una variante del agave tequilero de donde recientemente se obtiene una bebida ya acreditada con denominación de origen en varios municipios de esta zona de Jalisco. Para el vallartense darse estas escapadas de fin de semana son todo un gozo y un quiebre completo con el bullicio de la ciudad. Y en estas fechas poder huir de los bombardeos de campañas, debates y llamadas de call centers para conocer nuestras preferencias electorales. El festejo fue único y original como lo es la personalidad de Karlita, disfraces, fogata, disco, comer, beber y compartir en este mágico reducto del pasado con callecitas de burdos empedrados, techos rojos, hermosa iglesia y casonas viejas reformadas como la casa Milagritos de nuestra amiga Lupe Wulff. Mucho nos sorprendió que el cambio climático también le ha llegado fuerte a San Sebastián que por primera vez en muchísimo tiempo la temperatura rebasó los 30 grados al mediodía cuando la media es de 26. La transición del paisaje de montaña al costero resultó en esta ocasión bastante menos contrastante porque imperaba un común denominador, la sequedad de la tierra y las ramas de muchos árboles ya en posición para perder su color y su follaje de primavera. México está que arde y entre las ciudades que llegaron a su tope máximo figuran Ciudad Victoria con 47.4 grados, Guadalajara con 40.5, Durango 40.3, Ciudad Valles con 50 grados Celsius y en Mérida hubo una sensación térmica de 56.5 grados. El país es una caldera y en el plano político las cosas no están mejor. Son 5 las olas de calor pronosticadas, llevamos tres y faltan 2 para junio que, aunadas a la elección en el tempranero domingo de junio, estamos ante dos hogueras impensadas.  Las dos requieren especial interés. La de corte político puede ser de absoluta ruptura con lo hasta ahora conocido, pero podría tener un mejor final sí las votaciones superan los 64 por ciento del padrón electoral y quien resulte con el triunfo tenga un amplio margen para que no queden dudas. La otra hoguera tiene varias explicaciones que, si es la transición del fenómeno de El Niño a la Niña, que, si es algo anormal, o simplemente es un rodeo para no reconocer que el cambio climático nos está quemando vivos. La falta de agua, la sequía y el calor extremos son ya síntomas muy graves del calentamiento global al que todavía no se le presta la atención debida. Muchos andan distraídos tratando de encontrar agua y aire en planetas lejanos cuando hay mucho por hacer para salvar nuestra todavía vituperada tierra. Esperemos que al menos en nuestro país podamos empezar a tomar acciones para enfrentar los cambios de todo tipo. Es un hecho que la realidad nos ha alcanzado.  Ir a votar no es como la escapada de fin de semana a otro ambiente de manera temporal. Hay que razonarlo muy bien, porque podemos enfrentar algo difícil de asimilar, una hoguera difícil de apagar y que dure bastante más que un sexenio. Puede incluso durar toda una vida.

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