abril 10, 2025
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Alfredo Arcos

Cien años de soledad

diciembre 20, 2024 | 272 vistas

En mayo de 2017 cuando se cumplían cincuenta años de la publicación de la novela “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez, escribí estos versos: “Doblo la dócil página/ ajenos al tiempo y sus mudanzas/un pelotón y un Aureliano/ y las cíclicas balas/ El costillar de un galeón español/ sobre un campo de amapolas/ Los restos de Melquíades/ donde los médanos de Singapur/ Remedios/ al sopor de las dos de la tarde/ Transcurrido medio siglo/ en Macondo no ha cesado de llover”.

Era claro que lo que pretendía no era otra cosa que dejar constancia del gusto por el libro que catapultó a escala mundial la fama del colombiano. Cuando a Borges le preguntaron su opinión por este clásico, dijo en modo cáustico, palabras más, palabras menos, “Cien Años de Soledad es una gran novela, aunque creo que con cincuenta años hubiera sido suficiente”. A contrapelo de la gracejada del talentoso argentino (con quien de mil amores soy indulgente), uno de los lectores atentos que ha tenido esta obra, Mario Vargas Llosa, cita un par de aspectos atendibles: “Cien años de soledad es una novela total, en la línea de esas creaciones demencialmente ambiciosas que compiten con la realidad real de igual a igual…Otra expresión de esa

totalidad es su accesibilidad ilimitada, su facultad de estar al alcance, con premios distintos pero abundantes para cada cual, del lector inteligente y del imbécil, del refinado que paladea la prosa, contempla la arquitectura y descifra los símbolos de una ficción y del impaciente que sólo atienden a la anécdota cruda… Cien años de soledad es uno de los raros casos de obra literaria mayor contemporánea que todos pueden entender y gozar”.

Vargas Llosa tiene razón. No sé usted, pero yo conozco a más de uno que puede recitar, de corrido, el famoso inicio de la novela: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Si a esos mismos lectores les solicito opinen sobre, digamos, Paradiso, de José Lezama Lima, enmudecen. Hay que reconocerle a García Márquez el mérito de gustarles a todos.

En “Cien años de soledad” se cuenta la historia de un lugar, Macondo, y de una familia, la fundada por José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán. Con la relectura, me queda claro que Úrsula es el axis mundi de esta historia; a partir de cierto momento José Arcadio es un cero a la izquierda, su comunicación es impenetrable para el resto (habla en latín), enloquece y es atado a un castaño.

La obra cumbre del realismo mágico vuelve a figurar por la miniserie que Netflix estrenó este diciembre. Mi recomendación: espere un poco para verla, primero lea el libro, se hará un gran favor. Ahora bien, si ya lo leyó y vive en Nuevo Laredo, opte por ir

a la Villa Navideña del Parque Viveros, ahí encontrará mejores motivos para el asombro.

Doy por hecho la exponencial popularidad de don Armando Fuentes Aguirre, Catón, habré, en consecuencia, de bajarle una rayita al tema; dicho lo cual, a mis desconocidos tres lectores, ¡les deseo una muy Feliz Navidad!

 

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