Libertad García Cabriales
Querido y admiradísimo ingeniero:
No es usual escribir cartas para quienes han partido de este plano, pero como mis maestros me enseñaron que la historia es hacer vivir de nuevo, esta misiva tiene una intención, expresarle a usted, principalmente como tamaulipeca, mi gratitud y reconocimiento por haber sido un extraordinario gobernador de nuestra heroica. Además, haber puesto muy en alto a Tamaulipas con sus enormes aportaciones en diversos entornos nacionales e internacionales. Usted ha sido el gobernante más culto sin duda, un espíritu renacentista que habitó en el siglo XX, quizá para demostrarnos que el servicio público y el ejercicio de la política pueden ser inteligentes, honestos y con resultados trascendentes.
Además, ha sido considerado usted como el más grande epistológrafo de México. Miles de cartas escritas donde se retrata de cuerpo entero: un erudito, un profesionista disciplinado y con una energía creativa impresionante. No juzgue usted mi terrenal misiva con severidad. Ya sé, tenía usted fama de muy estricto, rigorista. Pero debo decir que también supo ser compasivo, sensible y comprensivo. Humano como todos, con aciertos y desaciertos, pero igualmente un humanista excepcional, capaz de la grandeza destinada sólo a elegidos. No en vano cultivaba lo mismo la tierra que el espíritu. Le confieso Don Marte: lo más fascinante para mi es abrevar en ese ser multifacético; lo mismo técnico agrícola, político, financiero, diplomático, funcionario, mecenas del arte, promotor del deporte, historiador, crítico de arte, lector insaciable. Y todo en grande
¿Sabe ingeniero? Algún día le pregunté a su amada esposa, Hilda Leal, como hacía usted para lograr tanto y me respondió: se daba tiempo para todo, ocupaba casi todas sus horas en prepararse y actuar porque amaba su familia, su estado, su país y quería entregarles lo mejor de sí mismo. A cinco décadas de su fallecimiento, puedo asegurarle que lo consiguió cabalmente. Este 16 de diciembre se cumplen 50 años sin usted ingeniero. Pero llenos de su presencia a través de pensamiento, obras y acciones. Seguro le rendirán un digno homenaje; en lo personal lo he honrado más de veinte años estudiándolo, quitándome el sombrero, llenándome de asombro en cada descubrimiento acerca de su ser y proceder.
Permítame contarle, hace unos meses y en el marco de este Cincuentenario, presenté mi libro acerca de su obra entre la belleza arbolada de Chapingo, un homenaje entrañable donde con los cadetes y su redoble de tambor, sentimos su esencia y presencia admirado ingeniero. Usted alguna vez dijo que honrado, “lo que se dice honrado”, se había sentido sólo dos veces, una cuando dirigió la Escuela de Agricultura en Chapingo y otra cuando gobernó Tamaulipas. En ambos espacios está su recuerdo, su ejemplo de hombre probo, su impresionante obra de gobierno y su amplia cultura.
Cultivarse es revolucionario, dice bien Edgar Morín. Usted reflejó ese enunciado literal y metafóricamente. Porque se cultivó para cultivar y generar condiciones nutricias para los demás. Pues fue también un filósofo, un pensador que supo cultivar bien su jardín, como quería Voltaire. Ese jardín donde abarcó tanto y en nuestro Tamaulipas florece todavía con monumentales obras, bellas escuelas, procesos transformadores y acciones humanistas a través de inclusión, apoyos y educación para los más necesitados. Porque usted bien supo que otorgar justicia a los desposeídos era lo mejor para todos, para construir paso a paso una sociedad en armonía.
Ahí están los testimonios para afirmarlo. Su defensa del federalismo desde el gobierno de Tamaulipas, pero también como Secretario de Estado, pensando siempre en su matria y su patria. Además, sus sabores y saberes fueron reconocidos más allá de nuestras fronteras, como embajador, promotor del deporte y coleccionista de arte. No en vano es el único servidor público en la historia al que un grupo de artistas (los mejores), le ofrecieron un homenaje en 1947 para reconocer sus aportes como promotor y sustentador del arte y la cultura. Nunca nadie más lo ha recibido ingeniero. Lo comprendí cabalmente hace unos días en un significativo homenaje en el fascinante Palacio de Bellas Artes, donde tuve el honor de participar junto a distinguidos historiadores del arte. Un Homenaje muy digno organizado por la casa grande de las artes nacionales donde se puso de manifiesto también la grandeza de su obra a través de la promoción de los monumentales murales de Diego Rivera, su gran amigo, en Palacio Nacional, en Palacio de Bellas Artes, en Chapingo y otros espacios emblemáticos. Además la generosa donación de su Colección Diego Rivera al pueblo de México, esa valiosísima obra que fue admirada en la Pinacoteca de Tamaulipas en el 2016 gracias a la generosidad de las instituciones y especialmente de su familia, quienes además donaron al estado su maravilloso Fondo Documental, un tesoro de incalculable valor.
50 años sin usted ingeniero y ya estoy abusando del espacio, pero podría seguir escribiéndole tantas cosas en este significativo aniversario Su familia me ha platicado que esa mañana de diciembre se levantó muy bien y fue a trabajar como siempre. En su escritorio se desplomó, después de mirar el reloj para acudir a una comida. El reloj que marcaba ya el término de su tiempo terrenal. Pero deje decirle, por último: sigue usted vivo ingeniero. Su obra humanista es un ejemplo para el presente y su esencia revive cada vez que lo nombramos, cada vez que un joven consulta sus archivos, cada vez que un niño contempla los murales del gran Diego, cada vez que un campesino cultiva su tierra. La Rotonda de las personas ilustres de Tamaulipas recibió sus restos en el año 2010, precisamente un 16 de diciembre. Ahí estaremos este año si el cielo lo permite, para decir muy en alto: Gobernador Marte R Gómez: ¡Presente!
Lo abraza hasta su estrella del eterno oriente, su aprendiz e historiadora: Libertad García Cabriales.