¡Vaya viaje al pasado, a esos días gloriosos de secundaria, la gloriosa generación XXV de La Salle! Decidí aventurarme en la materia opcional de Agropecuarias, y no pude haber elegido. En esos años, aprendí a cosechar rábanos jugosos y a mantener mis plantas vivitas y coleando, ¡nada de matas secas en mi historial! Pero, hablando de cracks, mis buenos amigos se llevaron el trofeo: Fabián Balandrano, el rey del Brangus, cría vacas que dan cortes de carne espectaculares, lo mejor que se puede adquirir en el mercado. Y qué decir de mi amigo Javier Castañeda, ¡una eminencia en reproducción animal! La semana pasada anduvo echando la mano a la Secretaría de Desarrollo Rural para darle un mega impulso al Centro de Capacitación en Mejoramiento Genético de Ganadería en Tamaulipas. Gracias a estos excepcionales amigos, pronto estaremos saboreando unos Rib Eyes de campeonato. ¡Salud por ellos y por los buenos cortes!
¡Queridos lectores, agárrense que el agua se nos va como arena entre los dedos! Corría la década de los ochenta, y yo, un chamaco embobado con las películas de Mad Max, veía en la tele un futuro de salvajes peleando por gasolina. Años después, la saga dio un giro macabro: ahora los humanos se matan por agua. ¡Agua, señores! Ese líquido que mi papá, con su voz de profeta, me ordenaba cuidar: “Manolo, cada minuto que dejas la llave abierta es un vaso que le robas a tus hijos”. Y cómo me taladran esas palabras cuando veo a la vecina regando la banqueta como si fuera jardín, al cuate lavando su carro para que mañana lo ensucie el polvo, o las fugas que inundan las calles mientras la línea de la COMAPA Aquatel nadie te contesta.
En México, el agua no es un chiste. Vivimos de tandeo en tandeo, con sequías que queman y un Tratado de Aguas de 1944 que nos tiene de rodillas. Ese pacto obliga a Tamaulipas, Chihuahua y Coahuila a soltar 2,158 millones de metros cúbicos cada cinco años para el buen Tío Sam, desde el río Bravo. A cambio, los gringos nos mandan 1,850 millones de metros cúbicos al año del río Colorado. Suena a buen negocio, pero cuando la tierra se agrieta y los rancheros gritan “¡ni una gota más!”, el pleito se pone color de hormiga. Y no es solo con los vecinos del norte. Aquí, las pipas de COMAPA son asaltadas por colonos desesperados que llenan sus tinacos, dejando a otras colonias con la lengua afuera. ¡Es una bola de nieve que nos va a enterrar!
Me pongo a pensar, como en esas noches de insomnio: ¿qué hago si me quedo sin agua? ¿Raciono gotas para mis hijos? Por eso me eche un clavado en la súper carretera de la comunicación a buscar soluciones, porque, ¡válgame!, las autoridades no mueven un dedo.
Encontré maravillas: cazadores de niebla, unas telas que se ponen en los cerros y chupan el aire para sacar hasta cinco mil litros al día, esto se ha implementado en lugares como ciudades costeras de África y el desierto de Atacama con grandes resultados. O las desalinizadoras de Arabia Saudita, que convierten agua salada en dulce con un chorro de energía. Hasta la captación de lluvia, que guarda el agua de tu tejado. Le pregunté a un tipo de Conagua si acá hacíamos eso, y me miró como si le hablara en chino. En una ciudad donde el tandeo es nuestro pan de cada día, deberíamos estar brincando con esas ideas.
Pero no todo es calamidad, ¡eh! En Tamaulipas, Pedro Cepeda Anaya, la cabeza de Obras Públicas, está haciendo lo que pocos: cavar el pozo antes de la sed, como decía el viejo proverbio chino. En la zona de COFRADES, se trae un proyecto que almacenará 5,000 metros cúbicos de agua potable, dándole un respiro al acueducto Guadalupe Victoria. Son 50 millones de pesos bien puestos, no como las “trampuchetas” de otros. Yo digo: ¡que hagan cuatro más de esos sistemas! Que cada colonia tenga su reserva para no andar mendigando. Eso es pensar en grande, no como los que esperan la sed para correr por la cubeta.
Queridos lectores, las palabras de mi papá no eran de a gratis: “Cuida el agua”. En este México de sequías, pleitos por el río Bravo y pipas asaltadas, cada gota es vida. No podemos seguir tirándola como si sobrara. Cierren la llave, reporten las fugas, y grítenle a Comapa y Conagua que se pongan las pilas. Apoyemos proyectos como el de Cofrades y soñemos con cazadores de niebla en cada cerro. Porque, como decía mi viejo, el pozo se cava antes de que la sed te queme la garganta. Si no actuamos, después será demasiado tarde.