Si existe magia en este mundo, esta se encuentra en el agua: Jean Cousteau
El agua es la semilla de todo lo que vive. En el agua estuvimos aún antes de nacer, con el agua crecimos y sin el agua moriríamos sin remedio. Piense usted la presencia del agua en su vida y lo confirmará. Inundando nuestro cuerpo en más del 70 por ciento y cumpliendo funciones orgánicas fundamentales, el agua es imprescindible en nuestro ciclo vital. Considerada como la primera fuerza creadora, el vital líquido nos recorre y nos habita. Porque dentro y fuera de nuestro cuerpo, el agua es presencia y esencia permanente.
Pienso en mi niñez rodeada de aguas reflejadas en mis pupilas y reafirmo la esencia del líquido vital. Los ríos que bañaron mi piel infantil, el húmedo paisaje de una ciudad definida en sus canales y el feraz trópico de lluvias recurrentes. Agua en la feliz memoria de la infancia y agua también en el cerebro que me dicta estas líneas mediante misteriosos procesos biológicos. ¿Sabía usted que el 90 por ciento de nuestro cerebro está compuesto de agua y es el principal vehículo de las transmisiones electroquímicas con las que surge el pensamiento y navega la imaginación?
Agua, siempre agua. En el mar, en los ríos, en el hielo, en la lluvia, en nosotros. En nuestra boca, en nuestros ojos, en nuestra sangre. Agua en la palabra, en el beso, en nuestras lágrimas. Aguas tranquilas, arrebatadas, destructoras, relajantes, memoriosas. El agua como origen y destino. Desde que Tales de Mileto la concibió como principio de todas las cosas, el agua ha sido presencia imprescindible en las civilizaciones humanas y esencia de todas las culturas. Como la bella Afrodita que surgió del mar, las grandes corrientes culturales crecieron junto a las aguas. No concebimos a los egipcios sin el Nilo, a los griegos sin el Egeo ni a los judíos sin el Jordán. Imposible pensar a la gran Tenochtitlan sin su impresionante sistema lacustre. Y a Tamaulipas sin el Pánuco y sus ramales.
El agua además transporta nutrientes, alimenta los ecosistemas y nos revitaliza y purifica en su fluir constante. Agua que es prueba rotunda del milagro de la vida manifiesto en los trillones de células enlazadas en un organismo y multiplicadas en los ecosistemas. Cadenas vitales donde los árboles son fundamentales pues no hay lluvia sin árboles ni árboles sin lluvia. El agua y lo árboles se benefician mutuamente y nos benefician a todos. La lluvia es el resultado de complejos procesos biológicos en los que los árboles son actores fundamentales. En cada bosque, en cada árbol, en cada hoja está inscrito el mensaje de la vida, de nuestra vida. En la naturaleza todo está enlazado, lo mismo las selvas del Amazonas que los árboles que tenemos en nuestra banqueta.
Y si la sequía, cual plaga del Apocalipsis nos amenaza, si la lluvia se niega a realizar su abundante danza milagrosa con los árboles, si los incendios nos dejan sin bosques, es porque nosotros hemos amenazado la cadena de la vida permitiendo la devastación. Nuestro país ha perdido gran de la superficie arbolada en los últimos cuarenta años. Esta absurda depredación, entre otras cosas, está causando que las grandes nubes no puedan encontrarse y lograr a la lluvia llegar a la tierra. Sequía que nos afecta a todos y empieza ya a manifestarse en cortes del vital líquido y campos secos, sedientos.
Con la sequía la tierra se agrieta, se arruga como la piel de los muchos rostros preocupados por la ausencia de agua. Con la sequía nuestros jardines se marchitan y los paisajes regionales semejan desolados desiertos grises y yermos. Con la sequía los pastizales son campos propicios para el incendio y las altas temperaturas convierten a nuestros pueblos en infiernos terrenales. ¿Hasta cuándo entenderemos el mensaje que la tierra nos envía con la falta de agua? ¿Hasta cuándo seguiremos talando los árboles irracionalmente sin medir las consecuencias de nuestros actos? ¿Hasta cuándo desperdiciaremos nuestro más vital elemento?
Es imprescindible hacer conciencia en lo individual, en nuestra familia, en comunidad: ¿cómo podríamos vivir sin agua? Ya nos ha tocado vivirlo, padecerlo, en años pasados con terrible escasez y ahora empieza a manifestarse otra vez. Así en muchas partes del mundo y por desgracia la inconsciencia es la constante. Todavía no aprendemos a valorar, a cuidar lo esencial. ¿Qué sería de nosotros sin mares, sin ríos, sin lluvia? ¿Cómo articular palabra, cómo llorar, cómo un beso sin las bondades del agua? ¿Cómo vivir sin la gota que suda nuestra frente? ¿Cómo podríamos vivir sin agua?
Sin agua la vida es imposible, ojalá lo recordemos siempre. Mientras escribo, veo en el pronóstico la posibilidad de lluvia para los próximos días y miro mis ojos al cielo agradeciendo de antemano. Tal vez no sea la solución a nuestros problemas, pero puede ser un buen principio para hacer conciencia de la fundamental importancia del agua en nuestras vidas. Quiero pensar que aún estamos a tiempo. Mañana sería demasiado tarde.