Con apenas 32 años –hoy ya son 45–, quien escribe esta columna tomó la firme decisión de emigrar a Canadá. Familiares lejanos, que ni siquiera había conocido en persona, más allá de interacciones en redes sociales me abrieron las puertas de su casa y facilitaron los trámites migratorios para que pudiera trasladarme a la capital y residir, estudiar y trabajar en Ottawa, una ciudad, que, aunque pequeña, alberga la capitalidad de este amigable país. He de confesar que el miedo que sentía entonces ante el inminente shock cultural y lingüístico, aunque hablaba el inglés como segunda lengua, se desvanecía ante lo que para mí sería la aventura de mi vida. Las razones que me llevaron a tal decisión eran una mezcla de miedo ante la situación de violencia que privaba entonces en nuestro territorio y un deseo genuino de vivir a plenitud mi opción por la libertad de ser quien soy: un hombre gay, en aquel momento aún reprimido y bajo cierta clandestinidad por miedo al prejuicio que creía ver impuesto sobre mí desde mi propia diferencia.
Mis memorias de esos días están llenas de amistad, cariño, aceptación, respeto y dignidad. Aunque siempre he contado con una familia y amistades cercanas y comprensivas, debía dar ese salto que me llevó a explorar otras realidades. Durante una visita en que acompañé a mis primos a Toronto, la ciudad canadiense más grande y cosmopolita, fuimos de paseo por una zona de la urbe considerada espacio para la diversidad LGBTIQ* y, luego de caminar largas cuadras, hicimos una pausa para descansar en una librería-café. Ávidamente, curioseé entre las secciones de libros, una de mis aficiones, hasta dar con un apartado que decía “espiritualidad LGBTIQ+”. Ahí la más grata de las sorpresas hasta ese momento y el detonador de mi acercamiento a obras que ni siquiera imaginaba existentes. Me hice con dos textos que poderosamente despertaron mi curiosidad: uno que motivó el origen de esta serie sobre la vivencia de las espiritualidades desde la diversidad sexual, “Fuera en Tierra Santa. Meditaciones sobre la Espiritualidad de los Hombres Gay”, de Donald L. Boisvert (1951-2019, Montreal, Canadá), al que dediqué parte de mi colaboración anterior, y “Dando una oportunidad a Dios. Liberar la Teología para Gays, Lesbianas y sus Parejas, Familias y Amigos”, escrito por el sacerdote jesuita John J. McNeill (1925-2015, Buffalo, EUA). Recuerdo apenas llegar a la casa donde nos hospedábamos comenzar a hojear esos libros y descubrir en ellos posibles respuestas a inquietudes espirituales que habían asediado mi mente por años y años desde que abandoné la vida religiosa: ¿soy digno del amor de Dios?, ¿las escrituras realmente condenan lo que soy y que quiero pensar como un caso fortuito e inequívoco de la naturaleza? Y, ciertamente, ahí estaban algunas de esas contestaciones que anhelaba encontrar.
Todavía en el marco del Día Internacional del Libro 2024, que se celebró apenas el martes pasado, intentaré comentar para usted, querido lector, algunas claves que nos ayudarán a entender y acercarnos al segundo de los textos que menciono. Empezaré por contarle un poco quién fue John J. McNeill, para ello recomiendo el documental que lleva el nombre de su libro, filmado en 2011, y que en 54 minutos nos acerca a la figura trascendental y valiente que representa este teólogo y audaz defensor de los derechos de la comunidad LGBTIQ+, en especial quienes confesamos la fe cristiana, dirigido por Brendan Fay.
Es de resaltar el rol que desempeñó McNeill como héroe y pionero del movimiento internacional LGBTIQ+ en la lucha por los derechos civiles. Indudablemente, el retrato del autor, que dejó este mundo a los 90 años, es de inspiración por tratarse de una vida que lo llevó desde Buffalo, Nueva York, siendo muy joven, a padecer los estragos de ser prisionero de guerra en la Alemania nazi, para después contribuir a la academia en sus años de catedrático jesuita de la Universidad Le Moyne. Además de unirse al movimiento pacifista contra la guerra de Vietnam, lideró la defensa de los derechos de la diversidad sexual, a la vez que fue un amoroso compañero de vida para su pareja y después esposo, Charles Chiarelli, durante 47 años. Fue autor de trabajos que cuestionaban los paradigmas de la espiritualidad, tendiendo un puente para que las comunidades, históricamente marginadas, pudieran acercarse a lo que hoy se denomina espiritualidades queer. Fue fundador del grupo de católicos LGBTIQ+ Dignity (Dignidad en español) en Nuevo York y encabezó la lucha a favor de las personas que vivían con el VIH en medio de la crisis sanitaria de los 80. Rehusó callarse y continuar su defensa de la dignidad como condición indispensable para la igualdad de derechos, pese a las constantes advertencias del Vaticano y la propia Compañía de Jesús, que terminó por expulsarlo del sacerdocio jesuita. Fue nombrado Gran Marshall de los Derechos LGBTIQ+ en la marcha del orgullo gay de Nueva York en 1987, entre otros reconocimientos a su importante labor como activista y defensor de los derechos de las minorías sexuales.
El testimonio de vida de McNeill es vigoroso y de tal amor, fe y perseverancia de cara a la opresión y el rechazo que su obra “Dando una oportunidad a Dios. Liberar la Teología para Gays, Lesbianas y sus Parejas, Familias y Amigos”, publicado por primera vez en 1988 y reeditado y revisado en 1996, resulta útil para quienes deseen abordar el autorreflexión de un hombre que expresa su propia lucha por aceptar su diferencia con la gratitud del que lo considera un regalo de Dios. Los años de experiencia y entrenamiento como psicoterapeuta le permiten combinar sus percepciones de la psicoterapia y las espiritualidades con la finalidad de brindar un apoyo a los lectores para superar la propia homofobia internalizada, la vergüenza, la culpa o el miedo que proceden de su educación religiosa y cultural y de los prejuicios familiares. Se trata, explícitamente, de un libro espiritual, que, no por casualidad, culmina cada capítulo con una oración que desborda un mensaje claro de auto amor y aceptación y que convierten cada página en una oportunidad de progreso en el camino hacia la auto liberación.
En mi próxima entrega, estimadx lector, quisiera acercarlx a otros recursos, que, aunque no necesariamente bibliográficos, abren la puerta digital de las espiritualidades. Hablaré, siempre contando con la amabilidad de su tiempo, de quienes, desde las comunidades digitales, ofrecen perspectivas sobre la vivencia de lo espiritual, tanto en este como en otros continentes. Recuerde que mi correo electrónico está a su entera disposición y donde espero leer sus comentarios: [email protected].