Catón.-
Noche de bodas. El novio, que trabajaba en cosas de radio, se
presentó al natural ante su desposada, y mostrándole sus músculos le dijo,
jactancioso: «¡Mira! ¡Cien mil watts de potencia!». Replicó ella: «Cien mil
watts de potencia, ¿y con esa chinchurrienta antenilla?».
En la estación Victoria el genial detective Sherlock Holmes le comentó a su
fiel amigo Watson: «¿Ve usted a esa mujer del vestido verde que viene hacia acá?.
Parece muy decente, pero bebe como cosaco, gasta como loca, es capaz
de jugar sus calzones a las cartas y tiene por lo menos media docena de
queridos». «¡Caramba! -exclamó con admiración el doctor Watson-. ¿Todo
eso puede decir usted de esa mujer con sólo verla?».
Explicó el genial detective Sherlock Holmes: «Es que es mi esposa»…
Todos sabemos lo que es un cabrón, pues con muchos nos hemos topado,
pero hasta hace poco supe lo que es un crabrón. Es una avispa grande un avispón.
A cierto señor de edad madura uno de esos feroces insectos le picó en su atributo
masculino. La picadura le provocó intenso dolor e inflamación muy grande.
Acudió con un doctor y le pidió: «Quíteme el dolor, médico. La inflamación
déjemela, por favor». Tengo catarro. Sé que eso es nada, y que a nadie le
interesa, pero yo me siento miserable. Me duele la cabeza; me lagrimean
los ojos; me fluye la nariz; a cada paso toso y estornudo. Tengo además
todos los síntomas que Chejov puso a su personaje Lomov en la deliciosa
comedia «Petición de mano»: las sienes me palpitan; el cerebro me estalla;
el corazón acelera sus latidos; me falta la respiración. En esas condiciones
no debería yo escribir. Pienso que Edgar Allan Poe tenía catarro cuando
escribió «El cuervo», y lo mismo Horacio Quiroga al imaginar «El almohadón
de plumas». El catarro te pone de un humor de los mil diablos, te quita
cualquier asomo de benevolencia y te da la idea de que todo el universo
está en tu contra. Entonces eres capaz de decir, por ejemplo, que Arturo
Zaldívar salió de la Suprema Corte en forma desairada, por la puerta
trasera, la reservada al personal de servicio. En otro tiempo el ministro
llevaba una buena hoja de servicios, pero se olvidó de ser jurista y se volvió
político. Eso lo perdió; lo llevó a hacer daño a la importante institución que
en aquel tiempo presidía, y a lesionar su dignidad y su prestigio.
La ambigüedad que mostró cuando la voz de su amo le ofreció la ilegal
posibilidad de alargar la duración de su cargo lo hizo claudicar. De ahí su
evidente parcialidad en favor de las iniciativas de AMLO, las más de ellas
alejadas de la legalidad y la razón. En vez de servir a México prefirió servir a
un hombre. Y, lo peor de todo, a un hombre que abiertamente ha
proclamado su desprecio por la ley y las instituciones. Ahora Zaldívar,
movido por quién sabe que ambición, se mete en un terreno que ni conoce y
donde es desconocido. Me pregunto si sueña acaso con otra presidencia
más grande, y por eso se lanza al palenque de la politiquería, tan bajo en
relación con la alta dignidad a la que renunció. Llega a ese campo sin el
respeto ni de los de adentro ni de los de afuera. Eso le pesará en su camino
y en sus intenciones. Muy bien podría decir: «Todo se ha perdido, hasta el
honor». Claro: le darán un premio por su sumisión; alguna chamba ajena a
su talante en la cual aportará lo que López espera de los suyos: 10 por
ciento de capacidad y 90 por ciento de incondicionalidad. Será una
corcholata de la corcholata.
Todo esto que he dicho, quizá demasiado áspero y ríspido lo escribí porque
tengo catarro.Pero ahora que lo releo me doy cuenta de que igual lo habría
escrito sin tener catarro. FIN.
MANGANITAS
Por AFA.
«. Abrirán ‘parcialmente’ los hoteles de Acapulco.».
Desde ahora puedo afirmar,
como cosa bien segura,
que la citada apertura
comenzará por el bar.