La crisis del desabasto del agua cada vez se agudiza más.
El llamado “día cero” está por llegar y las soluciones a este problema siguen analizándose sin darse cuenta que la bronca ya le pisa los talones.
Aquí no importa el color o la ideología. Debe haber, si es que en realidad están preocupados por la gente, una coordinación en todos los niveles y olvidarse de cuestiones electorales.
Una posible solución es la construcción de una planta desalinizadora que, si bien es una obra muy cara, puede hacerse con inversión pública y privada, incluso no solo de Tamaulipas, sino de hasta cinco entidades.
Es esencial para enfrentar esta crisis, especialmente en regiones costeras o con acceso limitado a fuentes de agua dulce.
La desalación, que convierte agua de mar en potable, ofrece una solución sostenible para muchísimo tiempo, crucial en un contexto de cambio climático, crecimiento demográfico y urbanización.
La inversión pública es fundamental para garantizar que el acceso al agua desalinizada sea equitativo, beneficiando a toda la población.
Los gobiernos pueden proporcionar subsidios y financiamiento a largo plazo, mitigando el alto costo inicial de construcción de estas plantas. Además, la participación del sector público asegura el cumplimiento de normas ambientales y de salud, protegiendo tanto a las comunidades como al medio ambiente.
Por otro lado, la inversión privada aporta innovación y eficiencia. Las empresas privadas tienden a introducir tecnologías avanzadas y métodos de gestión eficientes, lo que puede reducir los costos operativos y mejorar la eficacia de las plantas desalinizadoras. A ellos también les conviene.
Además, el sector privado tiene incentivos económicos para recuperar su inversión mediante tarifas y servicios, promoviendo la sostenibilidad financiera del proyecto.
La rapidez en la ejecución de proyectos privados, debido a procesos menos burocráticos y mayor flexibilidad, es otro beneficio significativo.
Ejemplos exitosos de plantas desalinizadoras que combinan inversión pública y privada incluyen la planta de Sorek en Israel y la planta de Carlsbad en California, EUA, entre otras. Estos proyectos demuestran cómo la colaboración puede enfrentar eficazmente la escasez de agua.
Una planta desalinizadora es una estrategia prometedora y necesaria, garantizando acceso equitativo. Ya no lo “analicen”. Háganlo.
EN CINCO PALABRAS.- Está en sus manos, gobernantes.
PUNTO FINAL.- “No hay agua más cara que la de los tandeos”: Cirilo Stofenmacher.
X: @Mauri_Zapata