abril 2, 2025
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Alfredo Arcos

Cuauhtémoc

marzo 14, 2025 | 74 vistas

Los antiguos nos heredaron una locución latina, omen nomen, que significa algo así como que el nombre es una señal. Por mucho tiempo el nombre de Cuauhtémoc, último tlatoani azteca, se tradujo como un presagio de su derrota “águila que cae”. Ahora, a medio siglo de su muerte, sabemos que el sentido puede ser otro.

El pasado 28 de febrero conmemoramos quinientos años de su muerte. La víspera del aniversario, El diario Reforma publicó una nota en la que Miguel Pastrana, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, sostenía que en la traducción del nombre debemos atenernos a la etimología. Leyendo en náhuatl, nos dice, “… su nombre, que se compone del sustantivo cuauhtli, águila, y de temoc, forma del pretérito del verbo temo, que significa bajar o descender. Así el nombre significa bajó o descendió como águila”. El matiz es importante porque no es lo mismo caer que descender. Como no es igual un águila que se despeña a un águila que desciende para atacar a su presa. Por ello, para Pastrana, el sentido del nombre sería: “aquel que ataca, que defiende, que combate a la manera de un águila, que asemeja a un águila”.

Como sabemos, una vez abatidos Moctezuma y Cuitláhuac será Cuauthémoc quien plante cara a los españoles comandados por Hernán Cortés, empeñados en la conquista de la gran Tenochtittlan. Cuando ya es inminente la victoria española, nuestro héroe huye en una piragua, pero es interceptado. Una vez en presencia de los vencedores, de acuerdo a lo relatado por Hernán Cortés en su Tercera Carta de Relación, sucedió lo siguiente: “llegose a mí y díjome en su lengua que ya él había hecho todo lo que de su parte era obligado para defenderse a sí y a los suyos hasta venir a aquel estado, que ahora hiciese de él lo que yo quisiese; y puso la mano en un puñal que yo tenía, diciéndome que le diese de puñaladas y le matase…”.

En vez de matarlo, Cortés ordena se le torture para que revele el sitio donde encontrar un anhelado tesoro. (Recordemos que los españoles sabían de su existencia por los regalos que Moctezuma envió a Cortés; entre los cuales estaba el famoso penacho del primero confeccionado con plumas de quetzal, con incrustaciones de oro y piedras preciosas). Como consecuencia del suplicio (le queman los pies) nuestro héroe quedará tullido. Hacia 1524, persiguiendo al traidor Cristóbal de Olid, Cortés emprende el viaje a las Hibueras (Honduras); temeroso de una eventual rebelión, incorpora a Cuauhtémoc a la expedición. Alegando cargos de conspiración, el 28 de febrero de 1525 Cortés ordena su ahorcamiento en la localidad de Itzamkanac (hoy El Tigre, en el municipio de Candelaria, Campeche).

Cuauhtémoc, entre nosotros, no despierta sino simpatía; es el héroe inapelable, declaró Enrique Krauze. En su sentido poema La suave patria, Ramón López Velarde lo incluye en su Intermedio: “Joven abuelo: escúchame loarte,/ único héroe a la altura del arte./… No como a César el rubor patricio/ te cubre el rostro en medio del suplicio:/ tu cabeza desnuda se nos queda/ hemisféricamente, de moneda. / Moneda espiritual en que se fragua/ todo lo que sufriste: la piragua/ prisionera, al azoro de tus crías,/ el sollozar de tus mitologías…”.

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