María José Zorrilla.-
Cuántas veces no nos hemos enfrentado con situaciones de personas
cercanas que se sienten culpables por la conducta de sus hijos o por su
fracaso en la vida. La pregunta está en el aire, cuánto de esos actos
reprobables para la sociedad o para la propia familia tuvieron como
antecedente algo que se gestó desde la niñez o cómo se presenta la ruptura
de la psique de una persona que se convierte en un malviviente, en un
alcohólico, drogadicto o incluso asesino.
El tema viene al caso por la situación de Daniel Sancho el chico el
español confeso del espantoso asesinato y descuartizamiento de su amigo
cirujano en el Sureste Asiático. No es para menos porque el ahora famoso
asesino de Tailandia ha generado gran polémica en su país natal y en el
mundo entero. Es hijo y nieto de actores muy reconocidos en España y los
padres se sienten profundamente adoloridos por los deleznables actos de
su hijo. Al respecto Vicente Garrido, psicólogo y catedrático en criminología
de la Universidad de Valencia no ve morbo en el seguimiento con tanta
pasión por parte del público de este fenómeno, sino un “interés por entender
la naturaleza humana”. Son muchas las preguntas que se le formulan al
experto en la edición de El País del día de ayer. Si acaso se han estudiado
los efectos psicológicos en los familiares de los asesinos. Ante la pregunta
el catedrático afirma que no son muy abundantes este tipo de
investigaciones porque las familias normalmente no quieren colaborar. Ya
están pasando un grave dolor y no quieren ni hablar de ello. Es una pena
inmensa. Recuerdo el caso de una compañera de la universidad en
Monterrey que fue brutalmente asesinada a mitad de los 70 después de salir
de una discoteca. Nadie podía creer que el culpable fuera un alto
funcionario de Teléfonos de México, con una posición privilegiada, bien
parecido, casado y con familia. La madre del asesino era maestra, creo de
inglés, donde una prima estudiaba y las alumnas sin saber qué acontecía
con su maestra que había dejado de asistir a la escuela de la noche a la
mañana, fueron a su casa a preguntar qué le pasaba. En ese momento no
se tenía identificado al asesino pues la investigación duró más de dos o tres
semanas, pero los padres si sabían que su hijo había cometido un crimen
porque les pidió ayuda y les confesó lo que había hecho. Los padres y se
dice que también la esposa, lo ayudaron a huir a media madrugada a
Estados Unidos pasando por un rancho en Coahuila. Muy grande fue la
sorpresa de las alumnas al ver cómo su querida “teacher” había perdido
más de 15 kilos en escasamente dos semanas que se había ausentado de
la escuela. Hoy día los padres de Daniel Sancho, Rodolfo y Silvia están
abatidos por el dolor. El catedrático habla sobre familias socialmente bien
integradas con hijos que han cometido crímenes y no tienen antecedentes
delictivos importades pero que no han querido compartir sus experiencias al
respecto y sólo les queda vivir con el terrible estigma de tener un hijo o un
esposo asesino. Afirma el catedrático que el estigma es mayor para los
padres porque la gente tiende a extender la responsabilidad a los padres,
pues ellos han sido los que han criado al hijo en su infancia y juventud. Ante
esta realidad los padres se sienten culpables y preguntándose qué hicieron
mal para que su hijo obrara de esta manera. Es evidente aclara el
catedrático, que hay una gran diversidad de situaciones en todo ese
proceso tanto para los padres como para el hijo, sin embargo, en la
criminología afirma el Dr. Garrido esta culpabilidad no está justificada
porque o es algo que se pueda predecir. “Las familias no son como
maestros torneros que moldean el cien por ciento de la personalidad de los
hijos. Claro que marcan y son importantes, pero los seres humanos son
libres y toman sus decisiones”. Declaración que me parece muy interesante
porque la justicia no extiende los brazos a quiénes no han cometido el
delito. Sociológicamente podrían hacerse muchas especulaciones y en el
campo de la psicología, interminables pueden ser los detonadores o semilla
germinal que propicia un cambio de conducta abrupto. En qué momento la
vida de alguien da un giro de 180 grados. Cómo se llega a ese punto. En
casos menos dramáticos donde el hijo no es asesino, sino alguien que erró
el camino y cayó en drogas, en alcohol, en el juego, el asunto sigue
pesando mucho en los padres. Qué hicimos mal, es la pregunta recurrente
que sale a la palestra ante una situación así. Muchas pueden ser las
respuestas, pero hay algo que puede pesar más como lo asevera el
catedrático. La voluntad y libre albedrío para decidir y allí sólo uno mismo es
el responsable de la vida propia. Máxime si el entorno no es aparentemente
negativo como en el caso del hijo de uno de los actores más venerados de
España.