diciembre 4, 2024
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María José Zorrilla

De festejos a nostalgias

julio 30, 2023 | 367 vistas

María José Zorrilla.-

Julio es siempre un mes muy significativo para mí porque me encanta
mi cumpleaños y creo tengo obsesión por apagar cuantas velas se
enciendan gracias a queridos amigos que gustan celebrar y compartir
conmigo un aniversario más de vida. Tal vez sea una afición debido a que
en la infancia me quedé con ganas de que en la escuela dijeran hoy es el
cumpleaños de María José, todas vamos a cantarle las mañanitas y cortar
un pastel. No hubo eso en mi caso. Siempre eran vacaciones. Todo mundo
fuera y por allí un par de piñatas muy sui generis en la casa con apenas un
puñado de amigas que se habían quedado en el pueblo en esas fechas.
Pero mi infancia fue sumamente feliz y me encantaba que en algunos
aspectos las celebraciones infantiles fueran muy diferentes a las de la
mayoría. Me hacía sentir original y única. Mi madre tenía obsesión por la
buena alimentación y ya desde la casa de la abuela, la azúcar refinada y la
harina blanca eran palabras prohibidas. Mi padre llegó a decir,
indiscutiblemente el peor enemigo del hombre son tres productos blancos.
La harina, la sal y la azúcar. Entonces mis pasteles eran oscuros muy
diferentes a los betunes y esponjosas creaciones de harina blanca de las
demás piñatas. En aquel entonces hace más de medio siglo, no eran la
moda como hoy día, pero mis pasteles ya eran de zanahoria. Refrescos ni
hablar, añoraba los Escuis de colores, famosos en aquellas zonas de
Tamaulipas y a cambio tomábamos limonada de color medio oscura
endulzada con miel de abeja cultivada de manera muy primitiva en el
rancho. No era descomunal ver flotando una que otra ala y pata de abeja,
un pedazo de panal que hacía una especie de nata que parecía la charca
de recreo de las colmenas. La casa de la calle Matamoros era de dos pisos,
pero con una altura descomunal muy al estilo de los años 50 y en el techo
de teja se habían anidado unos murciélagos que decidimos dejar allí. Sólo
había una regla que respetar. Entre seis y media y siete al pardear había
que entrar corriendo a la casa porque era la salida de los murciélagos
haciendo pis y en busca de alimento. Siempre se nos dijo que el orín del
mamífero volador era muy venenoso y podía dejarnos ciegos. Entonces nos
metíamos volando a la casi a la velocidad de nuestros compañeros alados.
Un día en una de las piñatas, mi mamá salió diciendo niños ha llegado la
hora de los murciélagos y todos a correr. Más de uno que no nos conocía
muy bien ha de haber pensado que estaban en la casa de los Adams. Todo
era negro. El pastel, el refresco y hasta esos temibles “monstruos alados”

que los Zorrilla teníamos como mascotas aéreas. Tenía la ventaja que mi
familia era muy reconocida en un pueblo de escasos 50 mil habitantes y
sabía que éramos bastante normales y con mucho prestigio por ser gente
honesta y tener una gran biblioteca. Esos recuerdos los guardo con gran
cariño porque disfrutaba de esa unicidad. A la hora del recreo a todas les
mandaban unos tacos y tortas deliciosas, a mí, unas rebanadas de pepino,
rollitos de jamón, una manzana, un jugo de zanahoria y cero harinas. Cómo
anhele las tortas y taquitos de todas o los famosos bolillos con frijoles y
queso encima que vendían las monjas en el Colegio. Ahora agradezco esas
bases alimenticias porque son el tema de las dietas sanas que procuro más
o menos llevar a cabo, a pesar de tantas comidas fuera como en este mes
de celebraciones. Es como si cada pastel y velita apagada suplieran los
años donde no pude hacer fiesta porque no había gente o nosotros nos
íbamos de vacaciones. Este año en medio de tanta frivolidad por este mes
que culmina entre vacaciones, festejos, comida y bebida en abundancia,
compré en un cambalache de libros en la Biblioteca Los Mangos 11 libros
para retomar el hábito de la lectura. Descubrí a Pico Iyer, un escritor inglés
de origen hindú que ha sido todo un agasajo. Es un pequeño librito que se
llama “El Arte de la quietud” emanado de una de las famosas TED Talks y
habla del placer del silencio y la meditación. En estos mismos días he
recibido invitación de dos amigos queridos para hablar sobre sus nuevos
títulos. Nelly a sus 99 años lanza una espectacular historia de su vida
intitulada “Aquellos Ojos Verdes” que presentará este viernes en un
desayuno en un hotel a puerta cerrada para los cuates, pero después hará
otra presentación abierta al público en la Biblioteca Los Mangos de la que
daremos cuenta. El mismo viernes 4 de agosto a las 7:00 pm en nuestra
querida Biblioteca, Juan Manuel Gómez Encarnación presentará su texto”
Instantáneas Vallartenses”. En los dos textos puedo ver esos recuerdos que
como pedacitos de película también se avivaron los míos. Surgieron esas
instantáneas y en el silencio de mi habitación brotaron estas letras cargadas
de nostalgia por el pasado que se vuelve recurrente conforme aumentamos
años a nuestro calendario personal. No podemos retroceder el tiempo, pero
echar una ojeada al pasado puede ser muy tonificante.

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