diciembre 4, 2024
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Martín Aguilar Cantú

De poeta y “loco”…

diciembre 8, 2023 | 344 vistas

Una mañana a finales del invierno de 1963, la poeta estadounidense Sylvia Plath fue hallada muerta en su casa de Londres, había cometido suicidio intoxicándose al abrir la llave de gas de su horno, donde introdujo la cabeza hasta perder el conocimiento. Amigos y personas allegadas a la talentosa poeta habían advertido, días antes, sus constantes cambios de ánimo, en su mayoría tendientes a la depresión, y que, finalmente, la condujeron a decidir acabar con su vida. Algunos se atreven a aventurar diagnósticos para Sylvia, el más común de entre los que se mencionan es el trastorno bipolar.

Titulo mi columna de este día, estimado lector, con la primera parte de un dicho popular que reza así: “de poeta y loco, todos tenemos un poco”, y que motiva mi consideración de este día acerca de la relación, si acaso existe, entre los trastornos del ánimo y la creatividad, o en palabras simples, entre locura y arte. Aunque el día de hoy llamar a alguien loco denota falta de sensibilidad y empatía ante las enfermedades mentales, durante mucho tiempo fue el vocablo de uso común para referirse a las personas que padecen algún tipo de trastorno que afecte su ánimo y, por tanto, su conducta

Existe la creencia, desde tiempos de la Grecia Clásica, de que la actividad artística y el proceso de creación tienen una estrecha relación con emociones tan disímbolas como la euforia y la melancolía. La psiquiatría no ha logrado establecer con claridad, aún, el vínculo entre la capacidad de crear, entendida como la posibilidad de expresar ideas y conceptos a través del arte, y los trastornos considerados del ánimo, que agrupan las alteraciones emocionales consistentes en periodos prolongados de tristeza excesiva (depresión) y de exaltación o euforia excesivas (manía o hipomanía).

Sin embargo, no solo Sylvia Plath, sino muchos otros novelistas, pintores, dramaturgos, compositores, han llegado al punto máximo de aflicción que puede sentir una persona para desear atentar contra su propia vida. Es entonces que la reflexión me lleva inevitablemente a pensar en el error del que hemos sido cómplices al romantizar el sufrimiento y el dolor que pueden llegar a sentir quienes lidian a diario con un trastorno afectivo y que, muchas veces, no reciben, a tiempo, el tratamiento y atención necesarios para alcanzar la plenitud de la experiencia de vivir.

“Pinto para no llorar”, decía el artista plástico alemán Paul Klee, que vivía con una enfermedad autoinmune, y que buscaba transformar los reveses del destino en arte que, generosamente, heredó a la humanidad. Esta no es una idea propia; transformar la adversidad en creación ha sido estudiado por la psicóloga Marie Forgeard, catedrática e investigadora de la Universidad de Pensilvania, quien advierte que atravesar la adversidad puede llevar a los seres humanos a ver el mundo, y su rol en él, desde una perspectiva distinta.

La tarea que resta por hacer todavía es seguir creando conciencia sobre la importancia de la atención oportuna a la salud mental, porque más allá del aporte que las fluctuaciones en los estados de ánimo pueden brindar al acto creativo en ciertos individuos, la carga de llevar una enfermad mental tiene más desventajas de lo que se cree. Cifras recientes de la OMS indican que las enfermedades mentales se encuentran entre las principales causas de ausentismo y discapacidad laboral.

El mismo Van Gogh, famoso por sus excepcionales obras de arte pero también por la anécdota de haberse cortado una oreja, en algunas de sus cartas aseguraba temer a su propia enfermedad que, creía, algún día le arrebataría la posibilidad de pintar.

 

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