María José Zorrilla.-
Cuántas veces no nos hemos visto inmersos en un predicamento al
momento de tomar una decisión. En la compra de algún producto, un bien
mueble o inmueble, hacer un viaje, invertir en X o en Y, al tomar un trabajo
o incluso en una relación amorosa.
Una vez que se ha tomado la “decisión” de decidir el camino se ha
pavimentado y no será difícil encontrar enormes beneficios y cualidades del
porqué se ha inclinado la balanza hacia tal o cual situación.
Pero, qué sucede cuando la toma de decisiones se encuentra con la
desidia. Cuando queda un asunto pendiente en un tintero que no se agota
jamás porque no hay una pluma que decida utilizarlo.
En el plano personal no pasa de inculparnos por la mala decisión
asumida o por no haber tomado una decisión a tiempo por desidia.
Desgraciadamente esa aparición indeseada de la desidia en el caso
de un plural, donde involucra una tercera persona o a muchas más, se
puede convertir en tremenda arma mortal.
La desidia, la negligencia, ha sido causante de graves desastres,
accidentes y muertes.
Los casos más extremos en su mayoría son atribuibles a una
autoridad que dejó pasar una revisión, que omitió puntualizar ciertos
desperfectos, que se fue al “allí nomas” porque no pasa nada o porque se
hicieron de la vista gorda por convenir a ciertos intereses económicos o
simplemente por desidia.
Así hemos visto tragedias en embarcaciones, en vuelos fuera de
regulación, en edificios mal construidos, espacios públicos con instalaciones
defectuosas, accidentes en trenes, camiones.
Es enorme y casi infinita, la lista de accidentes y tragedias que
tuvieron como inicio la desidia, una falla humana, una negligencia, una
distracción o una muy mala decisión.
En muchos otros casos las repercusiones por la desidia son menores,
no involucran vidas, pero hablan de una falta de interés que parece casi
inconcebible ante un asunto cotidiano que debiera resolverse en un dos por
tres.
Invariablemente nos hace pensar que, si en lo más mínimo hay
desidia, cómo estarán los asuntos verdaderamente graves.
En Puerto Vallarta desde hace más de cinco décadas la comunidad
extranjera residente en la ciudad ha realizado una muy relevante labor
social y de apoyo a la comunidad que por cierto no ha recibido el
reconocimiento adecuado por la gran aportación que han realizado en
materia de educación, becas, asistencia social, medicina, arte, deporte y
embellecimiento de espacios públicos que como ejemplo cito al Garden
Club una Asociación Civil sin fines de lucro cuyo lema es Creciendo Juntos.
Como mexicana me da hasta pena dar la cara porque desde hace
muchas semanas han estado solicitando desesperadamente el uso de una
pequeña bodega abandonada en un parque, de no más de 12 metros
cuadrados para guardar sus herramientas y carretillas.
Entre muchas obras que ha realizado la agrupación que dirige John
McKinney destaca la recuperación, rescate y cuidado de la Isla del Cuale
que además de estar abandonada en su totalidad por la autoridad local
desde hace más de dos décadas, sufrió severos daños durante el Huracán
Nora acontecido a finales de agosto del 2021.
Con un trabajo de más de un año y medio realizado por ellos mismos
y con recursos propios, han elevado el nivel del espacio que pasó de estar
habitado por gatos y malvivientes a un hermoso parque recreativo donde la
gente va a caminar y a disfrutar de la naturaleza.
Hace tres días y a sol batiente con más de 36 grados, hicieron un
pequeño canal con la asesoría de un ingeniero retirado de la NASA, para
que el agua pudiera correr libremente y no se atascara en ningún lugar.
El Owens Creek como lo bautizaron en honor a su creador, probó sus
bondades ante la terrible tormenta que azotó el sábado pasado la ciudad y
dejó innumerables daños, calles inundadas, techos derribados, árboles
caídos, carros arrastrados por la corriente y miles de hogares y negocios sin
luz, pero los jardines de la Isla no sufrieron daño alguno.
Cuando se solicitó la bodega que se encuentra en el mismo Cuale,
hicimos un recorrido por la Isla con autoridades locales, vieron el enorme
trabajo realizado y aunque no fueron eufóricos reconocieron la labor.
Les tocó ver como bajaban la herramienta y la carretilla a través de un
puente con cientos de escalones y caminado decenas de metros desde una
bodega de un americano del otro lado del río que les prestó a sus
compatriotas.
También vieron cómo con carretilla y garrafones de agua regaban las
plantas no solo de la Isla sino de algunas calles aledañas donde han
sembrado buganvilias y plantas porque la autoridad no se ha preocupado
por cuidar.
Se habló con el presidente Municipal sobre el asunto, quien
políticamente dijo que si y dejó encargado el asunto al director de Turismo.
Se han escrito cartas, peticiones, emails, se han enviado WhatsApp
solicitando este pequeño espacio abandonado para estos grandes titanes
de la jardinería local y por respuesta se ha obtenido el silencio.
Será desidia, negligencia o qué nos pasa.