noviembre 21, 2024
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Martín Aguilar Cantú

Del desamor a la crueldad psicopática

agosto 30, 2024 | 196 vistas

El pasado jueves 29 de agosto a las 10:00 am, hora de Bangkok, capital de Tailandia, fue dada a conocer la sentencia que condenó al chef español Daniel Sancho a cadena perpetua, misma que le fue conmutada por la pena de muerte (aún vigente en el país asiático) gracias a su “colaboración” con las autoridades policiales y judiciales que investigaban el caso que lo implicó como el principal sospechoso, ahora culpable a todas luces, del asesinato y otros crímenes relacionados al hecho, que no detallaré por respeto a la víctima, y a usted, estimado lector, del cirujano plástico colombiano Edwin Arrieta, de 44 años.

Hay algunos aspectos que llaman mi atención en esta trama de crimen, desinformación, revictimización, crueldad, ambición y poder que trataré de esbozar para usted en este espacio y que he seguido de cerca, al principio por curiosidad y aun desconociendo los pormenores, he de confesar, aunque después por un genuino deseo que la justicia alcanzara a quien confesó la autoría de este brutal homicidio desde el momento posterior a su detención, unas horas después de perpetrar su siniestro plan.

Los orígenes de la víctima nos llevan hasta la ciudad colombiana de Lorica, municipio del departamento de Córdoba, Colombia, donde nació y creció Edwin. De clase trabajadora, su padre fue reparador de electrodomésticos y su madre, profesora. Ambos aún con vida, pero de salud endeble dada su avanzada edad. El constante esfuerzo de parte de ambos les permitió dar un impulso a la educación del aún joven Arrieta, quien a la postre se convirtió en un renombrado cirujano plástico, propietario de una clínica donde llevaba a cabo procedimientos quirúrgicos y estéticos de toda índole tanto en Chile como en Colombia, oficio que le permitió, luego de años de trabajo y estudio, consolidarse económicamente y cumplir así uno de sus sueños: comprar una casa para sus papás y convertirse en el sostén de la familia, incluyendo a su querida hermana Darling, quien además era empleada de su clínica.

Edwin Arrieta mantenía en secreto su vida íntima, derecho inalienable que tenemos todos. Con pocos o casi nadie, compartía detalles de sus relaciones personales o románticas. Quienes convivieron con él sus últimos días, lo percibían contento, ilusionado, lleno de planes y proyectos que pensaba ejecutar en el corto plazo. Conforme el caso de su homicidio fue cobrando más y más la atención de los medios, en particular los españoles de la prensa del corazón, como ellos la llaman, periodismo de espectáculos para nosotros, fueron revelándose detalles que nos acercaban más a lo que Edwin Arrieta en realidad fue.

Las últimas noticias publicadas en medios españoles y bajo la pluma de periodistas que investigaron el caso desde el día uno, algunos radicados en Tailandia, y que tuvieron acceso, cada vez más, a detalles que ilustraban cómo Edwin había acudido a la pequeña isla tailandesa de Koh Phangan con la intención de pedir matrimonio a Daniel Sancho, en quien había depositado toda su confianza, su deseo de mantener una relación comprometida y a largo plazo, sus planes de emigrar a España y estar junto a él y, lo digo con abyección, parte importante de su patrimonio financiero.

Estas razones en su conjunto parecen haber detonado en Sancho miedos diversos: a asumir que él, tan macho de casta, sostenía una relación sentimental con otro hombre; a que se viniera abajo la imagen de hombre exitoso y rodeado de lujos que se empeñaba en sostener frente a sus amigos y familiares a costa de lo que fuera; y su imagen de hombre blanco, guapo, sofisticado, casi modelo de calendario, que la sociedad española asociaba al linaje de actores españoles del que proviene, tales como su abuelo Sancho Gracia y su padre Rodolfo Sancho.

Tampoco hablaré de cantidades en estas líneas, creo que es lo menos importante cuando de vidas se trata, pero sí hablaré del contraste entre los rasgos de personalidad de una mente psicópata como la de Daniel Sancho y la de un sujeto, indiscutiblemente enamorado, que deseaba querer, sin más, como lo deseamos muchos, y cuya pretensión de formalizar su relación chocaba con los deseos egoístas de Daniel, quien tratando de justificar su crimen decía encontrarse encerrado en una “jaula de cristal” de la que no conseguía salir y que lo llevó a perpetrar un crimen tan deleznable.

El blanqueo mediático que recibió Daniel Sancho de múltiples televisoras y medios españoles intentando “salvar su honor” aupados por un bufete de abogados acostumbrados al sesgo mediático y cómo conseguirlo, pusieron en duda, muchas veces, la premeditación con que actuó el asesino y dieron pie a teorías que rayaban en lo absurdo y en las que lejos de visibilizar el daño colateral a la familia de la víctima, se empeñaron en revictimizarlos. No es casualidad que una importante plataforma de streaming haya producido una serie, de la que ya se estrenó el primer capítulo justo un día antes de que iniciara el juicio, donde le dan la voz, primero, al padre del verdugo de Edwin Arrieta, por ser famoso, por sus contactos, porque vendió la exclusiva de su testimonio para solo referirse a la víctima como el “el tipo ese”.

Hoy que tanto se cuestiona la libertad de expresión y la censura de contenido en redes sociales como Telegram (antes fue Facebook, después Twitter -hoy X- etc.) muchos youtubers, infuencers y creadores de contenido digital pusieron de manifiesto su inconformidad ante el blanqueo obvio que intentaban llevar a cabo los medios televisivos españoles, lo denunciaron en sus canales de difusión y contrastaron información tras información en un trabajo impecable que solo fue posible gracias a la independencia y autonomía que les permiten las, a veces, “benditas” redes sociales.

Sé que hace mucho tiempo venimos restándole valor a la vida, en muchos sentidos, de ahí la causa de gran parte de los problemas actuales y su repercusión en la descomposición del tejido social. Esta triste crónica, estimado lector, no ha hecho más que confirmar para su servidor que no todos los psicópatas son criminales violentos, sin embargo, seguir de cerca estos casos me lleva, no a entender en su totalidad, dado que no soy un especialista, pero al menos a tratar de identificar a personas cuyos rasgos de personalidad se presenten exacerbados, como el egocentrismo, el narcisismo, la impulsividad, la falta general de inhibiciones comportamentales y la necesidad de poder y control. La presencia de estos debe despertar alarmas en nosotros porque, de acuerdo a la psiquiatría forense, constituyen características comunes de una posible mente psicópata.

Edwin, donde te encuentres, no olvides esto que reza un breve poema de Nadine Lacayo: “no temerás la soledad de los olvidos, ni evocaciones o recuerdos vacíos”. Seguro estoy de tu presencia imborrable entre los que te aman, ya para siempre.

Le comparto mi correo, querido lector: [email protected]

 

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