Además de la reforma al Poder Judicial Federal, la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, acaba de anunciar otra para que la Guardia Nacional, (GN), forme parte y dependa de la Secretaría de la Defensa Nacional, (Sedena), algo que siempre quiso el presidente, Andrés Manuel López Obrador, pero que los partidos de oposición no se lo permitieron.
El propósito de fondo, dice Sheinbaum, es fortalecer la capacidad de la corporación federal en busca de mejores resultados en el combate a la delincuencia y a la inseguridad pública en general. Para eso, propone que sean los militares quienes estén al mando de la corporación.
La verdad, es muy buena la intención, pero para solucionar el problema de inseguridad pública, que tiene a la mayor parte del territorio nacional sumido en un baño de sangre, se necesitan medidas mucho más innovadoras y amplias que poner a los militares al mando de la corporación policial federal.
Primero que nada, hay que ser claros: la Guardia Nacional ha sido un completo fracaso como policía. Es una corporación que desde que inició operaciones, en enero del 2020, se ha limitado a hacer tareas de patrullaje y nada más.
Además, el “cáncer” de la corrupción ya la invadió por completo, con lo que quedó invalidado el argumentó que sirvió de pretexto para crearla en reemplazo de la Policía Federal.
Pero el dato más relevante es que, de poco o de nada servirá que la GN pase a formar parte de la Sedena. Es así porque sencillamente la delincuencia le perdió, desde hace muchos años, el respeto y el temor que en sus tiempos tenía el Ejército Mexicano.
Hoy el crimen organizado es más violento y sanguinario que hace una década. Abundan los ejemplos de cómo en algunos estados del país enfrentan y atacan sin piedad a los soldados.
Bajo ese contexto, insisto, pretender que el solo hecho de reformar el Poder Judicial y mandar a la GN a depender del Ejército, las cosas mejorarán, es un despropósito y debería tenernos preocupados a los mexicanos, porque lo más seguro es que la violencia delincuencial se recrudecerá aún más.
No se necesita ser un experto en temas de seguridad pública para entender que, para mejorar los resultados en el combate a la delincuencia el país necesita una reforma integral que incluya a todo el sistema de justicia.
Y cuando hablamos de todo el sistema de justicia nos referimos tanto a la procuración como a la administración de justicia, y por supuesto al modelo penitenciario.
Sí, por supuesto, en algo ayudará que sea la Sedena quien tenga bajo su responsabilidad a la Guardia Nacional, pero a la par de ello deben fortalecerse a las Policías Estatales y Municipales, igual que a los agentes del Ministerio Público.
Desde luego, también debe destinarse mayor presupuesto al sistema penitenciario para que la reinserción social de quienes delinquen sea una realidad y no una ficción como sucede actualmente.
Mientras que el sistema de justicia no sea fortalecido como un todo, no habrá poder humano que frene a la delincuencia, sobre todo esa que, impunemente ejecuta, masacra, secuestra y que envenena a las juventudes con todo tipo de drogas.
En lo personal me preocupa que la política en seguridad pública de la próxima presidenta se limite a solo reformar el Poder Judicial y mandar a la Guardia Nacional a la estructura de la Sedena, porque de ser así, insisto, el fracaso será inevitable.
Y, la verdad, el país no resiste más violencia delincuencial de la que ya padecemos.
ASI ANDAN LAS COSAS.