Mauricio Zapata
Digamos que la tempestad, fueron las campañas de este año, que se dieron en un clima de tensión, mucho roce y, sobre todo, visceralidad.
Los de un color andaban con una soberbia tremenda, y no podían tolerar que alguien no pensara igual que ellos. Así que los presionaron, incluso, con echarlos de su chamba.
Luego vino la borrachera. Todos felices y contentos. Embriagándose de la victoria.
Ya una vez pasada la tempestad y la cruda, entonces vinieron las reacciones que aún no terminan.
Andan en eso.
Ahora ebrios de soberbia por haber triunfado de manera “histórica”. No se aguantan ni ellos mismos.
Y eso de alguna manera es comprensible. Cuando se gana, se eleva la autoestima.
Insisto, esa no es la bronca, sino que andan con una arrogancia más grande que la presa Vicente Guerrero.
Y en muchas instancias oficiales, hablo de los tres niveles de gobierno e instituciones, quieren correr a la gente que no se arrodilló ante ellos durante la tempestad.
Hay quienes sí se lo merecen. Pero la gran mayoría no.
Algunos de los que traen “en salsa”, es porque simplemente no apoyaron a alguno de los candidatos oficiales. Es más, dicen que ni fueron a votar. Aun así, los traen en la mira.
Otros manifestaron públicamente sus intenciones de voto en favor de candidatos que no eran los oficiales. Y son a ellos los que les andan buscando hasta su fe de bautismo.
Y eso no se vale. Deben respetar la ideología. Mucha de esa gente es institucional y no son ningunos traidores, simplemente votaron por la gente que ellos quisieron.
Deberían bajarle diez rayitas a su arrogancia y dejar a un lado el tema electoral. Total, ya ganaron. Qué más da si Fulana o Perengano no votaron por los que les dijeron.
EN CINCO PALABRAS.- Primero los pobres, ¿qué no?
PUNTO FINAL.- “En la guerra, el amor y la tolerancia no todo se vale”: Cirilo Stofenmacher.
X: @Mauri_Zapata