noviembre 23, 2024
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Alicia Caballero Galindo

Día de la madre

mayo 9, 2024 | 219 vistas

En diversas ocasiones, he comentado en esta columna, sobre el festejo del día de la madre; los comerciantes hacen su “agosto” con el precio de los regalos, sobre todo, de las flores. La gente se vuelca comprando algo para regalar este día, desde un sencillo ramo de flores compradas o recogidas en el campo, hasta autos, casas, joyas caras, relojes, sin dejar de mencionar aparatos domésticos, viajes e incontables cosas más.

Para algunas personas es angustiante querer regalar algo fuera de su alcance económico y con frecuencia se endeudan para hacerlo.  Para ciertos grupos, se torna un motivo de demostrar poder económico, solamente. ¡En fin! Es un fenómeno de carácter social, más que de amor a la mamá.

Por desgracia la madre se convierte en “reina por un día” porque después del festejo, continúa con la rutina diaria de encuentros y desencuentros con los hijos. Creo, sin lugar a dudas que los festejos que se celebran con bombo y platillo, al día siguiente, “pasan a la historia”, no son muestra de amor, reconocimiento y gratitud, sino una competencia por demostrar poder.

Ser madre, en toda la extensión de la palabra, es un rol que se juega desde que un hijo anuncia su presencia en el vientre materno, porque desde ese momento, la madre contrae un compromiso de amor con ese nuevo ser que empieza a formarse, debe cuidar su alimentación, sus trabajos habrán de moderarse para bienestar del bebé, ingerir vitamina y sustancias para fortalecerlo,  y hasta controlar sus emociones, porque “ya son dos seres en uno” y todo lo que afecta  la madre, repercute en el hijo en formación.

Cuando una mujer decide ser mamá, debe tener la plena conciencia del compromiso que contrae con el nuevo ser que depende sólo de ella.

A partir de su nacimiento, el compromiso es compartido, cuando el padre, es un ser responsable y comprometido, si no es así, ella deberá asumir el rol de ambos, es una tarea complicada.

Por otra parte, quiero hacer mención de las mujeres que nunca han gestado un bebé en su vientre pero que, por azares del destino, asumen ese rol con más amor y abnegación que muchas mujeres que parieron un hijo, y ellas, se ganan el título de madres, con dedicación, constancia y amor por un pequeño que no nació de ellas y al que miran crecer hasta ser un adulto autosuficiente. Esas mujeres, merecen todo el amor, reconocimiento y admiración, porque están llenas de amor que vuelcan sobre los demás, como una fuente inagotable de luz.

 

Les comparto dos poemas de mi autoría:

 

Mamá

 

Mujer roble que guareces

barca que salva de borrascas

apacible arroyuelo de cristal

canta y pacifica

sillón que mece sueños.

Voz trasponiendo

el tiempo y el espacio

brazos de viento

que nunca abandonan

suave girón de luz

que cura las heridas

estrella marcando el rumbo

en noches de soledad.

Esperanza bajo la fronda seca

renaciendo en cada semilla

pétalos de flor silvestre

que acarician al andar.

Esencia que no se pierde

canción del alma

oración perenne

luz inmortal

que nos vuelve humanos

sencillamente, mamá.

 

 

A mis hijos

 

Recuerdo cuando latían en mi vientre

y yo ¡soñaba!

Un día los tuve entre mis brazos

tan pequeños, tan frágiles

¡tan míos!

Cuando se aferraron a mis dedos

con sus pequeñas manitas

supe que caminaríamos juntos

un tiempo.

Les enseñé la estrella de la tarde

cuando mansamente

se sientan sobre la cumbre del monte

¡efímero momento,

destello de la vida!

Cuidé sus pasos vacilantes

pero pronto aprendieron

a caminar, a correr ¡y a volar!

Hoy sus alas

se abren poderosas

y surcan ya otros cielos

hoy forjan sus propios nidos

allá ¡en la cumbre!

Así como nosotros un día

forjamos el nido en que nacieron.

Hoy pasan por mi mente los recuerdos

¿que si hubo desvelos?

¡ya no los recuerdo!

¿sufrimientos y penas?

¡Jamás!

¿Sacrificios dolorosos?

¡nunca existieron!

¿Lágrimas y dolor?

Sólo llevo en el alma

las dulces lágrimas de felicidad

derramadas con amor

cada vez que subían un escalón

en la montaña de la vida.

Madre, mamá, abuela

dulce canto de amor

que da vida a la vida

manantial de esperanza

donde liba la humanidad

brazos abiertos que siempre esperan

sombra fresca para guarecerse

cuando el sol haga lentos los pasos.

Quiero ser fronda que cobija

fuente cristalina que sacie su sed

viento que acaricia

fulgor en el horizonte que guía

mano invisible que protege.

Cuando mi cuerpo fenezca

me iré con una sonrisa

cantándole a la vida

y agradeciendo al Creador

el privilegio de ser madre.

En las noches solitarias

mirarán la luna y las estrellas

¡sonreirán! porque desde ahí,

mis ojos estarán mirándolos

y el viento,

les llevará mi voz a donde estén.

Y en el fondo de su ser

en cada latido de sus corazones

estarán escuchando al mío

diciéndoles que los quiero

y siempre estaré con ustedes.

¡Gracias a la vida

por el privilegio de ser mamá!

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