María José Zorrilla.-
Cuántas veces no hemos sido presas de un ir y venir de información que no es del todo fidedigna, está tergiversada, se malinterpretó o en un plan tipo el juego del teléfono descompuesto ya llegó totalmente distorsionada y genera confusión, caos, enemistades y todo tipo de circunstancias con repercusiones diversas. Con buena o no tan buena intención, nadie escapa en algún momento de su vida de encontrarse en medio de una situación entre dimes y diretes que a veces es mejor parar en seco. Reclamar a quien dijo que dije o que dijo que dijeron, no siempre resulta ser la mejor opción. A veces cuesta una amistad, a veces queda un resentimiento, a veces se descubren verdades insólitas, a veces es totalmente un falso que se aclara, a veces esas medias verdades ocultan algo del emisor del “no le digas a nadie” y, a veces, no pasa de ser algo efímero que con el tiempo las cosas vuelven a tomar su cauce. Lo cierto es que entrar en ese carrusel de dimes y diretes nos envuelve en una madeja de circunstancias poco gratas con consecuencias que van desde un mero chisme hasta algo de proporciones mayúsculas. Aclarar se torna indispensable para dejar las cosas en su lugar si se desea restaurar aquello que se dañó en medio de ese remolino informativo.
Ayer leía en El Universal que Ricardo Mejía Berdeja, quien tuviera a su cargo la Subsecretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, niega haber otorgado permiso, o dado órdenes durante su gestión a la empresa encargada de la seguridad del centro de detención de Migración en Ciudad Juárez donde perdieron la vida 40 migrantes. En otras noticias, se afirma que fue el Subsecretario quien concedió el Registro de la Empresa CAMSA, pero ante ello Mejía aclara que una cosa es conceder el registro y otra otorgar el contrato a la empresa de seguridad privada. Aquí la situación pasa por algo bastante más grave que un dijo que dijo. Estamos ante una espantosa tragedia donde 40 personas perdieron la vida. Hecho que por demás expuso muchas otras verdades sobre las formas en que los migrantes están siendo tratados y los horrores que están viviendo en esos centros de detención. No sabemos en qué va a terminar este desgarrador asunto. A quién le caiga la bola negra le pesarán años de cárcel y para otros, aunque se laven las manos les significará perder posiciones políticas privilegiadas. En estas circunstancias me pregunto si las personas responsables viven algún cargo de conciencia por haber aceptado para seguridad a una empresa “patito” -según informan ahora- que no estaba cumpliendo con las obligaciones adquiridas y aparentemente tampoco con el personal con el que se había comprometido para resguardar el mencionado centro. Detrás de toda tragedia casi siempre hay una anomalía, una imprudencia, una negligencia, un soborno, un acto de corrupción. Llama la atención que, en materia de protección civil, al menos acá en Jalisco, las reglas y requerimientos para operar un hotel son bastante exigentes, severas y a veces hasta se piensa que son engorrosas para sacar dinero; mientras que en otros lados impera la laxitud. Me refiero a lugares como en un puesto callejero donde está el tanque de gas al lado de una conexión hechiza y un “gallito” de donde se roban o sacan luz. En otro orden de cosas, hay condiciones y circunstancias de mucho mayor peso, donde el hacinamiento es inhumano, tal cual se reveló en Ciudad Juárez con los trágicos acontecimientos que horrorizaron al mundo. Los dimes y diretes en este caso deberán tener el sustento necesario para esclarecer los hechos convertidos en tragedia. Estamos ante instituciones y funcionarios que no cumplieron con sus obligaciones y responsabilidades, ante una realidad que desnuda otra realidad en el campo humano, en el social, en el político y en algo tan inherente a todo ser humano como es la seguridad de la que la autoridad debiera ser su principal custodio, guardián y defensor. Los sistemas operativos, los protocolos, para prevención y atención de problemas de seguridad por temas naturales como inundaciones o sismos o los antrópicos causados por problemas socio organizativos como el de Chihuahua, debieran ser claros y precisos. En su aplicación cualquier falla puede derivar en tremendo desastre. En situaciones donde se expone a la población a peligros de enfermedad o muerte, la autoridad no puede menos que ser estricta, rigurosa y aplicar los procedimientos a pie juntillas. En el tema de seguridad los dimes y diretes no tienen cabida, los hechos trascienden la esfera de las relaciones humanas donde el conflicto y el chisme pueden ser parte del cotidiano colectivo.