Por Mauricio Zapata.-
El otro día me acordaba de don Jesús Mazariegos
Cisneros. Un hombre duro, de mucho carácter y que
se daba a querer.
Era todo un líder.
Murió hace once años, luego de una larguísima
agonía.
Lo conocían como don Chus Mazariegos.
Nació en Medio Monte, un pequeño poblado del
municipio de Tuxtla Chico en el estado de Chiapas.
Su vida fue muy peculiar.
Algo así como de una película de Pedro Infante,
Jorge Negrete o Antonio Aguilar.
Fue hijo único y macho a más no poder.
Se “arrejuntó” muy joven con una muchacha menor
de edad. A los pocos meses el padre de la chica lo
demandó y estuvo algunas semanas en la cárcel.
Su madre se separó del papá de don Chus desde
que éste era muy niño. La señora era bastante
canija, también de mucho carácter, pero dominante.
A doña Ermila le gustaban mucho los hombres, los
dominaba y tenía varios en su haber.
Era dueña de un pequeño bar en el que le ayudaba
su hijo Chus.
En una ocasión se le juntó el mandado a la señora
en la cantina. Sí, el novio actual y un amante
llegaron al mismo tiempo y, como de película
mexicana de los años cuarenta, se dieron de
balazos por el amor de Ermila.
Hubo, desde luego, un caído. El que salió victorioso
fue el novio, a quien Ermila le abrió la puerta para
que huyera. A Jesús le pidió sacará el cuerpo del
muertito; pero en eso llegó la policía y lo
incriminaron.
La madre no dijo ni pío a sabiendas de que su hijo
no era el asesino.
Chus estuvo varios meses en la cárcel, en donde
terminó de forjar su carácter, hizo muchos amigos y,
además, se volvió un máster en la baraja.
Fue líder en esa prisión.
Al salir, tenía 23 años. Se enamoró de una chiquilla
de apenas 13 años de edad. Otra vez una menor,
casi una niña.
La adolescente también se enamoró de don Jesús…
perdidamente.
Un domingo, Chus tomó su caballo, se dirigió al
centro de la ciudad, esperó a que aquella niña, que
se llamaba Candelaria, saliera de misa con sus
padres. Una vez que la vio con su velo tapándole el
rostro, apresuró el camino montado en su caballo,
un alazán muy fuerte, entonces se acercó, a bordo
de aquella yegua, la tomó de la cintura con un solo
brazo, la trepó y huyeron al siguiente pueblo en
donde una vez que llegaron, se fueron al Registro
Civil y se casaron. El Juez era amigo de él, así que
no hubo problema para que asentara en el acta que
tenía el consentimiento de los papás de la
muchacha.
No se casaron por la iglesia, pero duraron 64 años
juntos. Tuvieron 13 hijos y solo la muerte los separó.
Pero don Chus seguía siendo un tipo coscolino y se
llevaba a la cama a cuanta mujer podía.
Con apenas terminado el tercer grado de primaria,
se puso a trabajar en serio y comenzó a hacer
dinero con base en la cosecha del algodón y del
sorgo.
Se hizo de un buen terreno y de algo de ganado, el
cual comercializaba. Ya iniciaba un ascenso, tanto
en lo económico como en lo social.
Su esposa Candelaria casi todo el tiempo estaba
embarazada, así que tenía que desahogar sus
penas.
Cuando nació el cuarto hijo de aquel matrimonio,
una sobrina de Candelaria llegó a cuidarla mientras
pasaba la cuarentena.
Jesús estaba ansioso y, pues bueno, era
cuarentena, una noche se llevó a la sobrina a una
pequeña choza que tenía en medio de su sembradío
de algodón y… ¡sopas! La embarazó.
Con ella tuvo 11 hijos-sobrinos. Casi todos a la par
de los que tuvo con Candelaria.
Con otra amante tuvo también una hija y con una
amante más otra hija.
En total fueron 26 hijos.
A todos les dio casa y escuela hasta la universidad.
En cada cosecha compraba terrenos o casas, que al
final se los heredó a sus veintitantos hijos.
Tuvo dinero, aunque siempre vivió muy
modestamente.
Murió teniendo 86 años de edad.
Para entonces le sobrevivían 24 hijos, su esposa y
su eterna amante.
Fue todo un caso el viejo Mazariegos. Su historia es
–insisto- de película y de novela.
EN CINCO PALABRAS.- Jodido pero contento, solía
decir.
PUNTO FINAL.- “Ya no le pidan al tiempo que
vuelva, por favor”: Cirilo Stofenmacher
X: @Mauri_Zapata