La línea fronteriza entre México y Estados Unidos no solo divide el territorio de dos países.
También marca muchas más diferencias entre ambas naciones, pero me referiré a una en particular: la cultura por el cuidado de los espacios públicos, tanto por parte de los gobiernos como de la sociedad misma.
En ese rubro, las políticas públicas entre ambos países en nada se parecen. Son “kilométricamente” distintas.
Para quienes tenemos la oportunidad de cruzar ocasionalmente la frontera, resulta imposible no hacer comparaciones entre una ciudad mexicana y una estadounidense. Son como las dos caras de una moneda: totalmente distintas.
Las vialidades, por ejemplo, de Mc. Allen y Brownsville, Texas, dos de las ciudades vecinas, son impecables en su pavimento, en su nomenclatura, y en general en todos los aspectos característicos de una avenida.
La limpieza y pulcritud de sus jardines y parques públicos también es un referente. Se nota el riguroso cuidado y mantenimiento que reciben.
Por eso, ante los ojos de propios y extraños, la imagen de esas ciudades, y cualquier otra de Estados Unidos, es envidiable para quienes habitamos de este lado de la frontera.
Y ahí es cuando salta la pregunta: ¿porque los tamaulipecos no podemos aspirar a tener ese modelo de urbanismo?
Habrá quienes consideren absurdo exigir igualdad cuando hay una brecha enorme entre el poderío económico de uno y otro país. Y mucho de razón hay en eso.
Sin embargo, me parece que no es solamente la capacidad económica lo que permite tener o no en condiciones dignas las vialidades y el entorno en general de una ciudad. Se trata más de una cuestión cultural, tanto de gobiernos como de ciudadanos.
Creo que, en todo caso lo que se requiere es organización y voluntad de las instancias competentes de los gobiernos, el estatal y los municipales.
Y es que, cada una de las administraciones públicas tiene un área dedicada al mantenimiento y cuidado de los espacios públicos.
Sin embargo, durante años esa atención se ha dedicado exclusivamente a ciertas áreas icónicas de cada Ciudad. En el caso de Victoria, por ejemplo, las autoridades privilegian la atención y cuidado a la avenida “Francisco I Madero”; al “Paseo Pedro José Méndez”; al parque de Tamatán; y al jardín del Planetario, entre otros más.
Los gobiernos tienen asignado personal de planta que se dedica a diario a atender espacios.
Sin embargo, se dejan de lado a los bulevares, libramientos y algunas de las avenidas que constituyen la cara o rostro de las ciudades frente a sus habitantes y sobre todo ante los visitantes.
Da pena ajena, por ejemplo, ver el desastroso estado que presentan los accesos a ciudades fronterizas como Matamoros y Reynosa. Son espacios feos, por decir lo menos.
Y así están la mayor parte de las urbes tamaulipecas. Si acaso se salva Tampico.
Ante ello, uno se pregunta: ¿No les alcanzará a los encargados de los servicios públicos la capacidad para delinear una estrategia que permita embellecer y mantener en condiciones dignas los camellones de los bulevares, los libramientos, y todas aquellas avenidas más importantes?
¿Porque en vez de tener al personal concentrado sólo en plazas y parques no los distribuyen y rolan para que atiendan todos los espacios importantes de una ciudad?
Por eso mi convencimiento de que más que presupuesto lo que se requiere para dignificar las urbes tamaulipecas es voluntad.
Ojalá y en algún momento algún funcionario asuma con responsabilidad su tarea y se interese por dar el plus en esa área.
Así ya no seguiremos extrañando y envidiando las ciudades estadounidenses cada que estamos de regreso a nuestro terruño.
¿No cree usted?
ASÍ ANDAN LAS COSAS.