septiembre 19, 2024
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El agrarismo tamaulipeco

agosto 16, 2024 | 93 vistas

En los últimos años y de manera preocupante las llamadas fechas históricas o efemérides pasan de manera desapercibida, sin que autoridades, ciudadanos y alumnos las recuerden, acontecimientos que han sido importantes para la consolidación de nuestro actual entorno.

Entre 2024 y 2025, los primeros 60 ejidos de Tamaulipas cumplen cien años de existencia, un dato relevante para la historia agraria de la región.

Los antecedentes históricos que colocan a nuestro estado como cuna del agrarismo son sin duda contundentes y debemos difundirlos para fortalecer nuestra memoria y orgullo nacionalista.

Era finales del mes de mayo de 1913, en plena revolución mexicana, cuando en Monclova, Coahuila, el Jefe Venustiano Carranza dispuso dividir al contingente militar con el objetivo de incursionar en los estados de Nuevo León y Tamaulipas.

Uno de los jefes de las fracciones de aquel ejército fue el teniente coronel Lucio Blanco, el cual era auxiliado en el mando por los destacados luchadores, Cesáreo Castro y Andrés Saucedo.

La columna de Lucio Blanco avanzó por el estado de Nuevo León, con la meta de abarcar Tamaulipas.

Lucio Blanco pidió a Carranza que el mayor Múgica se incorporara a su grupo militar. Éste accedió y Blanco nombró de inmediato a Francisco José Múgica Jefe de su Estado Mayor, concediéndole absolutas facultades administrativas.

El uno de junio de 1913, llegaron a la hacienda «La Sauteña», propiedad del rico español Iñigo Noriega, quien apoyándose en su poder económico y en la amistad que tenía con don Porfirio Díaz, fue extendiendo sin escrúpulo alguno los linderos de sus pertenencias hasta incluir la totalidad de propiedades circunvecinas de los campesinos, con excepción de uno que en forma tesonera, llegando a la violencia y arriesgando su vida, defendió el pedazo de tierra que había heredado.

Cuenta la historia, que el campesino a quién se alude, con todo rencor, odio y valor contra el insaciable hacendado, se presentó ante el General pidiéndole en nombre del movimiento que se iniciaba, se le permitiera ejercer venganza.

Los revolucionarios Blanco y Múgica, recogieron el rencor del campesino ultrajado. Éste último encendió una antorcha, la entregó en las manos de aquel viejo campesino y lo invitó a que prendiera fuego a la casa de la hacienda.

Una llamarada explosiva iluminó el espacio, los gritos furiosos y salvajes de la columna corearon el fuego que pintó de rojo el cielo aquella noche.

Fue, sin duda, una promesa de justicia, un acto de rebeldía, al que no se le ha dado relevancia en la historia de la revolución, pero que entrañaba los más grandes anhelos, ser dignos en la lucha y la reivindicación de la justicia para los campesinos.

Ya estamos en el mes de agosto, es el año de 1913. La columna revolucionaria de Lucio Blanco, en Tamaulipas, se acerca a la hacienda «Los Borregos» propiedad de Félix Díaz.

Efectivamente, un acaparador de tierras, quien fuera inspector de la policía de la Ciudad de México y sobrino del General Porfirio Díaz.

«Los Borregos» en Matamoros, ofreció la oportunidad que habían venido buscando y persiguiendo el General Blanco y su gente.

Por ahí de estas fechas, el General Lucio Blanco Fuentes inicio con una reunión de la Comisión encargada el primer reparto agrario que se conoce; lo llevó a cabo con parte de su columna y campesinos del lugar.

Don Florentino Izaguirre Sánchez fue el primer agrarista que recibió su Título de Ejidatario aquel 30 de agosto, luego del deslinde realizado por dicha Comisión.

Este tipo de acciones históricas, así como la promulgación de la primera ley agraria por el Gral. Alberto Carrera Torres en el altiplano, la defensa por los derechos de los campesinos emprendida por José Silva Sánchez, el reparto de tierras los primeros días de gobierno del Lic. Emilio Portes Gil y la convención de la Liga de Comunidades Agrarias son los pilares que sostienen la fortaleza agrarista de Tamaulipas, es parte de la esencia de nuestra tierra y todos debemos sentirnos orgullosos.

Que la antorcha encendida por Zapata y la Revolución no sea extinguida por quienes confunden los protocolos políticos con la historia viva de Tamaulipas.

Honor a quien honor merece y que, de nuestro agrarismo, no se apague la lumbre.

Hasta la próxima.

 

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