Libertad García Cabriales
No importa lo duro que sea el pasado, siempre puedes empezar de nuevo: Buda
No fue un año fácil. Ninguno lo es, puesto que nunca nadie vive todo color de rosa. Ni en lo individual, ni en lo colectivo. El año 2024 tuvo de todo: violencia, desastres naturales, enfermedades, miedo e injusticias en todo el mundo. Pero igualmente hubo luz, alegría, armonía, amor, cambio y convivencia. La vida es un continuo de claroscuros: el dolor nos hace valorar el amor, la enfermedad nos permite apreciar la salud, la oscuridad nos ayuda a ver mejor la luz. Así transitamos cada día, cada mes, cada año. Estamos hechos de memoria y anhelos. Es bueno recordarlo en este día, cuando cerramos un ciclo, para renovarnos con el inicio de otro.
Y aunque soy de quienes ven en cada despertar un motivo de renovación, también entiendo que el cierre de un año nos debe mover al recuento y como siempre, a los deseos y propósitos. Cada quien tiene en su interior sus buenos y malos recuerdos al término de este ciclo. Tal vez para algunos fue trascendente, para otros sólo un año más, o un año menos. Quizá para alguien fue un año tan malo, que está esperando ansiosamente ya se acabe. No sé para usted, en mi caso el 2024 me dejó de todo. Tristezas, alegrías, pérdidas, satisfacciones, dolores, pero también flores y hasta un dengue feroz que casi me lleva al más allá. De todo tuvimos. La dolorosa muerte de amigos queridos, quienes ya no están para empezar otro año nuevo, ay, pero se quedaron en el corazón.
Con todo, el año nos deja mucho para agradecer, porque aun en medio del dolor, aprendemos y nos sensibilizamos hacia lo esencial, lo verdaderamente valioso. Los pequeños y grandes logros obtenidos en nuestra familia, comunidad, nación. Todos tenemos algo para dar gracias, por la vida especialmente, porque hasta quienes ya partieron nos dejan vida en la memoria. La vida y sus cotidianas batallas; el éxito, anhelado por tantos, pero también las derrotas, pues nos enseñan a ser mejores personas. Nadie tiene nada seguro. Y con esa premisa debemos asistir a cada día de vida como un milagro.
El 2024 fue además el año que elegimos presidenta. Un acontecimiento para la historia. Lo repito: nunca pensé vivir para contarlo. Y me da un gusto enorme poder escribirlo, este país todavía machista decidió darle el mandato a una mujer. Y eso es bastante, porque ni los avanzados vecinos del norte lo lograron. Claudia Sheinbaum se sentó en la codiciada Silla del Águila después de alcanzar 35.5 millones de votos, más sufragios que cualquier otro de los señores antes elegidos. Con un nuevo estilo de gobierno, sobria, respetuosa, sin derroches ni prepotencias; la presidenta tiene un reto enorme ante un país colmado de problemas y demandas. Muchísimos mexicanos tenemos grandes expectativas en un buen gobierno. Tiene preparación de sobra para ello. Una mujer política probada en territorio y gobernanza, que además es una científica aprobada por la comunidad internacional. No en balde, reciente encuesta la sitúa con una aprobación altísima de 76 por ciento.
Queda para la historia lo acontecido. Mientras tanto, los simples mortales nos preparamos para escribir en nuestra pequeña hoja en blanco. 365 días se fueron y se abre un tiempo nuevo del cual nada sabemos, pero mucho esperamos. Ojalá en el año nuevo, el “kairós” le gane a “kronos”, así como los griegos lo anhelaban. Lo cualitativo sobre lo cuantitativo, la pausa del gozo sobre la prisa de los relojes, la esencia sobre la apariencia. Aprovechar cada instante, cada día para celebrar el milagro de estar vivos y contribuir a construir con nuestra voluntad ese “kairós”, el tiempo donde lo bello y lo bueno sucede. No lo que se consume, sino lo que trasciende.
Al hacer el recuento, cada uno de nosotros encontramos razones para agradecer. Estar vivos, en medio de tanta muerte, es el primer prodigio. Contar con una familia, un techo y alimentos ya es bastante. En lo personal agradezco a Dios como siempre las experiencias y el aprendizaje. Por el trabajo y la comida, por los libros, los jardines, el arte, por las sonrisas y también por las lágrimas. Gracias también por la luna, por los niños, las amistades, por ustedes mis queridos lectores, por mi amada patria, por mi familia toda que es razón de vivir, por quienes se fueron (pero están siempre en el corazón) y por los que llegaron; por la salud y por la enfermedad que nos pone a prueba, por la fe, por el amor.
2025 llega y tan sólo escribirlo me provoca emoción. Un bello número. Hagan sus listas de propósitos y buenos deseos. Lean mucho. Abracen mucho. Aprendan mucho. Disfruten mucho. Amen mucho. Vivan cada día como el último, porque ningún día se repite.
¡FELIZ AÑO NUEVO!