Se trata de un buque bastante grande que navega sobre aguas profundas entre el Pacífico, el Mar Caribe y el Golfo de México.
Los anteriores capitanes habían tenido una navegación con algunos contratiempos, pero de alguna manera supieron sacar a flote la nave.
Pasaron obstáculos como ballenas bravas, arrecifes, iceberg’s y tormentas que hicieron, incluso, que el barco estuviera a punto de naufragar.
Pero los maestres y contramaestres ayudaron a que eso no sucediera.
Esos capitanes no eran el principal problema, sino la tripulación y los pasajeros, sin embargo, los timoneles se convirtieron parte del mismo por su responsabilidad.
El camino era el correcto, la navegación así se lo llevaba. Había corrientes, cierto, pero de alguna manera las supieron esquivar.
Pudo haber sido mejor, claro que sí. Había decisiones incorrectas y mucha permisividad. No obstante, el barco seguía navegando.
Había que corregir muchas… muchísimas cosas, pero las que había funcionaban bien. Solo había que aceitar el motor y no permitir que marineros y oficiales de máquina trabajaran mal.
Eran correcciones de rumbo solamente.
Solo había que establecer algunos mecanismos para que el barco navegara viento en popa para llegar más rápido al destino.
Pero entonces llegó un nuevo capitán y éste quiso imponer su propio sello atrás del timón.
Quitó muchas cosas, desaceleró el paso.
Cambió el rumbo, se enfrentó a corrientes que impedían que los nudos fueran más constantes. Bajó el ancla y permitió que la nave se parara.
Se estancó el camino y la navegación.
Muchos barcos lo rebasaron.
La tripulación quedó muy limitada y muchos no saben nada de barcos, y peor aún, del mar.
El capitán es muy necio y se niega a escuchar a los que sí saben para darle mejor rumbo al barco.
Y si bien, no se avecina un naufragio, el barco podría quedar a la deriva.
Así sucede con este México de hoy. Un México atrasado por caprichos y berrinches. Un México, cuyo timonel se basa más en el viento en contra que en buscar que la nave busque mejores mares.
EN CINCO PALABRAS.- Hay cambios perjudiciales y esquemáticos.
PUNTO FINAL.- “Se disfrazan de sus propios enemigos”: Cirilo Stofenamcher.
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