Libertad García Cabriales
Sentir que es un soplo la vida… Carlos Gardel
He tenido el enorme privilegio de conocer muchos ejidos de Tamaulipas. He nadado en sus ríos, comido en sus mesas, caminado bajo sus árboles y dormido custodiada por sus estrellas. Desde muy niña, el campo ha sido en mi vida, un espacio de asombro y descubrimientos constantes. Crecí entre cañas mecidas por el viento en una ciudad en la que el mundo rural se asomaba en los canales de riego y las parcelas cultivadas. Hace cien años mi abuelo paterno llegó a la entonces Villa Juárez, enviado por Plutarco Elías Calles a supervisar el distrito de riego que cambiaría nuestra región. En Tamaulipas empezaba a surgir el liderazgo de Emilio Portes Gil, quien con su grupo político construyó una hegemonía impresionante a través de alianzas y acciones. En ese tiempo, mi abuelo materno empezó a sembrar la caña que me encantaba saborear bajo un enorme laurel mientras nos contaba sus aventuras revolucionarias Ese es mi origen. El polen del campo alimentó mis sueños.
Por eso escribo hoy. Para rendir tributo a un proceso que después de un movimiento revolucionario, definió a la patria entera. Este año se cumplen cien años de la fundación de muchos ejidos de nuestro estado. Y con ese motivo, se han tenido celebraciones y reflexiones. Por mi amor al campo, como ingeniera y después como historiadora del agrarismo tamaulipeco, me sumo a la conmemoración con estas letras dedicadas a quienes desde el poder decidieron hacer justicia y alianzas, pero especialmente a todos los hombres y mujeres del campo, quienes durante estos cien años han construido esperanza desde la tierra y con la tierra. Y no todo ha sido miel sobre hojuelas, lo sabemos; muchísimos problemas duelen a nuestro campo, al ejido mismo. Pero bastantes campesinos siguen de pie y pese a la migración de tantos a las ciudades, a otro país incluso; hay en nuestro mundo rural una esencia potente, poética, presente.
El cinco de febrero de 1925; Emilio Cándido Portes Gil inicia su mandato de gobierno en Tamaulipas, cuando todavía el olor de la pólvora no se apagaba por completo. El flamante gobernador era huérfano de padre desde muy niño y creció con el sustento de una madre ejemplar a quien adoraría hasta su último aliento. Su abuelo paterno había llegado desde la República Dominicana con José Núñez de Cáceres, ambos intelectuales, libertarios destacados. El mismo día del arribo de Portes Gil al poder estatal, se inician los repartos agrarios en la zona de Santa Engracia, municipio de Hidalgo. Ahí, donde su abuelo Simón alguna vez habitó como propietario de una porción de la hacienda, da comienzo formalmente la Reforma Agraria de Tamaulipas.
Mucha agua ha corrido sobre los ríos ejidales en estos cien años de claroscuros, pero nadie podría negar que los repartos iniciados en 1925 transformaran realmente las estructuras políticas y sociales de Tamaulipas. Los cambios más evidentes se dieron en la vida de las personas. Campesinos que, al acceder a un pedazo de tierra, al sentirse dueños de su parcela, cambiaron sustantivamente su referente de identidad, su autoestima. Acceder a servicios de salud, educación, cultura, asimismo a los fundamentales apoyos para el proceso de siembra, cosecha, distribución y venta; además de sentirse integrados en organizaciones sociales: les dotó de fuerza y pertenencia como individuos y comunidad.
En mis investigaciones, pude encontrar testimonios entrañables de campesinos beneficiados de esta política agrarista iniciada por el grupo liderado por Emilio Portes Gil y bajo la tutela técnica e ideológica de Marte R Gómez. Ambos fueron gobernadores de Tamaulipas y sus mandatos se distinguieron por un apoyo sustantivo al campo. Buenos políticos, socialmente sensibles, cultos, preparados para los múltiples encargos que tuvieron; la historia se ha encargado de reconocer sus logros, porque cien años después siguen presentes en un buen recuerdo, por las acciones transformadoras que delinearon el Tamaulipas contemporáneo. Acciones que sin duda llevaron agua a sus molinos políticos, pero generaron bienestar y justicia. Hombres de carne y hueso, con aciertos y errores, pero en la suma final, ni sus opositores pudieron negar que fueran honestos, buenos gobernantes, con obras trascendentes.
Y repito: esta historia va más allá de grandes liderazgos y buenos gobernantes, porque está presente todavía en la vida de mucha gente. Me lo dijo alguna vez en una entrevista Don Juan, un añoso ejidatario quien vivió agradecido por esa tierra que alimentó a sus hijos y les permitió educación. Dos doctoras y un abogado, me dijo con los ojos húmedos al tiempo que recordaba las estrofas del tango de Gardel después de haber salido unos años del ejido para estar con una de sus hijas: volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien. Sentir que es un soplo la vida. Ay. Recuerdo a Don Juan y pienso: cien años no es nada, cuando dejas un buen recuerdo con acciones.
Sin duda, es un soplo la vida. Me enteré con tristeza que don Juan murió hace unos años y fue sepultado en la tierra que tanto amó. Ojalá todos aprendiéramos a sembrar buena memoria, incluidos los poderosos. Ojalá.