María José Zorrilla.-
Ayer fue un domingo de marchas. En distintas ciudades del país se produjo una especie de marea rosa sin contratiempos ni desordenes en apoyo a la Suprema Corte de Justicia y a la ministra Piña que ha sufrido severos ataques desde que asumió la presidencia del poder judicial en México. En el ámbito musical una marcha según Wikipedia es una obra que entra en las composiciones definidas por el movimiento o el ritmo y las hay con características diferentes como la marcha fúnebre con andar lento, la nupcial con aire solemne, la triunfal después de conseguir la victoria. La marcha de ayer tenía más un sentido de realizar un desplazamiento coordinado para apoyar a la Suprema Corte de Justicia que ha tomado tres valiosas decisiones. Si tuviéramos que referirnos a estas marchas en un pentagrama la marcha de ayer es parte de una composición que inició en defensa del INE y pretende tener como epílogo una marcha triunfal. Quienes defienden la 4T a ultranza ven las marchas como algo totalmente fuera de contexto. Antes las marchas tenían un valor ahora no tienen importancia. Los Amlovers parecieran estar obnubilados por el desprecio que durante años se fue acumulando con sobrada razón, por los gobiernos del pasado que cometieron atropellos y abusos tremendos, pero esos errores no se borran por capricho ni decreto presidencial de la noche a la mañana por el solo hecho que es Morena quien maneja las riendas y toda decisión que se toma desde la silla del águila, entra en el territorio de necesaria para la transformación. Acaso AMLO tiene todo el derecho a decretar como actos de seguridad nacional las obras insignias de la Cuarta T y no dar a conocer el costo del Tren Maya y la Refinería dos bocas que ya desde el 2021 daban visos de estar muy por encima de lo presupuestado. Los conocedores juzgaban esas obras de faraónicas, innecesarias, complejas y con graves implicaciones no sólo en el terreno de lo económico, sino de lo social y lo ambiental. Pero ese ha sido el enojo del Peje, que la Suprema Corte echó para abajo el 18 de mayo el decretazo de no dar a conocer el costo de esas obras que como el tren maya según el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO) costarán hasta 2.4 veces su presupuesto original. Poco a poco a cuatro años de distancia empieza a revelarse la realidad de este gobierno que tomó decisiones poco atinadas, muchas como revancha, otras a capricho y los costos y resultados empiezan a salir a la vista. Ha sido una terrible semana para el presidente al recibir el tercer golpe asestado por la SCJN. No permitieron pasar el control de la guardia nacional a la Sedena, no aceptaron el plan B de la reforma electoral y ahora invalidan el decretazo de sus proyectos insignia. Más que un aplauso la ciudadanía consciente de lo que la Corte significa decidimos salir a las calles y apoyarlos. Valientes y arriesgadas sus decisiones, los magistrados han podido salvar a México de un descarrilamiento fatal.
¿Por qué ahora la transparencia no tiene importancia para los seguidores de AMLO? Allí está la magia que ha ejercido un presidente que ha logrado tener una mayoría fanatizada creyendo que la corrupción era exclusividad de los anteriores. Ha llegado el superhéroe que vendrá a salvar a un país donde la ignorancia y la pobreza están queriendo vengarse a como de lugar contra quien sea. La transparencia ahora no tiene el valor de antes, porque ahora ya no es necesaria. Con López Obrador ha llegado la honestidad por decreto. Clase media productiva o sectores empresariales se han convertido en un blanco cotidiano para AMLO y sus seguidores y ahora la Suprema Corte también. Marchar es un verbo que tenía un significado cuando López Obrador era oposición, ahora no tienen ni valor ni significado. La SCJN debe obedecer al presidente y muchos olvidan son tres los poderes en este país. Ejecutivo, Legislativo y el Judicial que tiene la última palabra. Esperemos que al hablar de marchar, López Obrador sepa marcharse con algo de dignidad y acepte lo que tenga que aceptar al terminar su sexenio. Esperemos que los que marchamos porque creemos que si la suprema Corte se cae, se cae la democracia, podamos entablar un diálogo claro con ese México enfurecido que no tiene otros ojos que los de Morena aunque el barranco esté frente a ellos, frente a nosotros y frente a todo este mágico país de más de 120 millones de habitantes.