Mauricio Zapata
La elección judicial que se avecina parece diseñada para que no despierte más que bostezos.
No hay campañas. No hay rostros conocidos. No hay acercamiento con el ciudadano de a pie que, confundido, apenas sabe que tendrá que tachar nombres que nunca ha escuchado. El proceso, en su forma actual, resulta frío, lejano, acotado hasta el extremo.
¿Quién va a votar con entusiasmo por alguien que no conoce? ¿Quién va a interesarse en un proceso que desde el principio pareció pensarse más para cumplir un requisito que para construir legitimidad?
Lo que hay es una lista de aspirantes que, más que vender propuestas o trayectorias, parecieran haber sido puestos ahí por inercia. Un desfile de desconocidos que no han podido (o no los han dejado) hacerse presentes ante el verdadero juez: el ciudadano.
Y así, mientras los organizadores se limitan a simulacros de difusión, los votantes miran hacia otro lado. No hay ni pasión ni interés. Apenas un suspiro de resignación cívica, como quien se presenta a firmar un papel que no leyó.
La culpa no es del electorado. Si la boleta ofrece nombres sin historia pública, si el proceso mismo se lleva como trámite burocrático, ¿qué se espera? ¿Que la gente se enamore de un listado sin significado?
Las elecciones judiciales deberían ser ejercicios vibrantes de democracia. Deberían invitar a la reflexión, a la comparación de trayectorias, a debates sobre justicia, legalidad y derechos. Pero aquí, lo que tenemos, es una escenografía sin actores.
Los contendientes no pueden hacer campaña real. Apenas se les ve en cápsulas institucionales, limitados en lo que pueden decir, acotados en todo. Sin foros abiertos. Sin posibilidad de emocionarnos.
El desinterés no es gratuito. Es una respuesta lógica ante una elección que no despierta ningún vínculo.
Y luego vendrán los análisis de baja participación, los discursos culpando a la apatía, sin que nadie asuma que la apatía es, en gran parte, provocada.
Hoy, lo judicial se convierte en un asunto anodino para quien tiene el poder real del voto. Hoy, votar parece más un acto de cumplimiento administrativo que un ejercicio de esperanza.
EN CINCO PALABRAS.- Les está funcionando el desinterés.PUNTO FINAL.- “Cuando no hay pasión ni información, la democracia se vuelve, un trámite”: Cirilo Stofenmacher.
X: @Mauri_Zapata