Nos escapamos por un hoyo que habíamos hecho para irnos de pinta a jugar boliche. Pero, el director nos siguió saliendo por ese alambrado.
Este es el Punto por Punto versión fin de semana, el de los relatos y anécdotas.
Iba en segundo de secundaria. Cursaba en el Colegio Justo Sierra de Ciudad Victoria.
Era enorme. En la parte de atrás había unas canchas de basquetbol y más allá una de futbol con medidas reglamentarias.
Hasta el fondo había varios árboles y la malla ciclónica que delimitaba el plantel escolar.
Muy cerca estaba un club deportivo, “El Cofrades” que tenía una sala de boliche. En una ocasión abrimos un hoyo de esa malla para, de pronto, en los recesos, ir a jugar boliche.
Éramos un grupo de seis amigos: Mario, José Juan, Miguel, Ángel, Paul y yo.
En los recesos nos íbamos al árbol a comer el lonche. Platicábamos y echábamos desmadre.
En algunas ocasiones nos hacía compañía el profe Javier Campos que era el director de la escuela. Un tipazo que nos orientaba mucho y, además, buen maestro, nos daba la materia de “Ciencias Naturales”.
En una ocasión, estábamos ensayando para el desfile del 20 de noviembre, en donde la escuela participaría con sus tablas rítmicas. Y como no éramos muchos, teníamos que participar todos.
Nos entrenaba el maestro Pasca, que recién acaba de fallecer.
Hacía mucho calor en esa ocasión y no teníamos ganas de ensayar. Entonces José Juan y yo nos pusimos de acuerdo para “pintarnos” de esa actividad, al menos ese día.
Nos fuimos al árbol.
Recuerdo que era un miércoles, porque los miércoles, no sé por qué ese día, nos permitían ir sin el uniforme escolar.
Estábamos a gusto en aquel árbol platicando. Habíamos comprado un refresco y unos chetos.
De pronto José Juan, al que le decíamos “El loco”, me dice “ahí viene Campos”. No le creí.
Se veía desde lejos.
Sí, sí era.
-Viene para acá. Ya nos cachó.
-No. No viene para acá. Ni se ha de haber dado cuenta que no estamos.
Cada vez se acercaba más hacia nosotros.
Nos invadió el pánico. Pensamos que nos iban a castigar.
-Vámonos al hoyo. A lo mejor no nos ha visto.
Como pudimos nos escabullimos y nos salimos.
Desde una rendija vimos cómo se iba acercando más. Corrimos un poco, quizás unos 50 metros.
-Ya la libramos.
-No. Ahí viene. Está saliendo por el hoyo.
Volvimos a correr y nos escondimos atrás de un carro, desde donde observamos cómo se dirigía hasta donde estábamos.
-¿Qué hacemos?
-Vamos a El Cofrades.
-No. Nos va ver cuando crucemos la calle. Aquí esperemos.
Se acercó más hacia donde estábamos.
-Vamos a quitarnos la playera y corremos. No nos va a reconocer porque nos identifica con el color de la playera que traemos.
Ingenuamente así lo hicimos. Corrimos hacia donde está el edificio del SNTE de Victoria, bastante cerca del Justo Sierra.
Nos escondimos atrás de otro carro para ver si venía. Y sí. Ahí venía caminando a prisa, pero sin correr. Solo dirigía la mirada hacia donde estábamos.
Campos era buen tipo y buen maestro, muy simpático y bastante empático con los adolescentes, pero muy duro a la hora de regañar.
Volvimos a correr unos 50 metros más y nos volvimos a esconder atrás de otro carro para ver la acción.
El profe de pronto se dio la media vuelta y volvió hacia la escuela.
Nos quedamos asustados y con incertidumbre. Regresamos sigilosamente al árbol. No lo vimos.
Deliberamos y decidimos enfrentar el problema. Tomar al toro por los cuernos y asumir las consecuencias.
Nos fuimos directo a la Dirección. Nos recibió Doris la secretaria del Director y nos hizo una mueca como diciendo “les va ir como en feria”.
Entramos a la oficina de Campos con la cabeza gacha, con la cola entre las patas. Él estaba viendo hacia la ventana dándonos la espalda. Eran cerca de las 12:00 horas. Salíamos de la escuela a las 2:00 pm.
Se volteó y dijo: “Quedan castigados en el sol hasta la hora de la salida.
-Está bien, profe”. Nos dimos la media vuelta para irnos al patio a enfrentar la sanción.
-Espérense, no les he dicho que se vayan.
Volteamos.
-El castigo no es porque se hayan ido de pinta. Entiendo que no tenían ganas. Yo vi cuando se fueron y tampoco tenía ganas de estar en el ensayo. De hecho, yo iba con ustedes a platicar e irme de pinta también.
-¿Entonces por qué nos castiga? Le pregunté.
-Porque me hicieron caminar mucho.
Y así nos fuimos castigados dos horas en el sol
Moraleja: Nunca supongas.
EN CINCO PALABRAS.- No nos “traumamos” por eso.
PUNTO FINAL.- «La soledad es la ausencia de uno mismo»: Cirilo Stofenmacher.
X: @Mauri_Zapata