Josefina Guzmán A.
Hace unos días se hizo viral un profesor que, sin darse cuenta estaba proyectando desde su computadora la elaboración de un examen con el apoyo de ChatGPT, por lo cual surgieron muchas críticas hacia el maestro cuestionando su capacidad para realizar la evaluación de lo que él mismo enseña. Para quien no conozca, el ChatGPT es definido como un modelo de lenguaje basado en Inteligencia Artificial (IA), desarrollado por OpenAI, una empresa propiedad de un grupo de personas investigadoras y empresariado entre los que se encuentra Elon Musk.
La capacidad de realizar acciones y de usos del Chat GPT es incalculable, por mencionar algunos: realización de textos, resúmenes, solución de problemas, asistente de viajes, recomendaciones, traductor y he leído que hasta terapia psicológica. Las posibilidades de esta inteligencia generativa transformarán la economía, las profesiones, el mercado, la vida en general y por supuesto la educación.
El doctor Carlos Iván Moreno (2025) investigador y experto en innovación educativa de la Universidad de Guadalajara, y hoy titular de la Dirección General de Educación Superior Universitaria e Intercultural (Dgesui) de la SEP, en su columna Prospectivas en el Diario Milenio escribió que desde hace algunos meses comenzó a notar que sus estudiantes entregaban trabajos casi perfectos, sin errores de sintaxis y casi sin errores de ortografía; obviamente sospechó que los estudiantes estaban haciendo sus trabajos con el ChatGPT.
Lo mismo me ha estado ocurriendo, sin embargo, la IA no es perfecta y para quienes confían plenamente en la herramienta es posible detectar algunos errores, lo cual me ha permitido identificar que los trabajos han estado siendo realizados en su totalidad por el ChatGPT. Y no, no se trata de satanizar a la IA. Yo misma me sorprendo cada que la utilizo, de las maravillas que puedo hacer con ella; desde un video sobre un tema que desarrollé, incluso mejorar el texto que yo misma realicé. En los últimos meses, el ChatGPT se ha vuelto parte de mi trabajo académico, facilitando muchos de mis procesos cotidianos en mis clases. De alguna manera, me considero una profesora con cierto conocimiento digital, aún así, reconozco mi desconocimiento en la multiplicidad de aplicaciones y herramientas tecnológicas que existen.
La incursión de la IA en nuestras vidas ha sido tan rápida y contundente, particularmente en las generaciones más jóvenes, considero que una gran cantidad de docentes ni siquiera han dimensionado lo que está ocurriendo en su propia práctica docente; y pueden no estarse percatando que los estudiantes realizan sus tareas y trabajos con solo formularle la pregunta correcta el ChatGPT. Esto nos lleva a cuestionarnos, ¿cuál es el futuro de la profesión académica y docente?
Desde la incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación, la llegada del Internet a México a inicios del presente siglo, los roles y actividades del docente frente a las generaciones nativas digitales han ido modificando la práctica tradicional en el aula. La educación se ha ido transformando y adecuando a los contextos actuales frente a una tecnología que no deja de avanzar. Hoy, la IA exige al docente nuevos replanteamientos.
El doctor Carlos Iván Moreno señala que no se trata de prohibir que los estudiantes utilicen el ChatGPT, sino de que el profesorado modifique sus prácticas pedagógicas. Si la IA realiza textos excelentemente estructurados en segundos, para qué seguir solicitando este tipo de actividades para evaluar el aprendizaje. “La tarea del profesor debe ir más allá: fomentar el pensamiento crítico, la creatividad y la colaboración” (Moreno, 20205).
Para Ángel García Crespo, profesor de la Universidad Carlos III de España, la rápida evolución de la IA exigirá al profesorado convertirse en aprendices permanentes, puesto que deberá tener una actualización constante, no solo en su área de especialización sino también en tecnologías y desarrollo de IA. Deberá igual tener la capacidad para reinventarse continuamente. Para este autor, la llegada de la IA a las aulas no significa el fin del docente, sino su transformación.
Los docentes deben seguir siendo ese faro humano, reflexivo y crítico que ilumina el corazón de la educación. Desde lo más profundo de mi ser, guardo una inmensa gratitud hacia todas aquellas personas que marcaron mi camino formativo. Maestros y maestras que no solo me enseñaron a leer y escribir, sino que moldearon mi manera de pensar y me regalaron la maravillosa capacidad de mirar el mundo con los ojos del conocimiento. Gracias a ellos, hoy soy quien soy.
Valoro profundamente y felicito de corazón a todo el personal docente de cada nivel educativo, que día tras día, con entrega y vocación, dedican su vida en las aulas a formar no solo estudiantes, sino seres humanos más conscientes, empáticos y comprometidos con el mundo. Gracias por sembrar esperanza en cada mente y corazón que tocan.
Feliz día, maestra y maestro.