Dicen que todos estamos atados a alguien por un hilo rojo invisible. No importa el tiempo, la distancia ni las circunstancias: ese lazo siempre nos llevará de vuelta a la persona destinada para nosotros.
A Juan nunca le gustaron esas historias. No creía en el destino, mucho menos en cuentos de almas gemelas. Él era un hombre de números, de lógica, de hechos comprobables. Pero una tarde, en un café del centro, su certeza se tambaleó.
Todo comenzó con un hilo.
Iba caminando distraído cuando sintió un tirón en el dedo meñique. Miró su mano, y ahí estaba: un delgado hilo rojo enredado en su dedo.
Frunció el ceño, tratando de quitárselo. Tiró de él, pero el hilo se tensó y se alargó en dirección a la calle. Lo siguió con la mirada y, a unos metros, vio a una mujer en la mesa de la esquina, con un libro abierto y una taza de café entre las manos.
El hilo llegaba hasta su dedo.
Juan sintió un escalofrío. Sacudió la mano, pero el hilo seguía ahí. Pensó en irse, ignorarlo, seguir con su día como si nada. Pero, sin darse cuenta, ya estaba caminando hacia ella.
—Disculpa… —dijo titubeante.
La mujer levantó la mirada. Tenía ojos oscuros y una expresión de sorpresa. Bajó la vista a su propia mano y frunció el ceño.
—¿Tú también lo ves?
Juan asintió. No sabía si asustarse o reírse de lo absurdo de la situación. Se sentó sin pedir permiso.
—No puede ser real —murmuró él.
—Eso pensé yo —respondió ella, tocando el hilo con la punta de los dedos.
El café se enfrió mientras hablaban. Ella se llamaba Elena. Había nacido en la misma ciudad que él, pero se había mudado de niña. Habían estado en la misma escuela, aunque en años distintos. Sus padres se conocían de vista. Sus caminos se habían cruzado mil veces sin que ellos lo notaran. Hasta ese día.
Hablaron por horas. Sobre libros, sobre viajes, sobre las casualidades de la vida. Cada palabra que compartían hacía que el hilo pareciera más real.
Cuando oscureció, Juan se frotó la cara, agotado pero feliz.
—Esto es una locura —dijo, sonriendo.
—Tal vez —respondió ella—, pero si el hilo nos juntó hoy, será por algo.
Salieron juntos del café, el hilo rojo todavía atado a sus manos, guiándolos hacia un destino que, quizá, siempre estuvo escrito.
EN CINCO PALABRAS.- Cada historia es muy diferente.
PUNTO FINAL.- “Cada historia camina por la misma calle, pero en diferente dirección”: Cirilo Stofenmacher.
X: @Mauri_Zapata