enero 8, 2025
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Mauricio Zapata

El mal estudiante (I)

agosto 23, 2024 | 979 vistas

Estamos a unas horas de que reinicien las clases escolares en todo el país.

Niños, maestros y padres de familia ya se preparan para comenzar un ciclo más.

Ya sabe: útiles listos, uniformes planchados, loncheras, mochilas y cierto entusiasmo.

Y no puede faltar la clásica foto.

Es –digamos- lo tradicional en estas fechas.

Pero les cuento parte de mi vida escolar.

Debo reconocer que nunca fui un buen estudiante. No fui un alumno brillante y, además, era indisciplinado. Muy indisciplinado.

No me gustaba estudiar. Sí me gustaba ir a la escuela, pero no estudiar. Incumplía con tareas, con trabajos escolares y con lo que se hiciera en las aulas. Pero sí me gustaba ir al plantel.

Cuando era necesario, mi madre me ayudaba con algunas cosas como lo que se refiere a trabajos manuales, de los que fui pésimo.

A veces con tareas urgentes.

No. Fui malísimo estudiante.

Y lo peor: era mal portado.

Confieso que me expulsaron de cuatro escuelas. Sí, de cuatro.

La primera fue en primero de secundaria. Estudié el primer año en la Ciudad de México en el ciclo escolar 1986-1987. Mi papá se había venido para Ciudad Victoria a la campaña de Américo Villarreal Guerra.

Junto con mi mamá, dispusieron no venirnos a Tamaulipas sino hasta que tuviera mi papá el trabajo seguro.

Mientras tanto, nos fuimos a vivir con mi abuela (que era una señora sabia). Mi madre viajaba constantemente a Victoria para ir viendo dónde iríamos a vivir, escuelas y demás.

Estaba hasta dos semanas y luego se regresaba a México. Luego se quedaba allá otras dos semanas y volvía a viajar a Victoria. Así estuvo de septiembre de 1986 a mayo de 1987.

Me había tocado el turno vespertino. Me costó adaptarme y la manera de demostrar esa inadaptación fue portarme mal. No hacer tareas. Ser indisciplinado y rebelde.

Por ahí de abril del ’87 me mandaron hablar de la Dirección. Ya había acumulado más de 90 reportes.

La salida fue: expulsarme, entregarme mis papeles y despedirme de ese plantel. En castigo me mandaron con mi tía Mariangela (hermana de mi mamá) a Acapulco, donde vivía entonces con mis primos Eugenio y Eva.

Ahí estuve hasta julio. En Acapulco me tocó vivir aquel inolvidable 23 de junio, cuando el Correcaminos le ganó al Querétaro en el Azteca y ascendió a la Primera División.

Cuando nos venimos a Victoria, me inscribieron en la Secundaria 4 de José Santos Valdés.

Obvio, tuve que repetir el primer año.

Imagínense a un adolescente rebelde recién llegado de la Ciudad de México, haber cursado en el turno de la tarde y haber sido expulsado.

Combinación fatal para entrar a una escuela en la mañana con niños menores que yo.

Tardé en adaptarme. Se fortaleció mi rebeldía, fui un bulero, y llegué a acumular más cien reportes.

Me escapé un día por la ventana. Le contesté a la maestra de matemáticas (Susana Tuexi); la ridiculicé.

No lo digo con orgullo. Al contrario.

Como ya había cursado el primer año, entonces las clases no me fueron complicadas. Saqué buenas calificaciones… o al menos aceptables, pero la escuela no me soportó.

Tuve muchos problemas y, la verdad debo decirlo, ya tenía “marca personal”. Así que no podía hacer nada, porque ya me estaban vigilando con el reporte listo.

El resultado fue que decidieron, “por el bien de todos”, que buscara otra escuela.

Y ni modo.

No reprobé, pero sí tuve que irme a otro plantel.

Yo siempre he dicho que no es que hayan corrido, simplemente ya no permitieron entrar.

La semana que entra la segunda parte con las otras dos escuelas.

EN CINCO PALABRAS.- Pero la gente se compone.

PUNTO FINAL.- “Los problemas son hijos putativos de la rebeldía”: Cirilo Stofenmacher.

X: @Mauri_Zapata

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