Mauricio Zapata
El gobierno de Estados Unidos ha decidido retirar visas a algunos alcaldes y gobernantes mexicanos. No ha ofrecido explicaciones concretas. Solo una señal clara: algo huele mal.
Este tipo de decisiones no se toma a la ligera. En diplomacia, los silencios también hablan. Y cuando el mensaje viene del país con el que compartimos más de tres mil kilómetros de frontera, conviene prestarle atención.
Aunque no se han revelado los motivos específicos, el trasfondo es evidente. La sospecha de vínculos con el crimen organizado, la corrupción o la violación de derechos humanos planea sobre estos funcionarios.
Y la señal que envía Washington es un golpe directo a la legitimidad de ciertos gobiernos locales.
No es la primera vez. Tampoco será la última. Pero el momento es clave: estamos en pleno proceso electoral, y el país vive una de sus etapas más violentas en décadas.
La seguridad está en crisis. Y muchos gobernantes han optado por la omisión o la complicidad.
El retiro de visas es simbólico, sí, pero no por eso menor.
Es una forma de decir que esos funcionarios no son bienvenidos en suelo norteamericano, que no tienen credibilidad ni confianza.
En pocas palabras: que no son dignos de representarnos más allá de nuestras fronteras.
Para la sociedad, este acto es un recordatorio de que el poder público debe estar al servicio de la ciudadanía, no de sus propios intereses.
Que gobernar implica una ética que muchos han olvidado.
Y que hay ojos observando, incluso fuera de nuestras fronteras.
Lo que puede venir después es incierto. Pero si esto se convierte en tendencia, podríamos ver un efecto dominó.
Más sanciones. Más señalamientos. Y, tal vez, un replanteamiento sobre a quién estamos eligiendo para gobernar.
La pelota está en la cancha de la sociedad.
Es ella quien debe tomar nota. Y exigir que sus representantes sean eso: representantes. No cómplices, no traidores, no piezas de ajedrez de intereses oscuros.
Porque si el país vecino se da cuenta… ¿Cómo es que nosotros no?
EN CINCO PALABRAS: No es un asunto menor.
PUNTO FINAL: “Cuando los de afuera detectan la podredumbre, es porque los de adentro ya se acostumbraron al olor”: Cirilo Stofenmacher.
X: @Mauri_Zapata