La Navidad es una época cargada de muchos símbolos y es un periodo que se convierte en una oportunidad para reflexionar sobre el año que termina y plantear deseos para el que comienza.
Estas fechas generalmente son aprovechadas por los políticos con mensajes navideños que ya se han convertido en una tradición mediática, pero ¿cuál es el propósito real detrás de estos mensajes?
En teoría, el mensaje navideño de un político debe buscar una conexión emocional con la ciudadanía, aprovechar las festividades para transmitir empatía, esperanza y buenos deseos, el mensaje navideño es una herramienta de comunicación política que pretende mostrar el lado humano de los políticos, alejándolos de su estatus de poder y acerándolos al pueblo común.
Pero, este gesto, bien aplicado, también debe tener un componente estratégico, en una época donde las emociones predominan, los mensajes navideños pueden lograr una imagen positiva, siempre y cuando sepa lograrse.
El impacto de estos mensajes varía enormemente, porque para algunos ciudadanos escuchar a sus
representantes desearles una Feliz Navidad puede generar un sentimiento de cercanía y así es generalmente entre sus propios seguidores, sin embargo, hoy en día hay un sentimiento generalizado de rechazo y cansancio hacia los políticos y bajo este contexto los mensajes de Navidad y Año Nuevo suelen ser recibidos con escepticismo si no se plantean de manera estratégica.
En redes sociales, por ejemplo, es común encontrar críticas a mensajes que son percibidos como insinceros o alejados de la realidad de la población, sobre todo en políticos que la mayor parte del año no se ven cercanos a la gente y por ende no conocen el sentir del pueblo y terminan emitiendo mensajes alejados de un contexto real, por ejemplo, hablando de “un año lleno de logros” en un país con crisis económica o social, y entonces terminan provocar más rechazo que aceptación que su narrativa no resuena con el diario vivir de los ciudadanos.
Por otro lado, hay quienes reconocen estos mensajes como parte de una tradición que, aunque protocolaria, no necesariamente tiene un trasfondo negativo. En estos casos, el impacto emocional es limitado, pero aceptado como un gesto de cortesía.
La eficacia con la que puedan manejarse los mensajes navideños depende de su autenticidad y del contexto que debe ser muy bien estudiado, sobre todo hace una escucha previa de lo que la gente realmente siente en esta época.
Un mensaje genérico, acompañado de un fondo decorado con luces y villancicos, puede percibirse como un mero trámite, carente de valor para la
ciudadanía. En cambio, un mensaje que hable de desafíos reales, de logros concretos y, sobre todo, que reconozca los problemas pendientes, tiene mayores probabilidades de conectar con las personas.
¿Un mensaje navideño es capaz de mejorar la percepción de un político o fortalecer su relación con la gente?
Probablemente no de manera directa y efectiva, porque la credibilidad y la conexión con la ciudadanía se construyen a lo largo del tiempo, con acciones constantes y sobre todo tangibles, no con un mensaje emotivo en diciembre cuando el resto del año se mantuvieron lejanos.
En el caso de México, para muchos ciudadanos los políticos representan una clase distante en muchos de los casos y casi siempre percibida como una clase desconectada de las necesidades reales del pueblo. En este contexto, los mensajes navideños suelen ser vistos con indiferencia o desconfianza. La gente espera más que palabras: acciones concretas que reflejen compromiso y resultados.
La Navidad, con su carga simbólica de unión y generosidad, puede ser una oportunidad para los políticos de replantear su comunicación. Más que un mensaje protocolario, lo que verdaderamente deja huella es el ejemplo, la congruencia y el trabajo visible en beneficio de la sociedad.
Porque no vamos a negar que, especialmente los mexicanos, no necesitamos discursos decorados con frases bonitas, un gorrito y un arbolito de navidad, sino mensajes que demuestren que el político entiende el verdadero espíritu de la Navidad:
dar sin esperar nada a cambio y trabajar por el bien común.
Nos leemos la próxima.
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