Rogelio Rodríguez Mendoza
El incremento de desapariciones de mujeres ha alcanzado niveles alarmantes. Cada vez son más los nombres y rostros que circulan en redes sociales, acompañados del mismo mensaje desesperado: “Se busca”.
Sin embargo, más allá de la indignación y el horror que generan estos casos, hay un vacío inquietante de respuestas. Nadie sabe exactamente qué está pasando ni quién está detrás de esta crisis que se sigue agravando.
De acuerdo con el Sexto Informe del Fiscal General de Justicia del Estado de Tamaulipas, Irving Barrios Mojica, en el periodo del uno de noviembre de 2023 al 31 de octubre de 2024 se activó 412 veces el protocolo de búsqueda de mujeres desaparecidas. De ellas, solo 253 fueron localizadas, lo que significa que 159 siguen sin aparecer.
A estas cifras oficiales habría que sumar los casos ocurridos después de octubre, que, según diversos reportes ciudadanos y colectivos de búsqueda, son muchos más.
El problema se agrava aún más cuando analizamos el perfil de las víctimas. La mayoría de estas mujeres son jóvenes y con características físicas que, de acuerdo con expertos en seguridad, podrían ser un factor determinante en su desaparición.
No se trata de cifras aisladas ni de coincidencias; estamos frente a un fenómeno de alto impacto social que, hasta ahora, no ha sido abordado con la urgencia ni la seriedad necesarias por las autoridades.
Pero la gran interrogante sigue sin respuesta: ¿dónde están?
El miedo aumenta con las revelaciones recientes de la prensa nacional, que, citando informes de agencias de seguridad de Estados Unidos y estudios de la UNAM, confirman una realidad sabida desde hace muchos años acerca de la diversificación de actividades de los grupos criminales en México.
La trata de personas con fines de explotación sexual se ha convertido en una de sus principales fuentes de ingresos, y la pregunta obligada es si hay relación entre esta actividad y el preocupante aumento de desapariciones de mujeres en la mayor parte del país.
Las coincidencias son demasiadas como para ignorarlas. No es un secreto que las redes de trata operan con estructuras bien organizadas y que en muchas ocasiones cuentan con la protección de autoridades corruptas. La ausencia de información oficial y la falta de resultados en las investigaciones solo refuerzan la percepción de que las víctimas son abandonadas a su suerte y que la impunidad es la norma.
Mientras tanto, la incertidumbre y el miedo siguen creciendo. Un miedo que nadie quiere enfrentar. Cada mujer desaparecida es una familia destruida, una comunidad que pierde la confianza y una sociedad que se acostumbra peligrosamente a convivir con el horror.
Es momento de exigir respuestas. No podemos permitir que estos casos se pierdan en la burocracia o en el olvido. Las mujeres de Tamaulipas y de todo México merecen vivir sin miedo, y para ello es indispensable que las autoridades actúen con firmeza y transparencia.
El silencio ya no es opción.
EL RESTO
EXCUSAS.- “Yo si quiero, pero otros no”, nos dijo el presidente del Tribunal Electoral de Tamaulipas, René Osiris Sánchez Rivas, cuando le preguntamos las razones por las que el Pleno sigue sesionando de forma virtual, a pesar de haber sido él quien más estuvo insistiendo en que se reactivaran las sesiones presenciales.
El magistrado fue quien más exigió a su antecesor en la presidencia, Edgar Danés Rojas, que dejaran de sesionar en forma virtual, lo cual vienen haciendo desde hace casi cuatro años, cuando inició la pandemia del Covid-19.
Sin embargo, ahora que está en sus manos la decisión, se excusa con el argumento de que, “son otros los que no quieren” o el de “no hay voluntad”
“Pero ya lo vamos a hacer» dijo.
ASÍ ANDAN LAS COSAS.