Alicia Caballero Galindo
Fanny, despertó esa mañana y se dispuso a leer en su teléfono los correos; era un hábito adquirido desde que llegó a Londres para cursar una maestría en Literatura Inglesa, toda su familia estaba en México y sus recursos económicos eran limitados para estar llamando a cada rato. Esa mañana de abril, se levantó más temprano que de costumbre, vivía en el tercer piso de una vieja casona cerca de la Torre de Londres, era una recámara con su pequeña cocina y un balcón desde donde veía El Puente de Londres; a veces abría las ventanas y contemplaba el movimiento de la ciudad, para ella era una diversión porque veía fluir la vida de aquella sobria y ordenada ciudad. Le gustaba inventar historias viendo el ir y venir de la gente por las calles y los tradicionales taxis negros. Debía ser muy organizada con sus gastos, su presupuesto era justo y no debía salirse de sus límites gastando. Siempre le llamó la atención ese legendario y bello puente estrenado en 1894, lleno de historias, misterios y leyendas. De hecho, fue su inspiración en algunos de sus cuentos presentados en la universidad. Tenía dos amigas, una de ellas mexicana también, su posición económica era mejor que la de ella y de vez en cuando la alivianaba invitándola a comer. Estaba muy orgullosa de ella misma, terminaría sus estudios y en menos de dos meses estaría de regreso en su Patria. Consideraba que uno de sus defectos era que se encerraba en sí misma y a veces, eso no es bueno. Tenía seguro un puesto en la UNAM como catedrática después de su maestría. De hecho, era un compromiso para pagar su beca. La única nube que ensombrecía su futuro era pensar en Adrián, no sabía cómo reaccionaría ante su regreso, perdió comunicación con él cuando se enojó con ella por su partida al extranjero, él deseaba casarse de inmediato y ella quería irse al extranjero a estudiar. Dejaron de hablarse y de cruzar palabra, ella lo amaba pero le parecía egoísta la postura de no querer que se fuera a estudiar, eran sólo dos años, no había podido olvidarlo a pesar de tener oportunidades con otros jóvenes. Esa fría mañana, se levantó y se preparó un café; quiso abrir la ventana de su balcón, pero el aire estaba tan helado que optó por cerrarlo y sentarse en una pequeña mesita mientras tomaba café y leía sus correos. Cuando abrió el buzón, sintió que un frío estremecimiento le recorría la espalda, vio un correo de… Adrián, se quedó paralizada y no se decidía a abrirlo, en ese momento vinieron a su cabeza mil ideas, en año y medio no fue capaz de llamarla ni de buscarla y de pronto un correo… No, no quería abrirlo, ella aún conservaba una ligera esperanza de volver con él porque lo amaba, pero no sabía si él sería capaz de esperarla, prefirió eliminarlo porque ese día presentaría uno de los exámenes más importantes de su maestría y deseaba estar tranquila, aunque, el solo hecho de ver el correo la había alterado ya.
Rápidamente tomó su café se arregló y en pocos minutos estaba en camino a la universidad; pasar diariamente el puente legendario le causaba un extraño goce, al fin escritora era muy imaginativa. En el fondo de su corazón sentía cierto rencor hacia Adrián por su egoísmo, ella aún lo amaba y su orgullo le impedía pensar claramente, por eso eliminó su correo sin abrirlo, aunque… ¡bueno! fue una reacción visceral y calculada, lo podía rescatar de la bandeja de reciclaje; tal vez lo haría por la noche.
Su examen fue un éxito; comió con sus amigas para festejar, una cosa que adoraba de Londres era su limpieza y orden y la cerveza de manzana que era una delicia y no la encontraría en otro lado. Por la tarde, regresó a su departamento y al llagar al puente, decidió bajarse y cruzarlo a pie, era para ella una experiencia única porque se aislaba de todo y sentía que estaba en otra época. Se bajó de transporte público, abotonó su abrigo, acomodó su bufanda y caminó lentamente por el andador, el correo de su enamorado revivió lo que trataba de olvidar y pensaba que era tarde para ella. Se paró para sentir la inmensidad del Támesis bajo sus pies y se acodó en el barandal, suspiró viendo los barcos de los turistas que recorrían constantemente el río, a la distancia de erguía el Big Ben en todo su esplendor después, cerró los ojos un momento para aislarse del ruido citadino, era un hábito cada vez más frecuente en ella a veces pensaba que se aislaba voluntariamente huyendo de la realidad que la rodeaba; eso no es bueno. Al abrir los ojos de nuevo se quedó sorprendida, el ruido de la gran ciudad parecía lejano a pesar de estar ahí, se sentía en una burbuja fuera de todo, nada la tocaba y nadie tampoco la veía, extrañamente estaba aislada. A su lado discutían dos enamorados; no entendía su idioma, pero él imploraba y ella parecía inmutable, después de un intercambio al parecer violento, ella se marchó dándole la espalda sin oportunidad de hablar; él la llamaba y ella, no lo quiso escuchar. El hombre quedó abatido, después de unos instantes, subió al barandal de protección y se tiró al río perdiéndose en las aguas turbias. Ella quería detenerlo, pero su voz no se escuchaba y su presencia parecía no notarla nadie era como si no existiera… cerró los ojos de nuevo y al abrirlos todo estaba normal, como si nada hubiera pasado ¿Lo imaginó todo? ¿Sería su conciencia haciéndole una jugarreta? dicen que en el Puente de Londres pasan cosas extrañas… Caminó lentamente por el andador lleno de gente y entendió que no podía vivir en una burbuja aislada para evitar ser lastimada; antes de continuar su camino, se recargó nuevamente en el barandal y rescató el correo de Adrián:
“Querida Fanny:
Han sido tiempos difíciles; espero que hayas tenido éxito en tus estudios. Yo no he dejado de pensar en ti ni un solo día y quedo en espera de noticias tuyas. Si tú me aceptas, volaré a Londres de inmediato y estaré contigo regresaremos juntos cuando termines si te parece.
No quería que te fueras porque temía perderte.
Espero una respuesta tuya…
Con amor Adrián.”
Con lágrimas de felicidad, se apresura a contestarle que lo espera, ahí precisamente en el Puente de Londres, que diga fecha y hora para encontrarse.
Terminó de mandar el mensaje y se acodó en el puente llena de esperanza. El sonido del celular indicaba la llegada de un correo y se apresuró a leerlo, ¡era de Adrián!:
“Dicen que el puente de Londres es Mágico, te ves hermosa con esa bufanda azul y tu pelo suelto sobre tu espalda”
Fanny voltea instintivamente y lo ve del otro lado del puente.
Ambos caminan hasta encontrar un punto donde puedan encontrarse, ella no entiende cómo es posible que esté él ahí, frente a ella a punto de abrazarse… por fin encuentran el lugar de cruce de peatones y él corre hacia ella para abrazarla y decirle.
—Llegué ayer pero no me atreví a presentarme, no quería que me rechazaras no lo hubiera soportado…
Después de un abrazo prolongado, ambos caminan hacia el departamento de ella entre risas y mil explicaciones de ambos; tenían mucho de qué hablar.
Al anochecer, ambos miraban desde su balcón abierto el Puente de Londres sin importarles el frio viento que alborotaba la cabellera de Fanny; les esperaba un futuro de esperanza y de amor.