abril 1, 2025
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Mauricio Zapata

El sueño que no fue

marzo 28, 2025 | 232 vistas

  Cuando Carlos tenía seis años, su padre le regaló un balón. Desde ese día, el patio de su casa se convirtió en su estadio, y los árboles, en las gradas de un imaginario lleno de ovaciones.

Soñaba con ser futbolista profesional, con vestir la camiseta de su equipo favorito y con que su madre lo viera triunfar.

El talento estaba ahí. Tenía un control impecable del balón y una visión de juego que sorprendía a los adultos. Era defensa central.

A los diez años, un entrenador local lo invitó a jugar en un equipo infantil. Fue el inicio de lo que parecía un camino prometedor. Ganaba torneos, recibía medallas y era la estrella de cada partido.

Pero en México, el talento no siempre basta.

A los 14 años, su equipo llegó a una final estatal. Un visor de un club de primera división se fijó en él. Lo invitó a una prueba en la capital. Era su oportunidad.

Su madre hizo un esfuerzo tremendo para conseguir el dinero del viaje. Carlos llegó al club con los zapatos rotos, pero con el corazón lleno de ilusión.

Jugó como nunca. Asistencias, gambetas; robo de balones; barridas, cabezazos, liderazgo en la cancha.

El visor lo felicitó al final del partido. Pero luego llegó el golpe de realidad:

—Nos gusta tu juego, pero aquí las oportunidades no solo se ganan en la cancha. Hay un “costo” para ingresar a la academia.

El padre de un compañero pagó sin dudarlo. Carlos, en cambio, regresó a casa con la cabeza baja.

Su madre intentó consolarlo.

—Tú tienes talento, hijo. Algo mejor vendrá.

Pero no llegó nada mejor.

El futbol, que había sido su pasión, se convirtió en un recuerdo amargo. A los 17, dejó de intentarlo. Consiguió trabajo en una tienda de abarrotes. Con el tiempo, dejó de ver los partidos.

Ya no quería saber nada de ese mundo que le negó la entrada por no tener dinero.

Los años pasaron y, un día, vio en la televisión a uno de aquellos niños que sí había logrado entrar a la academia.

Ahora jugaba en primera división. Carlos no sintió envidia ni rabia. Solo suspiró, miró el balón viejo que aún guardaba en su cuarto y murmuró:

—No era para mí.

EN CINCO PALABRAS: El talento no fue suficiente.

PUNTO FINAL.- “El destino a veces juega sucio”: Cirilo Stofenmacher.

X: @Mauri_Zapata

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