La inminente salida de Lucía Aimé Castillo Pastor de la Secretaría de Educación de Tamaulipas (SET) no sorprendió a nadie.
Era una crónica anunciada desde hace varios meses, en un entorno donde la gestión pública requiere no solo conocimiento técnico, sino también un pulso político firme.
Y ese, precisamente, fue su talón de Aquiles.
Lucía Aimé es, sin lugar a dudas, una mujer altamente preparada. Su formación académica, su experiencia en el ámbito educativo y su capacidad para estructurar programas y proyectos la colocaban como un perfil idóneo en el papel.
Pero la educación pública, sobre todo en un estado como Tamaulipas, no se dirige solo con diplomas y estrategias pedagógicas.
Se necesita saber lidiar con los sindicatos, con las corrientes internas del sistema educativo, con los actores políticos que lo cruzan y con la calle, con la gente, con las escuelas de la periferia.
Lucía Aimé nunca logró consolidar una red política que la respaldara.
Su perfil técnico, aunque valioso, la aisló del aparato político y eso, en una administración pública, y sobre todo en esta posición, resulta fatal.
Porque en la Secretaría de Educación no basta con saber cómo debe funcionar una escuela, hay que saber cómo funcionan las alianzas.
No basta con conocer la normativa, hay que tener control del discurso, de los liderazgos regionales y del termómetro sindical.
Eso fue lo que le faltó a Lucía Aimé.
No es una crítica a su capacidad, sino al contexto en el que se desempeñó.
En una tierra donde cada aula tiene una historia política detrás y cada nombramiento puede ser un pacto, ella intentó navegar con el mapa del conocimiento, pero sin brújula política.
Los maestros son parte fundamental del esquema, y si bien trató de llevar un buen entorno laboral con ellos, jamás pudo lograr entenderse con el líder sindical de éstos, además de otros actores que le pudieron sumar y ese –insisto- fue su error.
El relevo es inminente y el reto es claro: quien llegue deberá saber tanto de educación como de política.
Porque gobernar también es educar.
Y educar, también es hacer política.
EN CINCO PALABRAS: Técnica brillante, política insuficiente, caída.
PUNTO FINAL: Y como diría Cirilo Stofenmacher: “El talento sin calle, se queda en el escritorio”.
X: @Mauri_Zapata