El jueves hubo en el Estado de México un evento cívico y reapareció Alfredo del Mazo, el exgobernador; y los medios lo etiquetaron como el “gobernador” que entregó el Estado. La expresión sirve de contexto para advertir que el poder reviste dos procesos: uno es la conquista del poder y otro el de su ejercicio; y en una ampliación más, vale consignar que hay procesos inmersos: uno conservar el poder y otro, entiéndase, acrecentarlo.
En el caso actual vale advertir que a lo largo del presente sexenio se han visto, de manera clara, evidente, el proceso de conservar y acrecentar el poder. AMLO, como Presidente, ha sido un magnifico estratega: le ha arrebatado espacios de poder a los partidos políticos de oposición; y ha avanzado, en mucho, en su propósito de eliminar en la práctica la división de poderes; para que, en los hechos, dependan el Legislativo y el Judicial del Ejecutivo. Los hechos recientes lo confirman.
TRAIDORES Y AMBICIOSOS
¿Por qué se afirma que Alfredo del Mazo entregó el Estado a Morena? La explicación es muy sencilla: no intervinieron para nada en el proceso electoral, como líder real del PRI, no movió ni un dedo. Que es, en lo formal, lo correcto; pero todos sabemos que en la práctica, todo gobernante se mete. Incluso el propio Andrés Manuel López Obrador, en una de las mañaneras dejó en claro que estaba agradecido con el expresidente Enrique Peña Nieto porque no metía las manos al proceso electoral de su Estado. Y, claro, la Federación con sus programas, con sus políticas, sí lo hace e incluso AMLO desde sus mañaneras.
La historia es muy conocida: en la mayor parte de los Estados donde se han dado elecciones Morena ha ganado; en algunos casos porque el líder real del partido en el poder, sea del PRI o del PAN, permanecieron inactivos, pasivos o, en algunos casos, hasta hicieron lo posible porque AMLO viera cómo les dejaban el camino libre. Al final, todos lo sabemos, los exgobernadores han recibido premios: unos como embajadores o como cónsules. Al último, AMLO asentó: se la debía, se portó muy bien.
APOYAR AL ENEMIGO
La historia de entregar el poder en Tamaulipas es reciente. Mucho se especuló sobre la derrota que el PRI recibió al perder la gubernatura; Baltazar Hinojosa, se contó, fue víctima de la traición, de una negociación que se hizo en las alturas del poder. Negociación que tuvo que ver, incluso, con la reforma energética de Enrique Peña Nieto y hasta aspiraciones presidenciales de otros. Lo cierto es que el PRI dejó el poder y, por lo que se ve, lo dejó para siempre, puesto que no se ven señales de que pueda recuperarlo.
Ya en el plano completamente local fue evidente como en el sexenio anterior, cuando menos en las elecciones intermedias, los expresidentes municipales del centro y del altiplano apoyaron a los candidatos panistas. Al menos los boletines oficiales hicieron notar que tal acción se sustentaba porque consideraban que eran los mejores candidatos para su municipio. El contexto es que, meses antes, un exalcalde fue detenido, puesto en prisión, porque no pudo sustentar correctamente sus cuentas públicas. Así, con esto, el pueblo sabio entendió que dichos apoyos nacieron porque no quisieron correr riesgos en la revisión de sus cuentas. En pocas palabras, tenían cola larga, se habían despachado en la correspondiente hacienda pública municipal. Así, se consumó, se amplió, la debacle priista en la entidad.
ADUEÑARSE DEL PODER
En las postrimerías del sexenio obradorista a nadie escapa que si bien, para unos, AMLO no es un estadista, si es un consumado estratega del poder; en la medida que, de manera gradual, ha construido mecanismos para conservar el poder (la continuidad con cambio generacional), pero además tampoco escapa que ha logrado acrecentarlo de manera gradual y está a punto de lograr, de tener el dominio total del Estado, en la medida que el Legislativo y el Judicial perderán su poder autónomo, para convertirse en un apéndice para que sus integrantes repitan: Es un honor estar con Obrador.
Si alguien tenía dudas, por ejemplo, de cómo dominaría a los órganos electorales, para muestra ahí está la decisión del Tribunal Electoral, que concede manga ancha a la Presidenta del INE para que haga nombramientos sin necesidad de respaldo del resto de los Consejeros Electorales. Y en el caso del Poder Judicial, está a un tris de tener Magistrados obedientes, de tal manera que resulta difícil puedan rechazar sus leyes o decretos por ser inconstitucionales. Entiéndase, en la práctica, ya no hay (o habrá) contrapesos, ya no hay órganos autónomos que puedan impedir se cumplan sus deseos.
Unos entregaron espacios de poder y otros, AMLO, con paciencia y estrategia, se adueña de ellos.