diciembre 14, 2024
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Alicia Caballero Galindo

¡Estoy solo(a)…!

octubre 5, 2023 | 418 vistas

¿Por qué, en general, se rehúye la soledad? Porque son muy pocos los que encuentran compañía consigo mismos: Carlo Dossi (1849-1910) Escritor italiano.

La soledad es el imperio de la conciencia: Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) Poeta español.

La naturaleza gregaria del ser humano, así como la condición natural de nacer vulnerable, crean una fuerte interdependencia; primero, con sus padres, hermanos y familia, posteriormente, con la escuela, el trabajo y la nueva familia que se forma al madurar sexual, física y emocionalmente. Durante este tránsito, el carácter e intelecto del individuo se va cincelando con la educación del hogar y loas instituciones escolarizadas desde preescolar hasta profesional.

El resultado de esta aventura vital es que, cada aprendizaje y cada acontecimiento, va dejando una huella en el individuo. Los primeros cinco años de vida, marcan la pauta para la formación del carácter, influyen fuertemente, los ejemplos, más que las palabras. La formación ética, moral, cívica, se aprende copiando patrones de los mayores que constituyen el primer círculo social. Es una gran verdad el adagio popular que reza: “la palabra, cunde, pero el ejemplo, ¡arrasa!”

Una de las enseñanzas que harán trascender a un individuo, es el desarrollo de su alta autoestima, en forma coherente y consciente, considerando, su libre albedrío, las consecuencias de sus actos, y el sentido de responsabilidad, de eso dependerá el éxito en la adaptación al medio en que se desenvuelva.

El sentido de responsabilidad hará que cada ser pensante asuma las consecuencias de su forma de actuar y entienda que, cada ser independiente es un universo que responde a sus acciones.

Cuando se reprende a un niño por alguna acción indebida, es necesario “hablarle, no gritarle” y hacerlo reflexionar sobre sus actos, para ello requiere estar solo por un tiempo… Para que funcione la medida, es necesario que el adulto lo haga entender por medio de razones lógicas, la necesidad de reflexionar en soledad, sobre sus actitudes, nunca como un castigo. Si se les enseña que la soledad, después de una acción inadecuada es castigo, le van a temer en el futuro.

La soledad es gratificante, cuando le concedemos el justo valor para recapacitar, soñar, o planear acciones con equilibrio y sabiduría.

 

En lugar de ser una medida formativa de su carácter, la soledad se convierte en castigo, si no se maneja adecuadamente y se convierte en una razón más para su rebeldía natural. En esos momentos adquieren valor las amistades de jóvenes y niños en la misma situación formando vínculos con mentes inmaduras que incrementarán su inseguridad y desvinculación con los mayores, así como el temor a estar solos.

Por desgracia, abunda este tipo de mentalidad y la consecuencia, es quejarse de jóvenes rebeldes que en realidad se sienten incomprendidos. Este sentimiento con los años, lejos de mejorar, la mayoría de las veces, se incrementa. El recuerdo que la soledad, significa castigo, marca las conciencias y en su edad adulta, si el castigo fue frecuente, inconscientemente, le temen a la soledad, afectando su comportamiento, su inseguridad.

Los niños al nacer, lloran cuando se exponen a un medio adverso, y por instinto, se enfrentan solos al cambio, se aferran al adulto mientras aprenden. Cada organismo vence el cambio y se adapta, lo natural, es que se realice paulatinamente, asistido con la orientación adecuada de los adultos, para que emprenda su propio canino en cuanto a decisiones. A partir de ese momento, la soledad acompaña a los seres humanos en forma natural, la acción de dormir, comer, pensar, estudiar, actuar en consecuencia a los estímulos que lo rodean, es una acción solitaria y personal.

El temor a la soledad que experimentan muchos adultos, gira en torno a la inseguridad que, inconscientemente, se forma durante su desarrollo. Los adultos deben permitir que, los jóvenes aprendan a ejercer el libre albedrío con sus consecuencias en ambos sentidos, en ese momento, empezarán a entender que la libertad tiene un precio y sus acciones una respuesta.

Realmente, cada individuo siempre está solo con sus decisiones y habrá de asumir su responsabilidad en los resultados. Depende de cada quién si permite intromisiones ajenas en la toma de decisiones, aún de las personas más cercanas.

La soledad puede ser una gran consejera y un recurso para un reencuentro con sí mismo. Debe disfrutarse, y aceptarse en las dosis necesarias, que permitan una reflexión saludable para que la convivencia con los demás, sea madura y eficiente.

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