Si usted, amable lector, revisó lo que se publica o difunde los medios de comunicación tradicionales y en las redes sociales, va a encontrar una serie de datos que, sin muchas complicaciones lo llevará a pensar que México esta en problemas. Claro, con todo y lo que la Presidenta nos presenta día con día, de que todo va más bien que mal y que, en todo caso, hay campañas de los adversarios (como también decía AMLO) para hacerla quedar mal. Y en todo caso, usted como yo, en este caso, tiene que pensar que cada quien busca llevar agua a su molino.
En este sentido, el gobierno -como ha sucedido con todos- siempre busca ocultar los malos y solo pregona las cosas buenas; recuerden que, además, la 4T tiene fobia a la transparencia y a la rendición de cuentas. Y, aquí y en China, los que son opositores a un gobierno, siempre, por siempre, van a magnificar las cosas malas que hacen para demostrar que es un gobierno ineficiente, igual de corrupto que los anteriores, total, que no son en nada diferentes, si acaso, que son peores.
¿HAY UN CULPABLE?
Todos, pero todos, sin excepción realizamos cotidianamente actividades o tomamos decisiones. Si decido comprar un aparato eléctrico, una televisión por decir, pues tengo que pagarla. Lo mismo sucede con los servidores públicos: sean cual sea el cargo que detentan, sus decisiones y acciones tienen que estar apegadas a derecho, a la ley o reglamento que le confiere la capacidad para hacer o no hacer algo. La premisa, sin la menor duda, es que en cada decisión y en cada acción, tiene que haber un responsable.
Si algo anda mal en el país, necesariamente tiene que haber un culpable: las cosas privadas, el individuo que las realiza; en la pública o gubernamentales, quien toma la decisión o realiza la acción. Sin embargo, en más de una ocasión, se hace notar que parte de la culpa la tiene el pueblo y, en esta circunstancia, se anota que es por culpa de su fanatismo o por su ignorancia; y en otros contextos, se adjudica la culpa a las decisiones ideológicas, que, en este caso, puede realizar el gobierno. Por eso, se etiqueta, a unos gobiernos como capitalistas y a otros como comunistas o socialistas; pero unos son presidencialistas y otros dictadores.
FANATISMO E IGNORANCIA
Uno se tiene que preguntar: ¿hay ignorancia en el país? ¿Hay fanatismo? Y la respuesta es que sí. La ignorancia existe y es de dos tipos: la de ignorar, digamos el conocimiento de una realidad, como el de ignorar algo porque ya se nos olvidó. Parte del pueblo es ignorante: lo sabemos cuando leemos los datos del país, hay personas que no saben leer o no saben escribir, es decir, unos no han ido a la escuela y otros fueron, pero no aprendieron o ya se les olvidó. Y bien lo dicen, para el populismo, lo mejor es un pueblo ignorante, que no toma decisiones correctas.
Y el fanatismo deviene, hagan de cuenta, como una prolongación de la ignorancia. El fanatismo es más fácil observarlo en dos temas o acciones concretas: la religión y el futbol, este último como deporte. El fanatismo religioso se consolida, también, quiérase o no, como parte de la ignorancia, en buena parte porque admiten sin chistar los dogmas o explicaciones religiosas. El fanatismo deportivo es grave cuando estalla la violencia producto de ese fanatismo.
DEMAGOGIA Y CORRUPCIÓN
Los males del país, para unos, es consecuencia de la ignorancia y del fanatismo. Sin embargo, estoy convencido de que malos, más malos para el país, son la demagogia y la corrupción, que son consecuencia inmediata del comportamiento de quienes nos gobiernan o de los líderes políticos y partidistas. Con la ignorancia y el fanatismo, se aprovechan de la buena fe del pueblo, pero con la demagogia y la corrupción el abuso y atropello es brutal.
No puedo olvidar que Enrique Peña Nieto presumía una nueva generación de políticos que, se entiende, harían que México saliera del hoyo y encontrara un camino al desarrollo: la realidad fue muy distinta, el robo de las arcas del país, fue tan evidente, que varios de esos, parte de la nueva generación, gobernadores terminaran en la cárcel… y la esposa de uno de ellos, en su libreta de apuntes, como un mantra se convencía de que merecía abundancia.
La demagogia y posturas, supuestas, nacionalistas han llevado al traste el desarrollo del país. Ahora, por ejemplo, no se discuten los programas sociales del expresidente AMLO, porque efectivamente, a los pobres hay que apoyarlas; pero algunas decisiones endeudaron más al país y nos tienen a orillas de una recesión: sanear Pemex es un pozo sin fondo… y sus obras emblemáticas fueron caras y, hasta la fecha, no logran consolidarse.