Alicia Caballero Galindo
Paulette caminaba con desgano hacia el metro ¡qué ironía! Hace apenas unos días, su chofer se encargaba de llevarla a todas partes, tenía a su servicio, un ejército de empleados, que le velaban el pensamiento y obedecían sin rechistar. Su vida era color de rosa; su trabajo que tanto le gustaba, su esposo que la amaba y una vida profesional exitosa. Ella era la encargada del departamento de diseño de la casa de modas más famosa del país, sus modelos generaban tendencias aún en el extranjero, pero el destino de un plumazo, la había convertido en un infierno. Una tarde que paseaba sola por el parque para despejarse un rato antes de iniciar la última jornada del día, mientras su chofer esperaba en el auto estacionado en la acera, de pronto, observó unas aves de colores vivos que no eran comunes en la región y las captó con su cámara fotográfica, portátil, le gustaban las tomas de calidad, lo malo fue que también captó a dos hombres que sentados en una banca, intercambiaban algo, era un paquete envuelto en papel de estraza amarrado con una cinta canela que intercambió por un sobre amarillo de papel manila, se veía abultado. Los dos hombres se dieron cuenta de su acción, pensaron que eran ellos el motivo principal de la fotografía y los incomodó su acción, al grado de querer abalanzarse sobre ella como impulsados por un resorte, pero como estaban lejos, Paulette alcanzó a llegar a su auto y librarse de la persecución. Su chofer no se dio cuenta de nada porque se encontraba dormitando frente al volante del auto y sencillamente arrancó al recibir la orden. Los dos hombres se quedaron en la acera viendo alejarse su vehículo. Al llegar a su casa, bajó la foto de sus aves en su computadora personal y observó la acción de los dos hombres que intercambiaban los paquetes, la imagen era borrosa, porque había usado enfoque manual y el objetivo principal eran las aves y no los hombres, se encogió de hombros y no le dio importancia al incidente, la ciudad estaba llena de gente excéntrica, se arregló el pelo y regresó a su oficina.
Al día siguiente, leyendo las noticias del día, vio la foto de uno de los sujetos, era un alto ejecutivo de una cadena de tiendas que distribuían ropa interior femenina, al que se encontraron muerto en su oficina con un balazo en la cabeza, se investigaba si era suicidio o asesinato, así mismo, informaban la quiebra de su compañía por malos manejos y las declaraciones de un inspector que había proporcionado pruebas del ilícito y lo había denunciado; ¡era el otro sujeto de la foto! Paulette sintió que un escalofrío recorrió su espalda y el miedo se apoderó de ella. Su primera intención fue destruir aquella foto comprometedora, pero al mismo tiempo, era un seguro de vida mientras estuviera en sus manos, afortunadamente, no tenía hijos y su esposo, se encontraba fuera del país haciendo una maestría, lo malo era que debería enfrentarse sola a su destino por temor de arriesgar también la seguridad de otros. Ensimismada en sus pensamientos, no había visto al mensajero de la oficina que la esperaba sonriente en la puerta llevando un sobre en la mano. Con una sonrisa forzada lo invitó a pasar y recibió aquel sobre amarillo que alguien había dejado para ella. Se encerró en la oficina y al abrirlo, el temor aumentó; con letras recortadas de revistas solamente decía; “revisa tu correo ¡ahora!” Tenía la computadora prendida y con mano temblorosa tecleó su contraseña y vio un correo desconocido; al abrirlo, lo único que encontró fueron fotos de su casa, de su esposo y la dirección de éste en Barcelona. En ese momento le llegó otro correo que le decía escuetamente, tu silencio por tu vida y la de tu esposo. ¡De ti depende! Desde ese día al salir de su oficina, notó que alguien la seguía a todas partes. Su ritmo de trabajo, disminuyó y no pudo terminar la colección que debía entregar; el resultado fue que la removieron de su puesto y perdió sus privilegios, pero eso no le importó, lo que ella deseaba, era que terminara la pesadilla que se había iniciado en el parque cuando tomó aquella foto indiscreta que no deseaba. ¡si pudiera regresar el tiempo! Tuvo que cambiarse de departamento, pero aún la perseguían y ¡no sabía por qué! ¿Qué importancia tenía una foto donde apenas se distinguían aquellos hombres! Ella lo que deseaba tomar eran las aves. Un buen día, recibió una llamada anónima citándola en el mismo parque; le pedían la foto que había tomado y le ordenaban que destruyera la imagen, de lo contrario, su vida corría peligro. La angustia la invadió, pero acudió al parque, con la memoria de su cámara y una foto que había logrado imprimir, se sentó en la misma banca, su corazón latía con rapidez y el miedo la hacía temblar. De pronto escuchó a su espalda una voz que le decía:
—Quiero la foto que usted ya sabe y la seguridad de que no hay ninguna copia, porque le va la vida de su esposo y la suya, en ello, ¡no quiero que voltee! Sólo démela y ¡ya! Recuerde que conozco todo de usted; su familia, sus movimientos, ¡y hasta sus pensamientos! Puedo abrir a su correo electrónico cuando desee y escuchar todo lo que platica. ¡Las fotos y su silencio! aquí no ha pasado nada.
Temblando de miedo y con cuidado, Paulette sacó el pequeño estuche con la tarjeta de su cámara y un sobre azul con la única foto de sus aves y se lo entregó a aquel desconocido; éste tomo el material y se alejó sin decir más. Por unos minutos, permaneció sentada en la banca esperando que el sujeto se alejara lo suficiente, después, se levantó y lentamente se encaminó a su casa. ¡Cómo fue posible que su vida cambiara en un instante! Con desgano, continuó su camino. A unos cuantos metros de la estación, vio a un hombre tirado en la calle al parecer muerto, a su lado había un sobre azul abierto ¡era él! ¡Qué extraña sensación! Experimentó una mezcla de pesar, temor y al mismo tiempo alivio. Caminó sin detenerse y escuchó a sus espaldas que alguien decía
—¡Lo atropellaron a propósito!, sólo llevaba una foto en un sobre azul y ninguna identificación; ¡no tiene ningún sentido! El que lo atropelló sacó la foto del sobre y se la llevó; ¡todo fue muy rápido! Paulette pensó; ¿Y la tarjeta de la cámara? Siguió caminando hacia la estación del metro, esperando poder recuperar su vida algún día, pero con la angustia de no saber a dónde fue a parar la memoria de su cámara y qué harían con ella. ¡Cuántas oscuras historias perdidas en un mundo subterráneo que gira en torno a nosotros! ¡Cuántos dramas urbanos pasan a nuestro lado y se tornan invisibles! ¡Cuántas lágrimas de dolor e impotencia se derraman y se secan antes de llegar a ninguna parte!