En una hoja simple de cuaderno rayado, escrito a mano con elegante letra cursiva, se enviaba la primera solicitud de dotación de tierras y el reconocimiento del comité ejecutivo agrario a la Liga de Comunidades Agrarias; en él, invocaban al artículo 27 de la Constitución y el Código Agrario vigente; eran los primeros días del año 1941.
Al reverso de la hoja, con emoción firmaron los solicitantes de tierra que podían escribir, también colocaron sus huellas pulgares veintitrés campesinos orgullosos de ser hijos de la Revolución Mexicana.
Cansados de las injusticias que vivían diariamente, los campesinos en su mayoría peones de las Haciendas Las Comas y Santa Rosa, decidieron organizarse para solicitar ayuda, la cooperativa de consumo de la Hacienda, se había convertido en una tienda de raya, Guadalupe Gómez mayordomo de la misma, frecuentemente recurría en malos tratos, varios trabajadores de las Haciendas, habían sido expulsados del Sindicato y el maestro Abel Leyva Centeno de la escuela tipo articulo 123 con la que se contaba, se había aliado con los hacendados y evitaba impartir clases a los hijos de los trabajadores.
Por estas y otras atrocidades, fue que aquella fría mañana del nueve de enero de 1941, con machete en mano y un morral cargado de esperanza, se reunieron entre los henequenales, hombres decididos a exigir justicia, a solicitar tierra para sembrar y un lugar propio para vivir y ver crecer a sus hijos.
El primer comité ejecutivo agrario que nombraron se integraba con Simón Zapata como presidente, Gregorio Lucio y Luis Méndez como secretario y tesorero respectivamente.
Al inicio de este movimiento, los campesinos lo llamaban poblado Las Comas y la ubicación era en Estación Zorrilla, justo hacia el sur-este de lo que hoy conocemos como Estación Rosa. El momento político que había vivido el país, donde meses atrás había sido electo el General Manuel Ávila Camacho como Presidente de México y en honor a que precisamente él sería quien firmaría el decreto de la tan añorada dotación de tierra, fue que decidieron llamar al lugar Poblado General Manuel Ávila Camacho.
La respuesta a la solicitud planteada al entonces Gobernador del estado el licenciado Jacobo Martínez, no llegaba pronto; los pobladores se veían obligados a resistir el aumento de las injusticias y acoso laboral de los patrones, comentan con los años, que, en aquellos días de tensión social, los provocadores tiraban el guiche del henequén cerca de las viviendas en torno al casco de la Hacienda para incomodar a las mujeres y niños.
Por un lado, el comité ejecutivo del poblado, dirigió una carta al líder de la Confederación Nacional Campesina (CNC), profesor Graciano Sánchez Romo para que cuanto antes gestionara enérgicamente la dotación provisional de las tierras y a la vez, le pedían librarlos de las eternas tiranías del terrateniente que los venía hostigando de diferentes maneras.
Por otro lado, la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos, que dirigía en aquel entonces Don Bernardo Turrubiates Narváez, intervino en la gestión de la creación de una nueva escuela, no del edificio, sino solicitando maestro, libros y material; fue así que Don Simón Zapata dispuso de su vivienda y la sombra de los mesquites para que la maestra Sofía Acevedo, a quien 98 padres de familia le reunieron 30 pesos para gratificarla, fundaría lo que ahora conocemos como la escuela primaria “Profesor Félix Tomelloso”.
Al llegar y habitar lo que sería el nuevo poblado, la Liga de Comunidades Agrarias también intervino para que don Lorenzo García, Presidente Municipal de Victoria en aquella época, reconociera y otorgara los nombramientos de Martiniano Vanoye como Delegado y Guadalupe Ortiz como Subdelegado a propuesta de la junta general.
Continuará…